El lenguaje económico (XXXV): Lo social (III)
El (mal) llamado presupuesto social es antisocial porque destruye el orden espontáneo basado en la libertad y el respeto a la propiedad.
El (mal) llamado presupuesto social es antisocial porque destruye el orden espontáneo basado en la libertad y el respeto a la propiedad.
El pasado mes vimos que el adjetivo social es espurio y que se utiliza principalmente para legitimar la acción redistributiva del Estado. La mayoría de la población ha aceptado como
Aun cuando sea tan equívoco el sustantivo «sociedad», mucho más lo es el adjetivo «social», que probablemente se ha convertido en la principal fuente de confusión de nuestro vocabulario moral y político´.
El free-rider es un beneficiario no intencional: no invade la propiedad privada y no viola la ley. Solamente se aprovecha de una circunstancia sobrevenida sobre la que no tiene control.
La eficiencia es «la mejor combinación de medios para fines establecidos» (Rothbard, 2016: 1). Normalmente, decimos que una cosa es más eficiente que otra cuando su relación utilidad-coste es superior.
¿Por qué se afirma que el mercado tiene «fallos»? Según Schumpeter, el origen reside en las exigencias del positivismo económico: «El ascenso general del rigor científico acabó por producir la
La crítica del «desatendimiento» es aún más absurda desde la óptica del consumidor; por ejemplo, en las zonas poco pobladas son precisamente las gasolineras automáticas las que atienden a sus clientes durante la noche o en días festivos.
Toda violación de la propiedad, per se, es ilícita y no tenemos obligación moral de pagar tributos a nuestro particular César —el gobierno— porque ninguna porción de nuestra vida, nuestro trabajo y nuestro dinero es suya.
En conclusión, el movimiento humanista busca un fin loable: mejorar las condiciones materiales de las personas, especialmente de aquellas más pobres; pero habitualmente yerra en el diagnóstico del problema: culpar a la economía de la pobreza en el mundo es como culpar a la física de las muertes por caídas al vacío.
Este consumo sacrificial, lejos de dar fruto, empobrecerá a los consumidores de la región, sostendrá artificialmente a las empresas menos eficientes e interferirá la adecuada asignación del capital.