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Los principios de la política (I): el mito de Prometeo

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El término Política tiene sus raíces en el nombre de la obra clásica de Aristóteles, Politiká, que introdujo el término del griego (Πολιτικά, ‘asuntos de las ciudades’). Hablamos aproximadamente del año 350 a.C. Antes incluso que Aristóteles, Platón utiliza el mito de Prometeo para explorar diferentes temas filosóficos, como el origen de la humanidad y el florecimiento de su forma de organización. Lo hace en el diálogo Protágoras, que se centra en un debate entre Sócrates y el sofista Protágoras sobre la naturaleza de la virtud y su enseñanza. En el pasaje 320C-322D, Protágoras narra un mito para explicar su visión de la virtud.

El mito de Prometeo

Este mito se sitúa en un tiempo primero cuando los dioses aún no habían creado a las especies mortales. Los dioses encargaron a Prometeo y a su hermano Epimeteo distribuir habilidades entre estas criaturas. Epimeteo, encargado de la tarea, otorgó características diversas para asegurar su supervivencia; algunos animales recibieron fuerza, otros rapidez, algunos fueron dotados con armas, mientras que otros poseían habilidades de huida o defensa personal. Cuando llegó el momento de equipar al hombre, Epimeteo había agotado ya todos los recursos. Prometeo, viendo al hombre desprotegido, intervino robando el fuego y la sabiduría técnica de los dioses para darla a la humanidad, lo que les permitió desarrollar tecnología y cultura, pero sin otorgarles la sabiduría política necesaria para vivir en armonía, lo que originalmente solo Zeus podía otorgar.

Debido a esta falta de sabiduría política, los primeros humanos no pudieron formar sociedades estables; vivían dispersos y eran amenazados por animales salvajes. Al buscar convivir en ciudades para protegerse, se veían envueltos en conflictos internos por la ausencia del arte de la política. Viendo la posibilidad de que la especie humana pudiera extinguirse, Zeus decidió enviar a Hermes para dotar a todos los hombres de justicia y pudor, asegurando que todos los individuos poseyeran estas virtudes fundamentales para la convivencia en sociedad, estableciendo así las bases de la ordenación política y la cohesión social.

El ser humano como ser distinto

Ya en este mito se distingue al ser humano del resto de criaturas. Se representa la primera aparición del ser humano como ente corpóreo distinto. La explicación se da en que, como seres humanos, tenemos una corporeidad no especializada. Mientras que un animal cualquiera, como podría ser un águila, encuentra la progresión de la especie en su alta especialización y en instinto, nosotros los hombres nos desvinculamos a un medio. O, dicho de otra forma, para la naturaleza resulta difícil explicar para qué está diseñado un ser humano. Es por ello que, al hombre, le corresponde la vida social. Y con la vida social se corresponde la vida política.

La vida política

Mientras que las ciudades mesopotámicas eran de los dioses, en Grecia eran de los hombres. Mientras que en Mesopotamia existían Reyes Sacerdotes, en Grecia se cultivaba la política y la ciudad. La vida política es un tipo de vida que llevan los seres humanos. Y una vez se consolida la vida política, se comienza a reflexionar sobre las grandes cuestiones de la vida. ¿Por qué al ser humano le corresponde la vida política? ¿Qué relación hay entre el orden de la ciudad y el orden del universo? Estas grandes reflexiones ya se comenzaban a plantear, como muestra Platón a través del mito.

Los griegos fueron el origen del pensamiento como polis, lo que tiene que ver con lo que está dentro. Y por contraposición, nace la palabra bárbaro, «barbaroi», que era el término con el que se designaba a los extranjeros. Y todavía más lejano, más allá de los bárbaros, los griegos fueron los primeros en usar la palabra cosmos, que se referían al universo como un todo ordenado y estructurado, en contraposición al caos. Pero, además, «cosmos» también tenía un significado relacionado con el adorno y la belleza. Los griegos imaginaban y tenían la idea de que existía una materia eterna, que siempre había existido. De esa idea nace la concepción de que, a través del fuego, se obtienen las artes. En el mito, Prometeo roba el fuego del templo para dotar al hombre de estas artes. El fuego sirve también como metáfora de la chispa de la inteligencia.

La organización humana

Aterrizando esta idea, y si nos observara un supuesto ente no terrícola, se preguntaría cómo los seres humanos sobreviven como especie a través de la organización. La respuesta es simple: trabajando. Mediante aquello que con la iniciativa hace que puedan coexistir. Para sobrevivir, se han de poner ideas en común. Este trabajo es lo que diferencia la labor de una colmena de abejas (que está predeterminado), de la lógica y la puesta en común. Cuando no somos capaces de poner las cosas en común, surgen las guerras.

La vida política es necesaria para que los seres humanos cubran sus necesidades, permitiéndoles llevar a cabo una vida contemplativa y reflexiva, y realizar acciones libremente. A través de ello, se fomenta la realización de buenas acciones. ¿Y qué es bien de todo? Aquello que posibilite el desarrollo del ser humano según lo que es. Este bien debe posibilitar la máxima autarquía y promover la máxima capacidad operativa, siempre en un marco de libertad. En la ciudad tenemos que integrar la política para que el ser humano pueda resolver las máximas cuestiones del espíritu posibles. La vida política es la vida de seres libres que viven de una determinada manera.

La justicia…

En el mito, Zeus no reparte las mismas habilidades a todos los hombres. En una sociedad, no todos pueden ser médicos, o abogados. Necesitamos que unos hagan por los otros. Para que sea posible la vida humana, se necesita distinguir entre tipos de personas. Y para resolver los conflictos que puedan darse, se debe recurrir a la vida política. Al diálogo. Y aquí Zeus repartió la justicia. Sin embargo, a la hora de repartirla, lo hizo a todos por igual. Porque sin justicia, no habría ciudades: La vida política es aquella que adoptan las personas que valoran la justicia, pues solo ellas aspiran a que las acciones humanas se coordinen de manera que todos los bienes puedan ser compartidos –no necesariamente igualados–.

Sin embargo, incluso en las sociedades más libres, se presentarán imperfecciones. Sócrates, por ejemplo, encontró la muerte en una democracia, bajo circunstancias que no deberían haberse dado. Su experiencia sugiere que la vida social puede prevalecer sobre las consideraciones políticas y filosóficas. Los actos libres generan nuevas posibilidades, creando circunstancias que, antes de realizarse, eran impredecibles. Aunque los resultados de A y B pueden anticiparse si A y B ya existen, los actos nuevos surgen de actos libres.

… y su entorno

¿Vale la pena ser justo, o sólo para una determinada finalidad? ¿Vale la pena morir como Sócrates? Aristóteles decía que el ser humano es un viviente político por naturaleza. Ha sido dotado de lenguaje, de palabra. A diferencia de los animales, el hombre utiliza el lenguaje para hablar de lo justo y de lo injusto.

¿Existe aquello que es justo? ¿Hay algo que relaciona lo que es justo o no, y la verdad? ¿La justicia corresponde a la dimensión de la realidad, o de la verdad? ¿Lo que es justo o injusto es totalmente independiente de nosotros? Sería extraño, porque parecería que estamos predeterminados. Y aquí viene un concepto potente: si nosotros estableciésemos lo que es justo, nos tendríamos que definir nosotros, todos. No sería posible que existieran leyes injustas. Nos resistiríamos a hacer cosas que no son justas. No las haríamos porque no las entenderíamos. No podemos establecer lo que es justo meramente por nosotros, sería un imposible. Si establecemos aquello que es justo, a través nuestra, sin lugar a dudas, aquello que es injusto no tendría sentido para nosotros.

Tipos de justicia

Es por ello que se llega a otra posibilidad, y es que haya causas justas por naturaleza, y otras justas por legalidad. Si hay algo natural, viene predeterminado. Si es algo de carácter práctico, lo mandamos nosotros. Hay causas que son justas porque las mandan las leyes, y otras veces las mandan las leyes porque son justas. Conducir por la izquierda no es malo por sí mismo. Pero sí que lo es quitar una vida. Cualquier ley que establezcamos nosotros, necesitará complejidad y diálogo. ¿Y hay causas más justas que otras? En una última instancia, muchas causas dependen de otras.

Un relato interesante y relacionado aparece en la tragedia Antígona, de Sófocles. Narra la historia de Antígona. Tras la muerte de sus hermanos en una guerra fratricida, el nuevo rey de Tebas decreta que el cuerpo de uno de ellos, considerado traidor, no reciba sepultura. Antígona desafía este edicto regido por la justicia humana y decide sepultar a su hermano siguiendo lo que ella considera una justicia superior: las leyes no escritas y sagradas que dictan respeto por los fallecidos. Este conflicto entre lo divino y lo humano se convierte en un punto central de reflexión sobre la naturaleza y la legitimidad de las leyes que rigen las acciones y la moral en la sociedad.

Conclusión

El mito de Prometeo invita a reflexionar sobre la conexión entre nuestra corporeidad poco especializada, la necesidad de trabajar, la necesidad de integrar los logros laborales, y la necesidad de crear nuevos acuerdos para que todo lo anterior sea posible. El ser humano no puede avanzar sin la división del trabajo y la integración de los frutos de diversas actividades.

Debido a esta corporeidad poco especializada, el ser humano está por naturaleza dispuesto y requiere de una vida política; además, éste es capaz de desarrollar un lenguaje para discutir sobre lo justo y lo injusto. Esto nos lleva a preguntar: ¿Determinamos nosotros mismos lo justo y lo injusto, o estas nociones ya están preestablecidas por la naturaleza? En cualquier caso, parece esencial que el ser humano participe en la vida política, porque sólo así se vive verdaderamente como humano.

Ver también

Leo Strauss y la promesa de la filosofía política. (Daniel J. Mahoney).

Platón, admirador de Esparta. (Francisco Moreno).

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