Dilbert, última víctima de los mass media
Uno de los lugares comunes en las conversaciones sobre la mala calidad de los contenidos de televisión en España es hacer referencia al programa La clave. Es curioso que un
Uno de los lugares comunes en las conversaciones sobre la mala calidad de los contenidos de televisión en España es hacer referencia al programa La clave. Es curioso que un
Los burócratas del ayuntamiento de Madrid se encontraron con un problema: no podían leer las tarjetas de estacionamiento con sus cámaras de control.
Debe cundir la desconfianza más absoluta contra cualquier político que provenga de la Abogacía del Estado.
La asimetría política es inestable por naturaleza. Históricamente, sólo se ha podido sostener por medio de la violencia.
Repartir dinero público entre segmentos de la población y presumir de ello es algo muy antiguo. Lo que verdaderamente es un logro de nuestra época es que sea una institución supranacional la que te esté financiando todo el embolado (las paguitas y su promoción).
Vivimos en un país donde despreciar lo material tiene un aura de respetabilidad. Es algo que habría de cambiarse, lo cual no ocurrirá de un golpe. En cambio, aún tenemos una sociedad lo suficientemente sana como para entender que defender tu vida es algo razonable.
Todo el revuelo lo achacan a la mala costumbre de los ciudadanos de no informarse por fuentes oficiales y creerse todo lo que ven por internet.
Los periodistas que trabajan en las redacciones no suelen ser las personas mejor dotadas intelectualmente de la sociedad. Por lo tanto, son incapaces de transmitir un hecho complejo, ya no digamos de simplificarlo.
Una de las historias más divertidas que nos ha dado la política en los últimos años fue aquella de las cremas de Cristina Cifuentes. Pese a que solo han pasado
El liberalismo debe compartir una sana desconfianza sobre las intenciones y la eficacia del Estado. Nos va mucho en ello.