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Pensar en los jóvenes y la herencia universal de 20.000 euros de Yolanda Díaz

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Artículo publicado originalmente en La Razón.

El Sumar de Yolanda Díaz ha prometido una herencia universal de 20.000 euros a cada joven que cumpla los 18 años. Se trata de propuesta descafeinada respecto a la idea original de Thomas Piketty (quien llegó a promover la transferencia de una cuantía siete veces superior) pero que, en todo caso, constituye un primer paso que acaso termine llevándonos a ese destino final. ¿Cuál es el propósito de esa medida? Redistribuir la riqueza para igualar las oportunidades vitales de los jóvenes, nazcan donde nazcan.

De ahí, por cierto, que Sumar plantee financiarla a través de un impuesto extraordinario a la riqueza: que la reducción patrimonial de las grandes fortunas sufrague un incremento patrimonial del resto de la población. Acaso la propuesta suene rocambolesca, pero desde luego no es de los peores planteamientos económicos que hemos escuchado durante los últimos años: se trata de una de las pocas ideas que pone el foco en la crecientemente descapitalizada situación en la que se hallan muchos jóvenes.

No en vano, el marco institucional de nuestro país tiende a proteger –incluso a enriquecer– a las personas de mayor edad frente a los jóvenes: éstos padecen un peor acceso al mercado laboral (por los altos costes de despido del personal indefinido), la cuasi exclusión del mercado inmobiliario (por las restricciones a la construcción y el progresivo incremento de los precios) y la sangría del sistema de pensiones públicas (agravada por este gobierno al revalorizar las pensiones según la inflación e incrementar las cotizaciones sociales).

Todo en contra de las nuevas generaciones y a favor de las generaciones ya consolidadas. Y, en este sentido, esta propuesta de Sumar cambia el foco y parece empezar a preocuparse por los jóvenes en lugar de centrarse exclusivamente en alimentar a la gerontocracia. Por supuesto, y desde un prisma liberal, no se trata ni mucho menos de la solución ideal: robar está mal y repartir el botín de lo robado, también.

Si se busca incrementar las oportunidades de los jóvenes, y es razonable que se busque, un camino compatible con las libertades individuales sería justamente liberar esas oportunidades: liberalizar el mercado de trabajo, el mercado inmobiliario y el mercado previsional. Pero Sumar no es, ni pretende ser, liberal y resultaría ilusorio esperar que abrazara propuestas liberales. De ahí que al menos haya que reconocerle el mérito de pensar en los jóvenes.

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