El mercado no es sólo ni principalmente un extraordinario sistema de producción de riqueza y bienestar para la mayoría, sino una señal de la dignidad de las personas.
Vi este titular en la portada de El País:
Cuba se resiste a la apertura económica por miedo al mercado.
¿Todo un país contra la libertad? Esto no ha sucedido en la historia, que más bien sugiere lo contrario: los pueblos no suelen amar la servidumbre. Debía tratarse, en suma, de un error.
Ya en el suplemento Negocios se aclaraba que no era Cuba la que rechazaba, temerosa, el mercado. El titular decía:
El Gobierno se resiste a una rápida apertura económica y política ante el temor a ser arrastrado por el libre mercado.
Ahora sí que sí. Eso era perfectamente verosímil. Los dictadores comunistas no deseaban una apertura económica rápida, porque los podía arrastrar. Pues claro: los tiranos pueden optar por la apertura de los mercados, lo que suelen hacer después de comprobar el desastre de las políticas anticapitalistas, siempre letales para los trabajadores y, por tanto, potencialmente peligrosas para los gobiernos, incluidos los más despóticos.
Pero cuando, forzados por las circunstancias, los que mandan deben atenuar su opresión, lo que hacen es levantar la bota gradualmente. Esa moderación no persigue el bienestar popular sino el del propio poder, porque busca dos objetivos: disminuir las penalidades que el anticapitalismo descarga sobre el pueblo y al mismo tiempo preservar la imagen de los poderosos, que siempre pueden presentarse como los responsables de la mejoría, sin perder demasiada legitimidad.
El mercado no es sólo ni principalmente un extraordinario sistema de producción de riqueza y bienestar para la mayoría, sino una señal de la dignidad de las personas, porque en el mercado son dueñas de su propio destino, y no dependen del favor del político de turno. Por eso los enemigos de la libertad son siempre enemigos del capitalismo, porque conocen la vinculación entre libertad económica y libertad política, y saben que el mercado puede amenazar la perdurabilidad de la opresión.
Por eso los comunistas, en Cuba y en todas partes, tienen miedo al mercado libre: porque temen la libertad del pueblo. Esto quedaba, finalmente, claro en el reportaje de El País:
El régimen cubano es reacio a los cambios económicos ante el temor de perder el control en la nueva etapa.
A ver si la próxima vez lo ponen en la portada.