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Informe crítico con el feminismo a escasos días del Día internacional de la mujer [nuevo informe de mitos y realidades]

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Los argumentos esgrimidos por los movimientos feministas carecen de rigor en muchos casos, pecan de victimismo, polarizan y reducen toda situación a la opresión masculina y al capitalismo.

Madrid, 4 de marzo de 2019.-

Nos complace convocar a la prensa y al público general a la presentación oficial del informe del Instituto Juan de Mariana ‘Mitos y realidades del feminismo’, que tendrá lugar el próximo 7 de marzo a las 12.00 en UFM Madrid (C/Arturo Soria, 245, Madrid).

A unos días de la huelga feminista del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, el Instituto Juan de Mariana publica un necesario informe, englobado en su colección de Mitos y realidades, en el que se abordan algunos de los temas principales que vertebran el discurso del feminismo dominante en Occidente en general y en España en particular. Todo ello para otorgar una herramienta que sirva para analizar de forma crítica aquello que durante mucho tiempo ha sido aceptado sin apenas discusión.

El informe ha sido elaborado por Irune Ariño (subdirectora del Instituto y coordinadora del informe), Francisco Capella (socio fundador del IJM), Santiago Calvo (doctorando en Economía y colaborador del Instituto) y Cuca Casado (enfermera, máster en Psicología Legal y Forense y colaboradora de esta institución).

Principales conclusiones del informe

El feminismo es uno de los movimientos políticos y sociales más exitosos de la época moderna. Su importancia radica sobre todo en la consecución de cambios legislativos que han equiparado a las mujeres con los hombres: el derecho de sufragio activo y pasivo, el acceso a la educación secundaria, el derecho al trabajo, la igualdad ante la ley y los derechos sexuales y reproductivos. Pero el feminismo que ha dominado en Occidente en las últimas décadas no sólo comparte los postulados del marxismo cultural sino que es un producto de sus tesis. Se caracteriza por otorgar un papel esencial al relato de la opresión del hombre sobre la mujer, y más concretamente del hombre occidental, caucásico, heterosexual y de clase media. Ese relato considera que las diferencias existentes entre hombres y mujeres en ningún caso tienen un componente biológico o evolutivo, sino solamente cultural;  presenta a las mujeres como víctimas que tienen que estar tuteladas por el Estado y estigmatiza a los hombres, culpables de machismo por definición.

Este feminismo culpabiliza al hombre a través del patriarcado y señala al capitalismo como su principal aliado. El capitalismo fomentaría la división sexual del trabajo y, por lo tanto, las diferencias entre hombres y mujeres, así como la desigualdad de las mujeres con respecto a los hombres. El capitalismo habría mercantilizado los cuerpos y privatizado la mayoría de los aspectos privados de las mujeres: la sexualidad (prostitución), la reproducción (maternidad subrogada), la maternidad y las tareas domésticas (no remuneradas).

Además, sobredimensiona y dedica más esfuerzos a aquellos problemas menos graves en aquellos sitios donde las cuotas de igualdad son más elevadas. Para ello, utiliza un discurso victimista que presenta a todas las mujeres como indefensas frente a la tiranía de todos los hombres y necesitadas de ayuda estatal para empoderarse y conseguir su libertad. Se ha enfocado en el intento de moldear la sociedad a través de la legislación, lo que ha generado una red clientelar de organizaciones subvencionadas. Este discurso ha ido ganando espacio y aprobación, tanto en la mayoría de medios de comunicación como en los partidos de todos los colores; ha polarizado debates legítimos y necesarios como el de la violencia en la pareja, el aborto o la prostitución; y ha construido un relato que divide a los ciudadanos en buenos y malos.

Este informe busca refutar los siguientes cinco mitos que han defendido las feministas occidentales en las últimas décadas:

Mito 1: Solo existe un feminismo, una forma de abordar los “problemas de las mujeres”, que debe oponerse al capitalismo y reclamar la intervención del Estado.

Realidad: No se puede hablar de feminismo en singular sino de feminismos en plural. El movimiento feminista no solo ha sido muy diverso a lo largo de la historia sino que en cada uno de los períodos han convivido corrientes en muchos aspectos incluso antagónicas. Aunque ahora parezca que hay una sola forma de entender y vivir el feminismo, no es así. La visión que se ha impuesto en las últimas décadas en Occidente es reduccionista, polarizante e intervencionista. Reduccionista porque achaca todos los «problemas de las mujeres» a la opresión masculina (el patriarcado); polarizante porque divide entre buenas y malas feministas y, todavía peor, entre buenas y “malas” mujeres (a las últimas las considera alienadas); e intervencionista porque considera que el Estado debe tener un papel clave en la solución a esos problemas: sin su intervención las mujeres permanecen oprimidas, no están protegidas o no pueden llegar a posiciones de poder.

Mito 2: Las diferencias entre hombres y mujeres han sido construidas socialmente por la moral patriarcal y no se basan en aspectos biológicos.

Realidad: Las diferencias entre hombres y mujeres son reales, tienen fundamentos biológicos y son evolutivamente adaptativas como consecuencia de sus diferentes roles y estrategias en la reproducción sexual. La cultura no lo es todo, no es una mera herramienta de opresión patriarcal y puede servir para generar patrones e instituciones que facilitan la cooperación sexual, familiar y social. Estas diferencias en capacidades (mayores en lo físico, muy pequeñas en lo intelectual) y preferencias (hombres más sistematizadores y orientados a cosas y mujeres más empáticas y orientadas a personas) explican las asimetrías en la división del trabajo y los distintos roles familiares y sociales.

Mito 3: Las mujeres no perciben la misma remuneración por realizar el mismo trabajo que los hombres, ni tienen las mismas oportunidades que estos de llegar a puestos de alto mando, por eso la discriminación positiva es una medida necesaria.

Realidad: Para hablar de la brecha salarial entre hombres y mujeres, se suele usar una trampa estadística: las mujeres, en media, cobran menos que los hombres (algo que es cierto). La explicación que se suele dar alude a la discriminación que padecen en el mercado laboral (algo que es falso). Una vez ajustada la brecha salarial por las características individuales de los trabajadores, esta es del 5,2% y viene explicada en gran medida por la penalización que supone para las mujeres la maternidad, que se debe fundamentalmente a la libre y consensuada elección de las parejas. Esto también permite explicar que las mujeres ocupen en menor proporción cargos de responsabilidad: el techo de cristal no se debe a cuestiones de discriminación. Las políticas de igualdad que buscan revertir esta situación son ineficaces e injustas: por un lado no evitan que las mujeres se decanten por trabajos menos remunerados o que prefieran dedicar más tiempo a las tareas del hogar (como sucede en gran medida en los países nórdicos), y por otro, imponen a todos un único modo de vida laboral y doméstica. El libre mercado es el sistema que más ha ayudado a las mujeres a ser libres y a no depender ni de los hombres ni del Estado.

Mito 4: La prostitución y la gestación subrogada cosifican y explotan a la mujer, cuya decisión nunca es auténticamente libre por su situación de necesidad o por ser víctima de violencia.

Realidad: El argumento que apela a la cosificación o supuesta explotación que producen en las mujeres la gestación subrogada o la prostitución pertenece a la categoría de objeciones semióticas o simbólicas, que son fruto de convenciones culturales características del discurso marxista y no de realidades objetivas y medibles. La motivación económica que, como con cualquier otra actividad económica, puede inducir a las mujeres a ofrecer sus servicios sexuales o como gestante no es un argumento válido para prohibir estas actividades. Las decisiones que toman las personas adultas de forma libre y voluntaria (sin coacción) deben ser respetadas, aunque estas nos parezcan inmorales o degradantes.

Mito 5: La violencia que se ejerce en el seno de las parejas heterosexuales es exclusivamente machista, lo que justifica una mayor criminalización de los hombres.

Realidad: Según las evidencias científicas, la violencia en la pareja íntima (heterosexual u homosexual) responde a múltiples factores: la personalidad tipo antisocial, una escasa gestión de las emociones, la presencia de genes relacionados con la agresividad, una situación socioeconómica inestable, la desestructuración familiar, una historia de abusos en la infancia, el consumo de sustancias adictivas, vínculos fraternales y comunitarios deficitarios, etc. Los factores biopsicosociales y ambientales, además de los culturales, presentes tanto en hombres como mujeres, confirman que la violencia es inherente al ser humano y que cualquier persona, independientemente de su sexo, género, raza, orientación, etc., hará uso de la misma para imponerse sobre los demás. Es cierto que aunque la violencia dentro de la pareja es simétrica, los daños producidos son asimétricos.


Recursos adicionales:

  • Descargar completo el informe en este enlace.
  • Descargar nota de prensa en pdf.

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