El mes pasado se filtró un memo de la gendarmería francesa que ha causado bastante conmoción en el mundillo de la tecnología. En él se habla de Pixel, el teléfono inteligente fabricado por Google, y un sistema operativo opensource que puede ser instalado sobre él: GrapheneOS.
Los puntos principales del memo son los siguientes:
- Un Google Pixel con GrapheneOS instalado correctamente es actualmente el dispositivo móvil más resistente del mundo a la extracción forense, superior incluso al iPhone 16 Pro con Lockdown Mode.
- Tasa de éxito de extracción con herramientas actuales (Cellebrite Premium, GrayKey, MSAB XRY, Oxygen, laboratorios NSO): 0 % desde 2022 en dispositivos correctamente configurados.
- Posesión de un Pixel con GrapheneOS debe considerarse indicio fuerte de pertenencia a redes criminales organizadas (narcotráfico, terrorismo, ciberdelincuencia de alto nivel).
- Recomendación política: presionar a nivel UE para que la mera instalación de GrapheneOS sea considerada circunstancia agravante en procesos penales y para que se incluya en la próxima revisión de la ley “Chat Control / Going Dark”.
Como se puede ver, los dos primeros puntos son un elogio al fabricante del dispositivo y a los desarrolladores de su sistema operativo. Los dos siguientes son una amenaza muy seria por hacer tan bien su trabajo, pero curiosamente solo se dirige a uno de los responsables del éxito.
Google ha hecho un excelente teléfono. Entre sus muchas características está el chip Titan M2, que permite aislar la encriptación del dispositivo y hacer tremendamente difícil acceder a los datos sin la colaboración (PIN) del propietario. Pero Google es una gran empresa, y a las grandes empresas se las puede presionar para que faciliten a los estados algunas vías de acceso privilegiadas.
Ahí entran los desarrolladores de GrapheneOS, un sistema operativo que sustituye al Android que viene de serie con el teléfono. Ellos han completado el trabajo que Google no puede hacer, y convierten al teléfono en lo que la gendarmería francesa califica como «un dispositivo de grado militar».
En realidad, no tiene nada de militar. Simplemente cumple su función a un precio razonable gracias a que la tecnología actual lo permite. Tu teléfono es donde guardas tu información personal, accedes a la banca electrónica, tokenizas tus tarjetas de débito y realizas las comunicaciones con todo tu entorno. Que nadie, ni siquiera la policía, pueda acceder a él es lo deseable. Los chips y el software actual lo permiten a un coste asequible. No debería haber más polémica.
El inconveniente reside en que los privilegios se transforman en ley. Las fuerzas de seguridad del Estado han tenido acceso a la información de los investigados, salvo cuando estos contaban con recursos suficientes para ocultarla. Con los nuevos modelos de teléfonos y sus aplicaciones de comunicación encriptada, la mayor parte de los delincuentes cuentan con estos recursos. No es la primera vez que ocurre, los criminales tienen la mala costumbre de implementar las mejoras tecnológicas en su oficio.
Un cuerpo policial sensato asumiría que la tierra sigue girando y se adaptaría al cambio. Por desgracia en Europa prima la visión pastoril del ciudadano. Si las ovejas tienen acceso a nueva tecnología que dificulta su pastoreo, simplemente hay que prohibir esa tecnología. De esa premisa parte los ataques a la mensajería encriptada de Chat Control, y los memos amenazantes de la gendarmería francesa.
Las élites europeas no acaban de percibir que los avances en tecnología pueden ralentizarse, pero nunca detenerse. Y contra menos pinte Europa en el mundo (y cada vez pinta menos) su capacidad para frenar cosas se reduce. Los dispositivos van a seguir mejorando y la comunicación entre ellos va a ser más segura, entre otras cosas, porque se van a utilizar para intercambiar dinero. Y no precisamente los euros digitales del BCE.
Se podría dar la vuelta a la cita de Naval Ravikant: «the secret to investing is to invest in unstoppable people building inevitable things», y decir que el secreto de una regulación desastrosa es ir contra personas imparables que construyen cosas inevitables. Esos son los desarrolladores de GrapheneOS, los de Signal y SimpleX, y los de docenas de wallets que permiten operar con Bitcoin o stable coins.
La policía francesa no va a evitar que tengamos teléfonos seguros, ni ChatControl va a impedir que nos comuniquemos con encriptación a prueba de estados. Lo que sí van a conseguir es que Europa siga siendo un lugar apestado para cualquiera que quiera participar en las grandes oportunidades que trae el progreso tecnológico. Y una vez que parta ese tren ya no nos vamos a poder subir a él.

