El nuevo informe del Instituto Juan de Mariana desmonta uno a uno los mitos sobre la desigualdad que ha propagado la izquierda a lo largo de los últimos años. El documento presenta un análisis riguroso y basado en datos que aborda la evolución de la desigualdad de renta, riqueza y consumo en España y el mundo, recalcando el efecto contraproducente que tiene el intervencionismo económico en términos de promoción de la equidad y subrayando el desarrollo propiciado por los modelos de mercado. Los principales mensajes del documento, de más de 60 páginas de extensión, son los siguientes:
- La caída en desgracia del “socialismo real” ha invitado a la izquierda radical a reinventar su retórica política abrazando nuevos discursos como el de la “lucha contra la desigualdad”, una bandera que ha terminado siendo asumida de forma acrítica por la izquierda moderada y que también ha tenido influencia en el centro-derecha.
- Partiendo de las investigaciones de autores como Thomas Piketty y de las campañas de agitación orquestadas por organizaciones como Oxfam, gobiernos como el que encabeza Pedro Sánchez en España han puesto encima de la mesa un sinfín de propuestas fiscales orientadas a elevar la fiscalidad de las rentas altas y los grandes patrimonios, todo en nombre de la “lucha contra la desigualdad”. Poco ha importado que las tesis de Piketty o los trabajos de Oxfam hayan quedado sobradamente refutadas, puesto que la pretensión de fondo siempre ha sido la de reforzar el intervencionismo económico, de modo que la desigualdad ha sido una mera una excusa para avanzar en esa línea.
- En España ha ido a más desde hace años el pensamiento de suma cero, que ignora la creación de riqueza y solamente se preocupa por su redistribución. No sorprende que nuestros indicadores de renta se hayan alejado cada vez más de Europa y Estados Unidos, puesto que la popularidad de este tipo de discursos se traduce en la preferencia por políticas económicas obsesionadas con penalizar, obstaculizar y gravar la creación de riqueza.
- En los últimos doscientos años, la población mundial se ha multiplicado por ocho, pero la renta media se ha multiplicado por quince. Durante este periodo, la tasa global de pobreza ha caído del 90 al 9 por ciento, la esperanza de vida ha aumentado de menos de 30 a más de 70 años y el analfabetismo se ha desplomado. En las décadas más recientes, la mortalidad infantil se ha reducido hasta situarse por debajo del 4 por ciento, la prevalencia de la desnutrición ha caído un 25 por ciento y los años de vida perdidos por enfermedades han bajado un 30 por ciento. Por tanto, no solamente es falso que la era del capitalismo haya conducido al mundo a una situación de colapso del bienestar, sino que los indicadores de desarrollo han mejorado de forma sustancial.
- La igualdad no es sinónimo de progreso y la desigualdad no implica menos prosperidad. Países como Noruega, Países Bajos, Moldavia y Bielorrusia tienen un Índice de Gini muy parecido, de modo que su estructura de ingresos es muy equitativa. Sin embargo, los niveles de renta de Noruega (88.336 euros per cápita) o Países Bajos (49.670 euros por habitante) son mucho mayores que los de Moldavia (18.700 euros por cabeza) o Bielorrusia (6.675 euros por persona).
- Los países con economías más libres tienen un nivel de renta diez veces mayor que el de los modelos más socialistas e intervencionistas. Los niveles de desigualdad de renta de los primeros son menores que los de los segundos (con un Índice de Gini de 32,4 y 37,5 puntos, respectivamente). Por lo tanto, no solamente no debemos dar por bueno que un mayor peso del Estado en la economía conduzca a una mayor igualdad, sino que debemos refutar por completa esta afirmación, a todas luces falsa a la luz de los datos.
- En términos de riqueza promedio, el patrimonio del ciudadano medio en España y otros países como Alemania, Estados Unidos, Francia, Reino Unido o Suecia se ha multiplicado por siete durante el último medio siglo, sobre todo por la mejora de las tasas de vivienda en propiedad y el crecimiento del ahorro financiero. El porcentaje de riqueza en manos del 1 por ciento más acaudalado ha caído del 60 al 20 por ciento del total nacional en el caso de España, exhibiendo caídas similares en otros países de nuestro entorno. La riqueza controlada por las élites económicas suponía el 75 por ciento del total nacional a comienzos del siglo XX, pero en la actualidad tiene un peso relativo que ronda el 25 por ciento.
- En términos comparados, el Índice Gini muestra que España es uno de los países con menos desigualdad de riqueza de toda la Unión Europea. Alcanzamos un resultado de 0,69 puntos en esta métrica, frente a los 0,88 de Suecia o los 0,78 de Alemania.
- La desigualdad de renta que presenta España es similar a la que tenía nuestro país en la segunda mitad del siglo XIX, con la diferencia de que la renta nacional es ahora 13,5 veces más grande que entonces. De nuevo, vemos que igualdad y bienestar no son sinónimos. Además, aunque los resultados alcanzados en el Índice de Gini de renta fueron a más tras la Gran Recesión, lo cierto es que llevan una década bajando, con la excepción del repunte observado en 2020-2021, coincidiendo con la pandemia del coronavirus. El Índice de Gini de desigualdad de renta llegó a ser de 34,7 puntos en 2015, pero se redujo a 31,5 puntos en 2023. Además, la evolución al alza que describió este indicador durante la Gran Recesión estuvo relacionada, en un 80 por ciento, con el comportamiento del paro, de modo que el problema de España nunca fue uno de desigualdad, sino de exclusión laboral derivada de un desempleo masivo que se empezó a revertir con la flexibilización del mercado laboral aprobada en 2012-2013. En clave europea, la desigualdad de renta está ligeramente por encima de la media pero, si ajustamos los datos para tomar en cuenta el efecto renta de la propiedad de vivienda, el resultado alcanzado por nuestro país es inferior al promedio comunitario.
- La desigualdad de consumo en España es casi idéntico al promedio europeo (0,16 en nuestro caso, 0,15 en la UE). Con todo, lo cierto es que, desde 1960 hasta nuestros días, el coste relativo de adquirir numerosos bienes y servicios se ha abaratado ostensiblemente, experimentando una de las mayores caídas del mundo desarrollado en lo tocante al número de horas de trabajo requeridas para obtener ingresos con los que cubrir necesidades básicas o productos de uso común. La abundancia observada en el acceso a tales recursos es hoy 18 veces mayor que en 1960.
- Los informes sobre la desigualdad publicados por Oxfam en torno al Foro Económico Mundial de Davos incurren en distintos errores conceptuales que conducen a conclusiones tremendamente sesgadas sobre la desigualdad. El prisma que adopta la ONG refuerza un relato falaz que perpetúa el pensamiento de suma cero, pero sus trabajos carecen de rigor analítico y solamente se explican por la pretensión de captar fondos a base de cultivar un mensaje alarmista que no se corresponde con la realidad de la riqueza y el desarrollo a nivel mundial.
- Los ricos de hoy no son los mismos de ayer ni de mañana. Si tomamos como referencia el ranking de las personas más ricas de España en 2024 y lo comparamos con los datos para 1978, encontramos que solamente hay nueve personas (o descendientes) que figuran en el “top 50” de ambas ediciones. Solamente el 18 por ciento de las élites económicas de la Transición siguen en dicha posición, mientras que el 82 por ciento de quienes hoy destacan en esta rúbrica no tenían la misma suerte en 1978. El hecho de que la mayor fortuna de España sea la que amasa Amancio Ortega nos muestra que no tiene sentido pensar que los ricos de ayer son los mismos de hoy o de mañana. El 70 por ciento de los grandes patrimonios observados a nivel mundial corresponden a personas hechas a sí mismas.
- España es uno de los países de la OCDE con mayor elasticidad de ingresos entre una generación y la siguiente. Esto significa que somos una de las economías desarrolladas donde los ingresos de los hijos están menos determinados por la renta de los padres. Asimismo, en los indicadores de igualdad de oportunidades vemos que España se sitúa en el promedio de la UE.
- Aunque los promotores del igualitarismo hablan siempre de subir impuestos para reducir la desigualdad, la incidencia de los gravámenes aplicados sobre la renta tiene un peso anecdótico sobre la reducción de la desigualdad de renta en España (apenas la aminoran un 4 por ciento), mientras que el efecto del Impuesto sobre el Patrimonio es, directamente, contraproducente, puesto que aumenta, no reduce, la desigualdad de ingresos. En cambio, las políticas inflacionarias que hemos venido observando en España sí resultan tremendamente regresivas. Ocurre lo propio con la ineficiencia de las transferencias y ayudas sociales, que hacen que nuestro país figure entre los ocho países de la UE donde el llamado Estado de Bienestar tiene un menor efecto en la reducción de la desigualdad de ingresos. La clave, pues, no está en subir impuestos y gastar más, sino en bajar la presión fiscal y en gastar mucho menos y, además, hacerlo de manera marcadamente más eficiente.
- Al considerar los ingresos y gastos de las familias españolas, vemos que solamente los hogares de más de 65 años presentan una mejora neta en sus ingresos al tomar en cuenta los ingresos que les genera el sector público y los impuestos que pagan al mismo. En cambio, el resto de los hogares son contribuyentes netos y las familias más jóvenes presentan mayores indicadores de pobreza y tasas más altas de esfuerzo fiscal neto. Esta situación está generando desequilibrios intergeneracionales cada vez más preocupantes.
Leer informe.