El apagón energético del 28 de abril en España ha puesto de manifiesto la fragilidad de un sistema eléctrico excesivamente centralizado y regulado. Lejos de ser un incidente aislado, esta falla es una consecuencia directa de la intervención estatal en el mercado energético, que ha generado rigideces e ineficiencias.
La electricidad en España opera bajo un modelo de concentración, donde el Estado y unas pocas empresas reguladas monopolizan la generación, distribución y comercialización de la energía. Esta estructura impide una competencia real y dificulta la capacidad del sistema para adaptarse a imprevistos, dejando a millones de ciudadanos vulnerables ante fallos masivos.
Todo sistema es falible. Pero un fallo en un sistema descentralizado no provoca un problema generalizado. De vez en cuando, hay fallos en redes sociales y servicios digitales. Plataformas como WhatsApp, Facebook e Instagram han sufrido caídas globales en el pasado, pero, debido a la descentralización de servidores, algunos usuarios pudieron seguir accediendo mientras otros experimentaban interrupciones. Y, aunque Instagram deje de funcionar unos minutos, otros servicios, como YouTube, no fallan.
El sistema eléctrico español antes de la centralización
España no siempre operó bajo este modelo rígido. Antes de la creación de Red Eléctrica Española, el país contaba con un sistema descentralizado que permitía una mayor flexibilidad y adaptación ante imprevistos. ¿Cómo funcionaba ese sistema? Veamos su estructura antes de la centralización.
Esta estructura permitía una mayor competencia, evitando los problemas derivados de un monopolio estatal. Y, sobre todo, una mayor adaptación a las necesidades y características locales: donde había un salto de agua, se instalaba una hidroeléctrica; pero donde no había salto de agua y sí carbón, se creaba una central térmica. Un fallo en un punto de la red sólo afectaba a esa zona y no dejaba a España sin luz.
Diversidad de empresas y competencia en el mercado
Durante los años 60 y 70, el sector eléctrico español estaba compuesto por una variedad de empresas privadas y públicas que operaban de manera independiente. Este modelo descentralizado permitía que cada empresa optimizara sus recursos y respondiera a las necesidades específicas de su región, sin depender de una planificación centralizada.
La descentralización del sistema eléctrico tenía ventajas clave:
- Menor riesgo de apagones generalizados, ya que un fallo en una zona no afectaba al resto del país.
- Mayor innovación, con empresas compitiendo por mejorar la eficiencia y reducir costos.
- Adaptación a las necesidades locales, permitiendo el desarrollo de infraestructuras específicas para cada región.
El modelo descentralizado que predominó en España durante los años 60 y 70 demostraba una capacidad de resistencia a errores superior, ya que los fallos eran localizados y no afectaban a toda la red nacional. Sin embargo, con la llegada del gobierno de Felipe González (1982-1996), se inició un proceso de centralización y monopolización que alteraría por completo el mercado energético. En este contexto, surgieron dos actores clave: la creación de Red Eléctrica Española y la transformación de ENDESA en Grupo ENDESA.
El origen y evolución de Red Eléctrica Española y ENDESA bajo el gobierno de Felipe González
ENDESA fue fundada en 1944 como una empresa estatal dedicada a la generación y distribución de electricidad. Aunque era pública, permitía operar a otras compañías, tenía una producción descentralizada y generaba servicios añadidos. Por ejemplo, en Teruel, explotaba la central térmica de Andorra y creó la línea ferroviaria Escatrón-Andorra, uniendo estos dos pueblos de las provincias de Zaragoza y Teruel, respectivamente.
Incluso otras empresas públicas operaban en el mercado energético español, como la Empresa Nacional Hidroeléctrica del Ribagorzana (ENHER) o la Empresa Nacional Carbonífera del Sur.
En 1983, sólo un año después de la llegada de Felipe González a la presidencia del Gobierno, ENDESA pasó a ser Grupo ENDESA, adquiriendo gran parte de su competencia, tanto pública como privada. Ese año, la empresa pública absorbió empresas como Unión Eléctrica de Canarias, que operaba de forma privada desde 1930; Eléctricas Reunidas de Zaragoza, que operaba con capital privado desde 1911, aunque su germen, Electra Peral Zaragozana, fue fundada por Isaac Peral en 1893; y empresas públicas como ENHER y la Empresa Nacional Carbonífera del Sur.
Posteriormente, y siendo todavía pública (ya que ENDESA no se privatizó totalmente hasta 1998), fue adquiriendo otras empresas como Viesgo, que operaba desde 1906; FECSA, desde 1951, aunque su origen, la Sociedad Española de Electricidad, operaba desde 1881; o la Compañía Sevillana de Electricidad, desde 1894.
Ver los nombres de esas empresas y sus fechas de fundación nos da una idea de la descentralización, longevidad y estabilidad del mercado energético español. Empresas que han sobrevivido a diferentes formas de gobierno, a la Guerra Civil, incluso, algunas, al desmembramiento estatal con la independencia de Cuba, pero que no han podido sobrevivir a la intervención estatal.
Lo que sí se disgregó de ENDESA bajo el PSOE fue Red Eléctrica Española, separando producción y comercialización por un lado, y transporte energético por otro.
Red Eléctrica Española: la centralización y estatalización de la red de transporte
Red Eléctrica Española fue creada en 1985 con el objetivo de gestionar y operar la red de transporte de electricidad en España. Antes de su fundación, el sistema eléctrico estaba descentralizado, con múltiples empresas gestionando la transmisión de energía, organizadas de forma espontánea en compañías como las ya mencionadas.
El gobierno de González impulsó la creación de REE como una empresa pública con el propósito de garantizar la estabilidad del suministro eléctrico y mejorar la planificación del sistema energético. Poco después, REE se convirtió en el operador único de la red de transporte, monopolizando la interconexión entre las distintas regiones del país.
Una sociedad estatal que, como siempre ocurre en estos casos, sólo sirve para que ostente su presidencia alguien del partido del gobierno. En este caso, Beatriz Corredor, exministra de Vivienda con Zapatero y actualmente con un sueldo de medio millón de euros anuales, y con seis de los doce miembros de su consejo pertenecientes al partido del Gobierno.
Pero esto no es el problema; sólo es la consecuencia natural de una empresa pública. Lo problemático es creer que un sistema de planificación central pueda funcionar, y cómo este pensamiento afecta al libre ejercicio de la función empresarial.
Monopolios y falta de incentivos para la eficiencia
El monopolio estatal o cuasiestatal en la gestión de la red eléctrica ha llevado a una falta de incentivos para mejorar la infraestructura y garantizar un suministro estable. La ausencia de competencia significa que las empresas no tienen presión para optimizar costos ni para invertir en tecnologías que prevengan fallos masivos.
Los monopolios creados o protegidos por el Estado tienden a ser ineficientes, ya que no enfrentan la disciplina del mercado. Ni tienen el sistema de incentivos que ofrece el mercado ni pueden calcular de forma eficiente los precios.
Cuando el sistema era descentralizado, múltiples actores competían por ofrecer el mejor servicio, reduciendo la probabilidad de fallos sistémicos. Un fallo en una zona no afectaba a otras.
Regulación excesiva y obstáculos a la descentralización
Las políticas energéticas en España han favorecido la intervención estatal e impuesto regulaciones que dificultan la entrada de nuevos competidores. La burocracia y las restricciones a la generación descentralizada han impedido el desarrollo de alternativas como redes locales, generación distribuida y sistemas de almacenamiento independientes.
El apagón del 28 de abril es un recordatorio de los peligros de la centralización y el monopolio en sectores estratégicos. La solución no pasa por más intervención estatal, sino por una liberalización del mercado energético, permitiendo la competencia y la innovación. Un sistema descentralizado, basado en la libre empresa y la propiedad privada, garantizaría un suministro más estable y eficiente, evitando que millones de personas queden a oscuras por fallos en una estructura rígida y controlada por el Estado. La historia nos demuestra que los mercados libres, cuando se les permite operar sin trabas, generan soluciones más robustas y adaptables. Es hora de aplicar estos principios al sector energético y evitar que la intervención estatal siga poniendo en riesgo el bienestar de los ciudadanos.
Un problema mental… o no
Otro de los efectos perversos de los mercados regulados es que los agentes económicos no destinan recursos donde serían más útiles, sino donde hay menos trabas burocráticas o mayores subvenciones, desincentivando la innovación y la eficiencia.
En el sector energético, esto se traduce en distorsiones evidentes, como la sobreinversión en tecnologías subvencionadas con alta intermitencia, como la energía solar, mientras se bloquea la entrada de soluciones más robustas y autosostenibles. Pero el problema va más allá. Hay obstáculos burocráticos que generan servicios incompletos y que, lejos de mejorar el mercado, lo hacen más ineficiente:
- Empresas que venden sistemas energéticos “integrados” pero que obligan al usuario a gestionar múltiples aplicaciones desconectadas.
- Instaladores que ofrecen autoconsumo pero sin la opción de compartir excedentes, limitando el potencial del ahorro colectivo.
- Comercializadoras que imponen precios abusivos en la compra de excedentes, aprovechando la falta de competencia real en el mercado.
Sin embargo, dentro de este entorno hostil surgen oportunidades para quienes deciden actuar. El próximo 7 de mayo, la Asociación Liberal de Estudiantes publicará el informe “Luz a cero”, que analiza estrategias para reducir drásticamente la factura energética, e incluso eliminarla por completo. En él se presentan modelos de negocio como:
- Spock: una plataforma de compras colectivas de gas y luz que consigue precios realmente ventajosos al sindicar un gran volumen de consumidores.
- Cooperativas Energéticas: una consultora especializada en la puesta en marcha de cooperativas energéticas, que está teniendo un gran éxito en Aragón.
- Green Data Chain: minado de bitcoin con energía producida con purines de cerdos. Una forma de solucionar el problema de la evacuación de esos residuos y convertirlos en un activo.
- Wott: que ofrece participaciones en cooperativas energéticas, permitiendo que los clientes reduzcan su factura a cero y, al mismo tiempo, apoyen a familias en situación vulnerable con bonos de energía gestionados de forma descentralizada.
Con el objetivo de inspirar a más emprendedores y fomentar la competencia en el mercado energético, mis siguientes artículos en el Instituto Juan de Mariana analizarán modelos de negocio que desafían la planificación centralizada.
El apagón del 28 de abril ha sido una tragedia, pero también una advertencia. Es el momento de cuestionar la planificación central y de reclamar un mercado verdaderamente libre y descentralizado.
Los ciudadanos tienen dos opciones: dejar la producción energética en manos de burócratas o tomar el control de su propia energía, convirtiéndose en propietarios de los medios de producción y distribución para construir un sistema más sólido, resistente y descentralizado.
Es la hora de despertar leones.