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Algunas cuestiones disputadas del anarcocapitalismo (LXXIV): Sobre la guerra en Ucrania IV

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En los últimos días, hemos observado grandes cambios en la evolución del conflicto ucraniano. Sobre todo en el ámbito militar y de la destrucción de infraestructuras como el puente Kerch en Crimea. De ahí que haya decidido escribir un comentario sobre su evolución y sus posibles derivadas, siempre desde los principios e ideas que inspiran esta columna.

Mi primera conclusión a día de hoy es que Rusia ha perdido la guerra, quiera o no reconocerlo. Es cierto que es posible que el ámbito militar puedan darse vaivenes, o que la nueva recluta de centenares de miles de jóvenes rusos pueda dar un vuelco temporal al conflicto. Por cierto, volvemos a la vieja práctica de la movilización forzosa de soldados, lo que parece corroborar el viejo principio de que los estados no sólo disponen a voluntad de nuestros bienes y rentas, sino también de nuestras vidas, si así les place, en la misma medida que siempre. Y el malo es el que se resiste, no el que acepta su cruel destino sin rechistar.

No conozco el devenir futuro de la guerra en el aspecto militar, pero si digo que los rusos ya la han perdido es precisamente porque no la han ganado frente a un rival que aparentemente es mucho más débil. Si una supuesta superpotencia militar no es capaz de aplastar cualquier hipotética resistencia ucraniana en cuestión de días, es que no es una superpotencia, sino un ejército más, común y corriente, y en muchos aspectos anticuado e inoperante.

Y más si encima pierde terreno y es desplazado por los ucranianos en muchos frentes. Rusia lo que está demostrando es que no cuenta con capacidad militar suficiente para derrotar a uno de los países más pobres de Europa, que si bien está relativamente bien armado por las potencias occidentales, aún carecería del músculo militar o económico para confrontar a una superpotencia de verdad. Repito, no conozco el devenir futuro de la guerra, ni si se usarán o no armas nucleares (y creo que no se usarán). Pero sí sé que la derrota rusa tendrá consecuencias políticas serias para los rusos, tanto en el ámbito interno como en el externo, y que cuanto más tarden en aceptarlo más duras serán las consecuencias que tengan que afrontar.

Conviene aclarar por qué entiendo que no se van a usar armas nucleares, ni siquiera tácticas, en este tipo de guerra. Obviamente, todo puede acontecer y de hecho casi todo el mundo, incluyéndome a mí, pensaba que no iba a darse la invasión que finalmente se dio. Pero lo veo improbable y no porque Putin o sus halcones dudasen en usarla. Una bomba de este tipo causaría pérdidas catastróficas en las bolsas y volvería locos a los mercados en todo el mundo. Como cualquiera entiende, de explotar una bomba de este tipo habría una carrera hacia la liquidez o hacia metales preciosos para poder afrontar un futuro incierto. Y además nadie contrataría a corto o medio plazo, dado que la incertidumbre sobre lo que pudiese pasar sería máxima. ¿Quién va a comprar petróleo o aluminio a seis meses de plazo en estas circunstancias y sin conocer las posibles represalias?

Un escenario de este tipo afectaría a todo el mundo y también a los supuestos aliados de los rusos, los chinos. A estos no creo que les hiciese mucha gracia ver el valor de sus fondos de inversión pulverizado, ni observar que el comercio mundial de bienes y materias primas fuese severamente dañado por las andanzas de Putin. Supongo que se lo habrán hecho saber y de lo que le podría pasar de cumplir su amenaza.

Por cierto, sería interesante conocer algún análisis de lo que le acontecería al bitcoin en un escenario de este tipo; esto es, si se reforzaría o se hundiría al ser una forma de pago vicaria. Requiere de un buen funcionamiento de la red para funcionar correctamente, algo que en un escenario de este tipo no se podría garantizar. Pero también podría convertirse en una suerte de moneda mundial postconflicto. Por eso me gustaría saber si se ha hecho algún tipo de previsión o escenario de futuro con supuestos como este.

Veamos, la derrota militar, lo primero que implica es que el ejército ruso no va a disponer de la misma capacidad de combate de la que disponía antes. Buena parte de sus mejores equipos, de su oficialidad y de sus tropas de élite han sido seriamente dañadas. Esto es, los rivales y enemigos de Rusia saben que ya no dispone de lo mejor de su ejército. Peor aún, sus capacidades han sido testadas en el combate y han demostrado no ser para tanto, lo que elimina una de las mejores bazas de los rusos: la de que no se conociese su verdadero potencial y conseguir siendo tratada como una superpotencia, cuando ya no lo es. Si los enemigos de Rusia conocen ahora sus capacidades y constatan que no tienen medios suficientes ni para derrotar a una mediocre potencia vecina, deducirán con razón que no tendrá capacidad de actuar en otros frentes y, por tanto, lo normal es que actúen en consecuencia. Y ya lo han hecho.

Si alguien quiere observar el funcionamiento de la anarquía entre estados, sólo tiene que fijarse en lo que está pasando en el espacio de seguridad dominado por Rusia; una especie de Otan en miniatura estos días. Vemos cómo los estados cambian de alianzas rápidamente, arrimándose a quien creen que les puede convenir más, y cómo se atacan los unos a los otros, a veces con gran violencia, buscando posicionarse para la situación que va a salir después de la previsible derrota rusa.

También podemos observar el cinismo y la doblez de sus líderes que prometen apoyo a los dos bandos, hasta olfatear quien va a ganar y en ese momento traicionar todos a una al derrotado. Veamos algunos ejemplos. En cuanto los azerís advirtieron la debilidad del ejército ruso y su falta de recursos aprovecharon para atacar, con la aparente connivencia del estado turco, a sus seculares enemigos armenios. Efectivamente, Rusia que ha sido tradicionalmente la gran protectora de Armenia no quiso o mucho me temo que no pudo hacer acto de presencia para defenderla. Pero un estado que no cumple con sus compromisos rápidamente queda sin amigas y los armenios no tardaron en virar hacia los Estados Unidos en busca de apoyo. Esto para los rusos debería ser muy grave porque coloca a otro país vecino más en la órbita de la OTAN. Algo semejante aconteció entre Tayikos y Kirguises y no sería de extrañar que a medio plazo sus aliados bielorrusos pasen a pensarselo mejor y a retirar su apoyo a Putin buscando sobrevivir después de la tempestad. Pero donde se puede observar más claramente esta doblez es en el caso chino. En política internacional desconfío mucho cuando veo desmedidas pruebas de afecto entre líderes, como era el caso de los líderes chino y ruso antes de la invasión de febrero. En efecto, los chinos están viendo en este momento a Rusia como una suerte de vaca lechera que les surte de combustible a bajo precio, pero dudo de que quieran sostener a una Rusia derrotada que sería un lastre para ellos, al impedirles normalizar las relaciones con occidente. Mucho debería equivocarme si no sacan algún provecho de las calamidades rusas, en forma de concesiones para explotar recursos o incluso en forma de territorios que ahora están en disputa. De momento es, en mi opinión, la principal garantía de que Rusia no va a detonar un arma nuclear, como apuntamos más arriba, por la cuenta que le trae. Vemos también como países socios de Rusia en otros continentes comienzan a ver que no es un socio en el que se pueda confiar, por carecer de medios, y empiezan a buscar nuevos socios. Los movimientos de apertura a empresas americanas en Venezuela, por ejemplo, son un buen ejemplo, e intuyo que los veremos también Africa en un plazo relativamente breve. Por desgracia me temo que los defensores de la libertad en el país hermano van a ver como sus “socios” les abandonan en la lucha a mayor gloria de la Chevron, algo que cualquier historiador de las relaciones internacionales le ilustrará con numerosos ejemplos. De ahí que para emprender cualquier lucha contra el despotismo o la tiranía no se deba confiar nunca en apoyos externos sino fiar sólo en las propias fuerzas, siempre y cundo no estén infliltradas también como todo pare apuntar que allí aconteció.

Rusia se va quedando poco a poco sin amigos, como vimos en una reciente votación en la ONU sobre los territorios anexionados, no porque desaprueben la política de Putin, sino porque están viendo que no tiene ni medios bélicos ni dinero con el que apoyarlos en caso de ser necesario. Es otra consecuencia más del intervencionismo militar en materia de política exterior que,al igual que el intervencionismo económico estudiado por los austríacos, trae siempre consecuencias no previstas que inutilizan las consecuencias positivas que pudiese tener la intervención para la potencia agresora y causan a la vez problemas nuevos.
Pero intuyo que donde se podrá ver el mayor daño derivado de la intervención y subsiguiente derrota es en el ámbito de la política doméstica. Caben dos posibilidades, una es que los occidentales mantengan a Putin en el poder tutelándolo de forma indirecta, al estilo de lo que hicieron los americanos con Saddam en la primera guerra del golfo, en 1990. De hecho es lo que están haciendo ya cunado limitan la capacidad de combate de los ucranianos para que estos no lleven muy allá sus represalias, o cuando les mandan advertencias como el filtrado por la CIA de la información que vincula a los servicios de inteligencia ucranianos con el atentado contra la hika de Alexander Duguin. O tambiién cuando afirman ,como lo hizo hace unos meses Macron, que no hay que humillar a Putin. Nada más humillante que esto, pues le están perdonando la vida afirmando tácitamente que si quisieran lo borrarían del mapa. Pero un Putin tutelado podría ser mejor solución para los vencedores que el otro escenario en el que no quuede claro quien pude ser su sucesor y se desaten luchas intestinas entre las élites dominantes, pues no parece que una solución del estilo de promover a algún líder de las revuletass democráticas que se dieron en Rusia estos años, como Navaltny, pudiese ser capaz de imponerse, al menos a corto plazo. Aquí todos los escenarios están abiertos, incluyendo movimientos secesionistas en Chechenia, Ingushetia o Daguestán que bien podrían aprovechar la destrucción del ejército ruso para hacer efectivas sus demandas secesionistas sin que el poder ruso tuviese capacidad militar para poder afrontarlas con éxxito como hace veinte años. La familia Kadyrov no se caracteriza precisamente por ser muy leal a sus amigos, como bien pudimos ver con su padre que alguna vez cambió de bando en las guerras de Chechenia, aliándose con quien pensaba que iba a ganar y cambiando de bando cuando lo vió conveniente. Su hijo, el actual líder de los chechenos, parece haber heredado su forma de hacer política y ya ha manifestado algún gesto en la línea de que podría imitar la conducta de su padre.

Pero estos temas los analizaremos pormenorizadamente en algún artículo futuro analizando el discurrir de esta guerra.

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