No existe mejor manera de asegurar los servicios públicos que una fiscalidad orientada al crecimiento y a aumentar las bases imponibles.
Pensar que abandonar las reformas va a calmar a los populistas es un error, como estamos viendo cada día desde Italia a Alemania.
Si no fortalecemos los pilares del crecimiento, no se salvará Europa, aunque se implementen parches.
El intervencionismo asume que la desigualdad es un efecto perverso, no una consecuencia de la prosperidad. Y la desigualdad es positiva.
Aprendamos de los errores de Alemania para avanzar en la descarbonización y la tecnología sin acudir a asaltar al consumidor.
El BCE se debería preocupar de lo que realmente puede hacer, que no es crear inflación por decreto.
La guerra de divisas es aquella que todos niegan y, a la vez, todos ponen en práctica.
La protección de los sectores rentistas no crea una Europa líder en tecnología, en valor añadido y en empleo.
Es inaceptable que Cataluña haya disparado su presión fiscal a medida que contaba con más autogobierno.