En España ha pasado desapercibido porque tenemos problemas más importantes de los que ocuparnos, pero en las elecciones de Estados Unidos ha irrumpido un protagonista inesperado: una ardilla llamada Pnut. Este animal vivía tranquilamente con sus dueños, que lo rescataron cuando era una cría. Tenía su propia cuenta de Instagram con millones de seguidores, y cualquiera podía ver en sus miles de publicaciones que vivía bastante feliz. Y digo vivía porque a la ardilla la mataron este fin de semana. No fue un perro o un gato, ni unos desaprensivos, fue el Estado de Nueva York.
Las ardillas son animales silvestres. Parece lógico que no se deba tener en un domicilio un animal silvestre. El Estado legisla en ese sentido. Hasta aquí todo parece ir bien. El problema es que el Estado lo rigen los burócratas, y los burócratas son seres especiales que no se rigen por la lógica del resto de seres humanos. Lo explicó magistralmente Thomas Sowell:
Nunca entenderás las burocracias hasta que comprendas que para los burócratas el procedimiento lo es todo y los resultados no son nada.
Thomas Sowell
A los burócratas a los que llegó la denuncia sobre Pnut nunca se les pudo explicar nada. Ni que fue rescatada después de morir su madre atropellada, ni que era feliz con sus dueños, ni que tenía millones de seguidores a los que hacía feliz con sus vídeos. Dio igual. El procedimiento es claro. La burocracia dictaba que debía morir.
En nombre del medio ambiente
Otro aspecto que está llamando la atención son los recursos que se destinaron a este caso. Jueces y policías dedicaron horas a incautar una simple ardilla. Esto puede ser sorprendente en un Estado como el de Nueva York, con una delincuencia creciente. Pero lo cierto es que no lo es. El Department of Environmental Conservation de Nueva York tiene sus propios recursos, que no tienen nada que ver con los de los departamentos que deben atajar la criminalidad. Así, el Estado puede mantener diligencia sobre casos menores de política medioambiental, mientras que la seguridad ciudadana hace aguas. De hecho, es cada vez más evidente, sobre todo en España en estos aciagos días, que el Estado puede tener cada vez más recursos para invadir aspectos banales de la vida de sus ciudadanos, mientras que los temas urgentes son desatendidos negligentemente.
Pero no caigamos en el pesimismo. Las elecciones nos han traído algo de luz en la oscuridad. Por primera vez tenemos a un candidato a presidente saliendo de los corsés de los medios tradicionales. O como se les llama ahora en Estados Unidos, los legacy media.
Joe Rogan
Joe Rogan es el podcaster más importante del mundo. Es tan importante que su intento de cancelación fue el punto de inflexión del rodillo censor que la izquierda americana pasó durante la pandemia. Joe Rogan Is Too Big to Cancel, tituló el New York Times cuando fue evidente que Spotify no iba a renunciar a la principal estrella de su plataforma por la locura censora que desató la pandemia. Meses más tarde, Elon Musk compró Twitter y empezó el ciclo en el que estamos ahora.
Rogan hace algo que la televisión nunca ha podido hacer. Dejar que sus invitados hablen durante horas. Es un formato revolucionario que ha destrozado cualquier intento por parte de los medios tradicionales por competir por un público mínimamente formado. La mejor definición de su podcast la dio un usuario anónimo en Reddit, y vale la pena echarle un vistazo.
Que Trump se haya sometido a tres horas de podcast con Rogan no es algo menor. De hecho, es un hito sin precedentes. Tres horas de entrevista no guionizada con un político de ese nivel a pocos días de unas elecciones hubiera sido ciencia ficción hace diez años. Y una vez que se abre esa puerta ya es muy difícil volverla a cerrar. Si Trump gana este martes, ningún candidato podrá presentarse sin pasar por formatos similares.
Pero pase lo que pase hay un perdedor claro: la televisión. Es el fin de los formatos de 30 segundos para que alguien explique algo. El público está demandando otra cosa, y es algo que la televisión no puede dar. De hecho, empieza a ser tan evidente lo obsoleto del medio, que ya se empiezan a oír las primeras voces sobre algo que puede parecer chocante, pero que no deja de ser sentido común: la eliminación de la emisión en abierto de las televisiones.
Departamento de Eficiencia Gubernamental
Y hablando de eliminar cosas obsoletas, la victoria de Trump también puede traer un regalo que nadie esperaba hasta que la victoria de Javier Milei puso de moda la motosierra del recorte estatal. La nueva administración de Trump va a suponer la creación del Department Of Government Efficiency (D.O.G.E, no confundir con la altcoin Doge, de la que han cogido prestada las siglas). Este nuevo departamento va a estar liderado por Elon Musk, y podría contar con la colaboración de personajes tan importantes como Ron Paul.
Suena demasiado bien para ser verdad, y el tiempo dirá en qué queda esta promesa. Pero el debate ya existe. Elon lleva toda la campaña hablando de la importancia de reducir la burocracia y el impacto que este mensaje ha tenido es ya una victoria para todos.
Y no es el único tema en que las tesis liberales se están abriendo camino. Bitcoin ha tenido una importancia central en toda la campaña electoral. Con dos candidatos acudiendo a la convención de hace unos meses. Y con Trump felicitando el aniversario de la publicación del white paper de Satoshi.
Pase lo que pase el martes las tendencias son claras: la sobrerregulación estatal como un problema central de nuestras sociedades, los nuevos formatos a través de internet reclamando, al fin, el protagonismo central en el debate político nacional, y un nuevo dinero privado con potencial de cambiar el mundo que conocemos en pocas décadas. A Estado Unidos le esperan cuatro años fascinantes que marcaran su futuro como gran potencia mundial. Nos marcara el futuro a todos.
Ver también
Propuestas de Trump a favor de la libertad. (Daniel Morena Vitón).
Secuencia electoral alterada. (Andrés Ureña Rodríguez).
Trump, el antiliberal por excelencia. (Andrés Ureña Rodríguez).
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