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La Escuela Austriaca y sus críticos

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Entre los méritos de la Escuela Austriaca está el haber conseguido un número igual o incluso mayor de críticos y detractores que de seguidores. La metodología y la teoría austriaca han sido duramente criticadas tanto por economistas académicos e investigadores como en discusiones cotidianas, y para esta última basta ir a Twitter a comprobarlo. Tanto es así, que el economista Bruce Caldwell escribió un artículo titulado Praxeology and its critics: an appraisal (1984), donde el autor recopiló las principales críticas que se le habían realizado a la praxeología hasta el momento.

Si bien es cierto que la Escuela Austriaca no escapa a errores y limitaciones, como cualquier otra escuela de pensamiento, las objeciones que habitualmente se suelen presentar ante ella son desproporcionadas y no hacen justicia a lo que verdaderamente plantea la escuela. De hecho, el trabajo de Caldwell reúne varios ejemplos de cómo desde la propia ciencia económica se vierten acusaciones exageradas sobre la metodología de la Escuela Austriaca, que normalmente se fundamentan en un malentendido o una lectura superficial de las posiciones de esta corriente.

Aun así, más allá de las críticas y las respuestas que los propios austriacos hayan podido dar a todos los ataques, uno puede encontrar varios autores no austriacos, incluso influyentes dentro del mainstream u otras escuelas de pensamiento, que han cambiado su posición con respecto a la Escuela Austriaca a lo largo de su vida. Veamos unos cuantos de ellos.

El primer autor que cabe mencionar es John Hicks. Este economista recibió el Premio Nobel de Economía en el año 1972, junto a Kenneth Arrow, por sus contribuciones a la teoría del equilibrio general y a la teoría del bienestar. Hicks es ampliamente conocido por impulsar la llamada síntesis neoclásica, que constituye una integración de la perspectiva macroeconómica keynesiana en el pensamiento neoclásico. En palabras más comunes, se suele decir que Hicks fue el que matematizó a Keynes y adaptó su trabajo al enfoque neoclásico. Gracias a toda esta producción científica, el británico es considerado uno de los grandes economistas convencionales del siglo XX, como también lo fueron Samuelson o Arrow.

En este sentido, siendo Hicks uno de los economistas neoclásicos más importantes, defensor del equilibrio y de la matematización de la economía, cabría esperar significativas diferencias y oposición con respecto a la economía de la Escuela Austriaca. Sorprendentemente, este no fue el caso, sino, precisamente, todo lo contrario. Hicks era un economista ecléctico, keynesiano y neoclásico, pero también abierto a otras perspectivas como efectivamente fue el pensamiento austriaco. De hecho, en una de sus últimas obras sobre teoría del capital, Hicks quiso redescubrir la teoría del capital austriaca, tal y como había sido desarrollada por Böhm-Bawerk y mantenida por F.A. Hayek, titulando incluso su libro como Capital and Time: A Neo-Austrian Analysis (1973). Es justamente en esta obra donde el autor hace unas consideraciones y elogios muy significativos sobre la Escuela Austriaca, que dejan bien clara su posición con respecto a esta corriente de pensamiento:

Tanto en mi subtítulo como en el texto del capítulo 1, he proclamado la afiliación “austriaca” de mis ideas; el tributo a Böhm-Bawerk, y a sus seguidores, es un tributo que estoy orgulloso de hacer. Escribo dentro de su tradición; aunque me he dado cuenta, a medida que mi trabajo continuaba, que es una tradición más amplia y grande de lo que en un principio pareció. Los “austriacos” no fueron una secta peculiar, fuera de la corriente principal; en realidad, ellos siempre pertenecieron a la corriente principal o mainstream; fueron los otros [Pigou, Marshall] los que estaban fuera de esta.

John Hicks es, probablemente, el caso más llamativo que comentaremos en este artículo. El propio autor declara que los austriacos son parte del mainstream y que su obra se encuadra en la tradición austriaca. Más claro no puede estar. No obstante, si bien Hicks es el ejemplo más sorprendente de todos, no solo tenemos su caso, sino que también podemos contar el de Mark Blaug o algunas declaraciones del propio Paul Samuelson. Empecemos por Blaug.

Mark Blaug fue un economista que destacó por sus trabajos sobre historia del pensamiento económico y sobre metodología de la economía. Completó su doctorado en la Universidad de Columbia, bajo la supervisión de George Stigler, un importante economista convencional perteneciente a la Escuela de Chicago. En cierto sentido, Blaug permaneció fiel al paradigma neoclásico, aunque su principal interés fuera más bien un análisis de las doctrinas económicas y de la filosofía de la economía. Por ello, dedicó muchas de sus obras a tratar la economía desde la perspectiva de la filosofía de la ciencia en el siglo XX, desde las contribuciones de autores como Karl Popper, Thomas Kuhn o Imre Lakatos.

Esto le llevó a criticar duramente a la metodología austriaca, especialmente, a una parte de ella: la praxeología. En uno de sus libros más conocidos, The methodology of economics (1980), Blaug tilda la metodología apriorista y el lenguaje empleado por Ludwig von Mises de dogmático e idiosincrático, y se alegra de que estos no se hayan extendido en la economía. Esta acusación de dogmatismo también la realizó Terence Hutchinson, otro economista especializado en metodología e historia del pensamiento. Justamente, Caldwell responde a Hutchinson en el artículo que citamos al comienzo de esta pieza, argumentando que calificar algo de dogmático puede ser problemático y conducir a autocontradicciones.

No obstante, más allá de estas duras objeciones a la metodología austriaca, Mark Blaug reconoció años más tarde que los austriacos habían tenido razón en términos de teoría, oponiéndose al equilibrio general y defendiendo una visión dinámica: “He llegado lentamente y de forma extremadamente reticente a ver que ellos (los austriacos) están en lo correcto y que todos nosotros hemos estado equivocados”. Aquí vemos otro famoso economista dentro de la corriente principal, que incluso habiendo sido un claro oponente de la metodología austriaca, acabó reconociendo los méritos de la teoría de la Escuela Austriaca. Algo parecido pasó con Paul Samuelson, uno de los padres del paradigma neoclásico.

En línea con Blaug, Paul Samuelson también tildó de exageradas las defensas de la capacidad de la deducción y del apriorismo de austriacos como Menger, el joven Robbins y Mises. De hecho, afirmó sentir preocupación por la disciplina económica por culpa de estos autores aprioristas y se complació de saber que la economía había avanzado dejando estas perspectivas atrás. Aun así, el hecho de criticar tan duramente a la metodología austriaca no impidió que reconociera la relevancia de las aportaciones de los economistas de dicha escuela.

En un artículo de 1981 en honor a Bertil Ohlin, Samuelson incorporó una hipotética lista personal de autores que probablemente hubieran recibido el Nobel de Economía si este se hubiera establecido en 1901. En esta lista aparecen importantes austriacos como Böhm-Bawerk, Menger o el propio Mises, a quien tanto criticó en alguna ocasión como la mencionada previamente. Esto es porque, como dice el propio Blaug, Mises hizo importantes aportaciones a la teoría monetaria, la teoría del ciclo y a la teoría económica sobre el socialismo, distintas a su contribución metodológica, que merecen igualmente un claro reconocimiento.

Si nos fijamos detalladamente, en los tres economistas que hemos mencionado podemos encontrar un reconocimiento a la teoría austriaca, pero no de igual manera hacia la metodología. Es decir, con esto se puede ver que lo que siempre se ha criticado y se sigue criticando de la Escuela Austriaca es su metodología, concretamente, la praxeología, como rechazo de lo empírico, y la oposición al uso de matemáticas para formalizar teoría económica. Empero, estos problemas metodológicos, a ojos del paradigma neoclásico, no han impedido a los austriacos elaborar buena teoría económica, alternativa al modelo convencional, ante la que finalmente volcaron elogios estos economistas que tan duros habían sido contra el método austriaco.

Es más, en vista de la posible evolución de la economía desde un paradigma de equilibrio a un paradigma basado en la complejidad, el famoso economista de la complejidad, Brian Arthur, ha hecho varias declaraciones en relación a la Escuela Austriaca. En una entrevista en el año 1996, Arthur afirmó: “Justo después de que publicáramos nuestros primeros hallazgos, empezamos a recibir cartas de todo el país diciendo: ‘Lo más que habéis conseguido es redescubrir la Escuela Austriaca’… Admito que en aquel momento no conocía las obras de Hayek y von Mises. Pero ahora que los he leído, puedo decir que eso es esencialmente cierto”. Más de veinte años después de esas declaraciones, en un reciente trabajo donde Arthur critica el uso de matemáticas algebraicas en economía, este se refiere a la economía austriaca de la siguiente manera:

La economía austriaca está basada en la idea de proceso. (…) Como consecuencia de esta base en el proceso, esta no se presta a la matemática algebraica sino que se expresa mayoritariamente en prosa narrativa. Pero esto le protege de muchas distorsiones que acabo de señalar. Le permite capturar ideas como el no equilibrio, la no racionalidad, las acciones, y le da una riqueza que no encontramos en la teoría estándar. Creo que el enfoque austriaco merece un lugar más central en la teoría económica.

La teoría de la Escuela Austriaca se reconoce como importante e incluso precursora del posible nuevo paradigma de la complejidad en economía, desde fuera de la propia escuela, por importantes investigadores como Brian Arthur. De confirmarse la evolución de la ciencia económica hacia la complejidad, la teoría austriaca podría incluso convertirse en una parte de la perspectiva principal, junto a otra ramas que hoy día son heterodoxas.

Después de todos estos ejemplos, la conclusión a la que podemos llegar es que, antes de criticar a la Escuela Austriaca o incluso mofarse de ella, haciendo alusión a su metodología apriorista, conviene recordar que otros muchos reconocidos economistas, aun a pesar de oponerse a la metodología, han sabido valorar positivamente las aportaciones teóricas de los austriacos. Más todavía, incluso cuando se habla de un método austriaco como es la praxeología deben presentarse criticas fundadas y razonables, más allá de descalificaciones superficiales. Como ya hemos dicho anteriormente, ni la teoría ni la metodología de la Escuela Austriaca son infalibles, pero tampoco es correcto que sean tratadas como si fueran completamente infundadas e inservibles.

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