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Liberalismo, tradición e identidad personal

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Muchas veces se siente rechazo hacia el liberalismo por el hecho de no ser tradicionalista. Dicho más claro: un conservador siente que el liberalismo acabaría con todo tipo de tradición instaurada en una determinada región. O si no con toda, no estaría dispuesto a continuar en ella sólo por el hecho de ser tradición.

La distinción entre hombre y persona

Se debería comenzar analizando conceptos desde un punto de vista filosófico, resaltando la diferencia entre el “hombre” y la “persona”. El primero se refiere a aquella definición genérica de la humanidad como elemento de la naturaleza. Representa lo que todos compartimos en común, y que nos hace iguales entre nosotros. Lo que hace que un gato sea idéntico a cualquier otro de su especie.

La persona, sin embargo, se refiere al “yo”. Aquello que te hace diferente a otra persona. Ese autoconocimiento que te hace un ser consciente de aquello que haces. Bajo esta perspectiva, cada acción que realizas es irremplazable. Nadie puede hacer algo de igual forma que otro, porque entonces pasaría a ser parte de aquello que nos hace comunes. El simple hecho de ser, tener consciencia sobre ello y del “yo”, hace tus acciones únicas. Eres irremplazable precisamente por aquello que realizas.

Tradición a través de la lente de la individualidad

Teniendo en cuenta esto, nada que hagamos y que forme parte de una tradición tendría sentido catalogarlo como tal. Si es hecho por un “yo”, es algo irremplazable y, por tanto, no puede considerarse como una tradición. Si, por el contrario, esa tradición equivale o se explica bajo un factor externo, entonces no tiene nada de “persona”. Y por ello parecería algo carente de sentido o atractivo para continuar entre generaciones. Lejos de lo que puedan hacernos entender hoy día, realmente existe poco tejido autoritario tras las tradiciones españolas. Son una elección en la mayoría de las personas, más que actividades de carácter impuesto.

Podemos tomar la tradición desde la perspectiva que adoptó Aristóteles sobre la amistad. El filósofo dedicó un espacio significativo a explorar el concepto de amistad en su filosofía y le otorgó una alta importancia. La consideró una de las mayores virtudes, basada en el bien mutuo y en el reconocimiento del otro. Según Aristóteles, la amistad no implica renunciar al ‘yo’ en favor del otro, sino más bien reconocer y valorar a la otra persona, manteniendo la integridad de uno mismo.

Ética a Nicómaco

En su obra Ética a Nicómaco, Aristóteles distingue entre diferentes tipos de amistad: aquellas basadas en el placer, en la utilidad y en la virtud. Y se podría relacionar con el papel de la tradición en el tejido humano bajo estas definiciones.

A continuación correspondería hacer una exposición sobre la amistad puesto que es una virtud o le acompaña la virtud, y, además, es cosa muy necesaria para la vida, pues sin amigos nadie desearía vivir, aunque poseyera todos los demás bienes. ¿De qué sirve esta abundancia de bienes sin la oportunidad de hacer el bien, que es la más ejercitada y la más laudable hacia los amigos?

Aristóteles. Ética a Nicómaco.

La tradición, al igual que la amistad para Aristóteles, es una forma de trascender el «yo» y conectar con los demás, compartiendo una esencia común que va más allá de nuestra individualidad, aunque partiendo de ella. Así como en la amistad virtuosa ambos amigos se desean el bien el uno al otro por el mero hecho de ser quienes son, en la tradición encontramos un paralelo en el aprecio y la perpetuación de prácticas y valores no por beneficio personal inmediato, sino porque representan lo bueno y lo bello de nuestra cultura y sociedad.

Si bien la amistad podemos considerarla como algo relacionado con la vida íntima de una persona (en el concepto que la filosofía le da a esto), también se podría pensar que lo es la tradición y la forma de expresión que tiene en el ser humano.

Liberalismo y la elección de la tradición basado en la libertad

Por otro lado, cabría destacar también el papel de la filosofía en la definición de la libertad. La libertad es considerada activa, nunca pasiva. De existir una libertad que no se elige, que viene autoimpuesta, dejaría de atribuirse al “yo”, para hacerse algo común al “hombre”. Es por ello por lo que se considera la libertad como algo activo. Si nosotros elegimos la tradición bajo la libertad como individuos, entonces cabe pensar que existe un “yo” tras esa tradición que es común a muchos de nosotros. Visto que la tradición es algo intrínseco a la libertad, habría que pensar qué ocurriría con un sistema instaurado de liberalismo. Si nos centramos entonces en un sistema liberal, podemos considerar cuáles son aquellas de sus medidas que podrían confrontar con la tradición.

En primer lugar, liberales como Hayek reprochan que los conservadores pretenden frenar lo mejor que tiene el hombre, que es su aptitud para la aventura y para el progreso (*1). Continúa Hayek mencionando que «Los instintos éticos que hemos heredado solo responden parcialmente a las exigencias de una Sociedad Abierta (…). Esta Sociedad Abierta es incompatible con los códigos de comportamiento adquiridos en el pasado». Sin embargo, líneas atrás, así como también lo hace Hayek, hemos afirmado que el orden o el comportamiento se genera a partir de comportamientos individuales. Esto se puede llevar a un punto de vista de comportamiento en sociedad, la formación de leyes, y por supuesto también a la tradición.

El liberalismo en práctica: la apertura de fronteras y la evolución de las tradiciones

Una de las medidas últimas que tiene el liberalismo es la apertura de fronteras y el libre flujo de personas. Digo último, porque puede haber consenso a la hora de decir que, de querer llevar a cabo un sistema libertario fructífero, la primera medida no debería de ser la de abrir fronteras en una hipotética primera legislatura y bajo condiciones que favorezcan el efecto-llamada.

Una vez se puede dar ese último paso, y una vez existe un punto en el que exista un flujo libre de personas, es ahí (y no en otro punto) donde nos deberíamos preguntar si realmente un sistema de estas características podría hacer degenerar las tradiciones de un determinado lugar. Desde luego el único problema vendría dado de las antiguas tradiciones, y no de las nuevas, ya que estas habrían emergido en función de los intereses de los nuevos (o no) habitantes de una determinada región.

Tradición y libertad: herencia y elección

No me gustaría pasar por este punto sin citar a Manuel Pimentel, que dice, románticamente, que las tradiciones y formas de ser de una zona dependen de la región, y no de la cultura. Apuntaba que en época del Al-Ándalus el sur de la península tenía una forma de ser más abierta que la gente del norte. Que de la misma manera ocurrió con sus predecesores, los visigodos, y los romanos. Y que se mantuvo más tarde en la época cristiana.

El alma de una ciudad ni se pesa, ni se mide, ni, mucho menos, se fotografía. Sólo se percibe, sólo se siente, por aquellas personas sensibles que se acercan a ella con humildad, no para pedir, ni tampoco a dar, sino simplemente a comulgar con su esencia inasible.

La clave está en reconocer que, en última instancia, las tradiciones son vividas y llevadas adelante por individuos, cuyas decisiones personales dan forma al tejido colectivo de nuestra cultura.

Entonces, si bien podría existir un momento en el que antiguas tradiciones se enfrenten a las nuevas, estas no dejarían de existir simplemente por existir una forma de organización distinta. Pues la libertad de cada persona, a priori máximo exponente en el nuevo régimen, no debería de ceder tales gustos de no continuar con una tradición que no sólo se elige activa y libremente, sino que se considera esencial, al nivel de la amistad, para la coexistencia de las “personas” más allá de los “hombres”.

(*1) Álvaro Delgado Gal, Conservadurismo y revolución

Ver también

De bruces con el orden espontáneo. (Vicente Moreno Casas).

¿La globalización destruye las culturas locales? (Juan Morillo).

Cómo entienden la cultura la izquierda y la derecha. (Miguél Solís).

2 Comentarios

  1. Buen artículo sobre un tema complejo (la relación entre libertad y tradición),
    que al desentrañarlo TEÓRICAMENTE (siguiendo las enseñanzas de la Escuela Austriaca, o del libro de Edward Shils [1981] «Tradition»)
    a lo mejor nos dejaría delante del hecho de que, quizás, existen dos liberalismos (y la diferencia la marca cuál es, o qué entendemos por esencia del Derecho: un Derecho emergido en forma de instituciones espontánea en que todos somos iguales delante de la Ley –Derecho romano, common law anglosajona, Tribunal de las Aguas de Valencia, arbitraje comercial internacional, derecho mercantil medieval) vs el positivismo jurídico derivado de la revolución francesa hoy dominante–).

    Dos documentales interesantes sobre HISTORIA del choque entre conservadurismo y revolución:
    — «Metternich vs Napoleón: El principio del fin» (2021, Canal Arte)… aunque la versión original está en alemán (con la ruedecita aparece la traducción):
    https://www.youtube.com/watch?v=hZ2hsatSldw&t=101s

    — «Los tercios carlistas y su influencia en las victorias del frente norte» (2024, Alfonso Bullón de Mendoza):
    https://www.eldebate.com/historia/20240414/tercios-carlistas-influencia-victorias-frente-norte_182077.html


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