El jueves pasado los accionistas de Tesla votamos por abrumadora mayoría aprobar un plan de incentivos el CEO de la empresa que podrían convertirle en el primer billonario (trillionaire) de la historia.
La incomprensión fuera de la comunidad de Tesla ha sido total. En parte por la polémica que siempre rodea a Elon Musk, pero sobre todo porque la mayoría de la población occidental sigue sin entender la diferencia entre el dinero y el patrimonio. Por lo que muchas personas piensan que Tesla (una empresa que cotiza actualmente por 1,4 billones de dólares) va a dar a su CEO un billón en efectivo como prima por objetivos.
La izquierda ha utilizado la polémica para lo mismo que lleva haciendo desde hace generaciones: profundizar en esta ignorancia para seguir explotando la envidia que anida en el corazón de todo ser humano.
Pero Elon no es un empresario normal. Y no solo no ha dudado en defenderse de los ataques, sino que lo ha hecho publicando una respuesta magistral que ya tiene más de diez millones de visualizaciones en su plataforma X:
You are a taker, not a maker. All you’ve done your whole life is take from the makers of the world.
The zero-sum mindset you have is at the root of so much evil. Once you realize that civilization is not zero-sum and that it is about making far more than one consumes, then it becomes obvious that the path to prosperity for all is just let the makers make.
La profundidad de esta respuesta no debería pasar desapercibida. La mayoría de las personas que están criticando a Elon desde el partido Demócrata no son precisamente pobres. Muchos de ellos son millonarios. Lo son por méritos propios o por vivir cerca del poder y acceder al dinero de otros que sí producen. Pero ambos tipos de personas son lo que Elon llama takers porque son personas que han decidido que no les interesa los juegos de suma positiva. Aspiran, por convicción o por ignorancia, a acceder a los recursos que otras personas generan como única forma de convivir en sociedad.
Hay cierta tendencia en el mundo intelectual y en el empresarial a quitar importancia al daño que hace la mentalidad de suma cero. Unos porque la comparten, o tienen que convivir estrechamente en una comunidad que sí lo hace, y otros porque entienden que es el peaje que hay que pagar para que te dejen seguir jugando a juegos de suma positiva.
Por eso es tremendamente importante que el empresario más exitoso de nuestra época hable tan claro; hay maldad en esta visión del mundo. Y hay especial maldad en aquellos que manejando patrimonios millonarios siguen anclados a esta visión.
Aunque tampoco hay que equivocarse y subestimar el problema. La incomprensión sobre el capitalismo está tan arraigada en nuestras sociedades que hasta sus defensores suelen caer en errores graves. Por ejemplo, unos días antes de la polémica de la compensación del CEO de Tesla la cantante estadounidense Billie Eilish declaró lo siguiente:
Estamos en un momento en el que el mundo está realmente malo y oscuro, y la gente necesita empatía y ayuda más que nunca, especialmente en nuestro país. […] Os quiero a todos, pero hay algunas personas aquí que tienen mucho más dinero que yo. Si eres multimillonario, ¿por qué eres multimillonario? Sin odio, pero dad vuestro dinero, shorties.
Las redes sociales se llenaron de mensajes destacando la hipocresía de que alguien con un patrimonio de 50 millones pidiera a otras personas repartir su dinero mientras ella no hacía lo propio con el suyo. Pero lo cierto es que se tendría que incidir en algo bastante más importante: en uno y otro caso no hay nada que repartir.
Las empresas de Elon Musk o de cualquier mil millonario cotizan a unos precios en base a los resultados que los inversores adelantan en los próximos años. No tienen ese dinero en caja. No lo pueden repartir con nadie. En el caso de la cantante pasa algo parecido. Su fortuna se basa en los contratos que debe cumplir. Si no sigue cantando parte de ese supuesto dinero desaparece.
O, dicho de otra forma: las acciones de Tesla tienen una liquidez mucho menor que el dinero en efectivo, especialmente en cantidades grandes. Se pueden intercambiar mil millones de dólares en segundos con apenas costes, pero no se pueden vender mil millones en acciones de Tesla sin asumir importantes descuentos. En el caso de Elon Musk ni siquiera podría liquidar una pequeña parte de su patrimonio en Tesla sin afectar gravemente a su precio, ya que este está vinculado en buena medida a su compromiso con la empresa.
Pero a parte de la ignorancia generalizada sobre el concepto de liquidez, existe un problema mayor en la polémica de los mil millonarios: la equiparación del patrimonio con la capacidad de consumo.
Como bien dice Elon, todo se reduce a algo muy sencillo: aportar al mundo más de lo que consumes. Cualquier persona que haga esto a nivel empresarial va a tener un patrimonio mucho mayor que la mayoría, pero se le va a acusar de lo contrario: de poder comprar más que el resto.
Si fundas una empresa que aporta al mundo un gran valor, y lo haces durmiendo en un saco de dormir en la oficina, siete días a la semana, sin casi ver el sol, un día no muy lejano tus acciones van a cotizar a un precio que permitirá a un cantante millonario echarte en cara que tienes el suficiente dinero como para salvar de hambre a media África. ¿Has consumido la comida de millones de africanos en el proceso? ¿te has bebido su agua? No, simplemente has dotado al mundo de un proceso productivo que ha incrementado la riqueza de todo el mundo, señalando a los inversores que lo correcto es seguir dotando a tu negocio de recursos para que profundice en su labor.
Pero eso no lo van a entender nunca los consumistas millonarios, porque para ellos el dinero es algo que le quitas a otra persona para consumirlo inmediatamente en tus necesidades. No existe el capital, no existe la inversión. Solo existe la tarta que hay que comerse antes que el repostero. Antes que nadie. Por suerte existen personas como Elon Musk. Y muchos festejaremos en el día que su patrimonio alcance el billón de dólares, porque eso significará que más recursos van a estar sus manos. En manos de un maker, en manos de un capitalista.


