El estadista y el empresario
El cerebro de Trump no es el de un estadista, sino el de un empresario empeñado en ganar a cualquier coste.
El cerebro de Trump no es el de un estadista, sino el de un empresario empeñado en ganar a cualquier coste.
A Colombia le espera un futuro atroz, infinitamente peor y más negro que este presente incómodo y, a veces, sangriento que hoy padece.
El peor de los 159 países escrutados el Índice de Libertad Económica es Venezuela.
Los republicanos eligieron al único candidato que podía perder frente a Hillary Clinton, y los demócratas a la única persona capaz de ser derrotada por Donald Trump.
Los polacos y los ucranianos demolieron sus dictaduras caminando y gritando consignas. Es cuestión de persistir.
Una parte sustancial de la población ha regresado a las andadas populistas, caracterizadas por esgrimir derechos y evadir responsabilidades.
El error de Santos es no entender las razones de sus enemigos para sentarse a negociar.
Vendrá la desbandada final. Empezará en el velorio cuando alguien, en voz baja, pregunte qué hacemos, y alguien, en el mismo tono, responda: hay que enterrar el sistema. No funciona.
En Venezuela pasan hambre. Es la revolución. No importa que sea el país potencialmente más rico del mundo.
El triunfo de Hillary puede venir del bando republicano inconforme con la candidatura de Trump, más o menos como sucedió con los “demócratas pro Reagan”