El renacimiento español y Juan Luis Vives

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Recuerda el Profesor Abellán, en su Historia del Pensamiento Español, que Ortega y Gasset (1883-1955) sostuvo que en Espala no hubo Renacimiento, propiamente dicho. Y es que, aunque sorprenda, durante el siglo XIX y comienzos del XX hubo en Alemania toda una escuela inspirada en las Lecciones de Filosofía de la Historia de Hegel (1770-1831), que negó la existencia del Renacimiento en España. Hegel sostuvo que el Renacimiento, salvo en Italia, consistió en la Reforma Protestante, y los adversarios de la reforma religiosa, como España, representaron el espíritu anti-renacentista.

Sobre el olvido y menosprecio hacia la cultura hispánica, recordaba Juan Valera (1824-1905) que, en los siglos XIX y XX, surgió en el alma española una súbita admiración hacia lo extranjero que nos hizo imitadores exagerados y hasta grotescos, a veces, de lo foráneo. Se llegó al desprecio e incluso a la negación de lo propio, exagerando nuestros defectos y carencias y olvidando o no reconociendo nuestros aciertos y nuestras obras. Dos siglos en los que la intelectualidad en su mayor parte y la opinión ilustrada española aceptaron de modo acrítico la Leyenda Negra. Se llegó a negar la ciencia española, la filosofía española y, muchas veces, hasta la literatura y el arte españoles. Igual que se olvidó y hasta se maldijo la obra civilizadora de España en el mundo, especialmente en América.

Algo se ha aliviado en los tiempos más recientes esa dolencia gracias a los esfuerzos de muchos, como Menéndez Pelayo, Juan Valera, Menéndez Pidal y también el citado José Luis Abellán. Pero, en este siglo XXI, no estamos aún sanos y no nos hemos liberado de esos furores anti-españoles tan propios y habituales entre los hispanos de ambos hemisferios.

En el apogeo del Renacimiento

Juan Luis Vives (1492-1540), fue una de las dos cimas del pensamiento renacentista en su gran momento de esplendor, el primer cuarto del siglo XVI. Y fue también el filósofo del círculo de Erasmo de Rotterdam (1466-1536), los “erasmistas”. Erasmo de Rotterdam fue la otra cumbre de ese momento cenital del Renacimiento. Lo que Erasmo significó en el ámbito de la teología y del espíritu religioso, lo representó Vives en la filosofía y en las ciencias. Ambos mantuvieron una intensa relación, inicialmente de maestro y discípulo, que derivó en amistad entre ellos y con el inglés Santo Tomás Moro (1478-1535). Erasmo, Vives y Moro, conformaron una unidad espiritual en ese momento de apogeo renacentista que fue el “erasmismo” y también el grupo más esclarecido en el esfuerzo de renovación intelectual del siglo XVI.     

Erasmo encontró en España siempre lectores y seguidores, y una comprensión y protección que no tuvo ni en su Holanda natal. Tuvo el apoyo del Emperador Carlos V, que lo admiraba, y la amistad y protección de tres de los principales Inquisidores Generales de entonces, como Cisneros (1436-1517), Adriano de Utrecht (1459-1523) o Alonso Manrique (1471-1538). Adriano de Utrecht, además, fue Regente de Castilla (sustituyendo a Cisneros en 1517) y luego Papa, Adriano VI (1522). Una protección que también tuvo Vives que, pese a que no hay dudas de la sinceridad de su catolicismo, pertenecía a una familia de judíos conversos que padeció una persecución de la Inquisición que llegó a extremos que causan asombro y pavor.

Vives perteneció a la generación siguiente a la de Cisneros y Erasmo de Rotterdam. En su generación también figuraron otros grandes pensadores del Renacimiento Español, como Francisco de Vitoria (1483-1546) o Ginés Sepúlveda (1490-1573), además del propio Vives. Una generación que ejerció su magisterio universal y que, en España, educaría a la siguiente y última generación renacentista española, la de los grandes pensadores jesuitas de la Escuela de Salamanca, como Suárez, Mariana, etc., que tomaron el relevo a finales del siglo XVI.

Reformulación de la filosofía

La filosofía de Vives no está sistematizada en uno o unos pocos textos, sino distribuida en el conjunto de su obra. No perteneció a ninguna escuela, sino que más bien fue el creador de la Escuela Española de Filosofía, que continuarían los maestros de la Escuela de Salamanca que le siguieron. Una escuela que no daría preferencia a Platón, ni a Aristóteles, sino que se interesaría solamente por lo perenne que hay en la filosofía. Vives fue un espíritu universalista y libre, que avanzó ideas innovadoras en múltiples materias científicas, filosóficas, teológicas, lingüísticas, pedagógicas y políticas.

En su obra, Vives propuso acciones en favor de la paz internacional, la unidad de los europeos y la educación, y hasta a la atención de los pobres. Entre sus obras destacan los Tratados Sobre el alma y la vida (1538), De Prima Philosophia, De Disciplinis (1531) y Sobre la verdadera Fe Cristiana (1543, póstuma), obra esta última en la que reiteró su adversa posición a la Reforma Luterana. El mayor mérito de Vives como filósofo fue su contribución a la restauración de la filosofía, tras la crisis de la escolástica tradicional del medievo, patente a finales del siglo XV.

Su obra fue un esfuerzo para rescatar el platonismo y el aristotelismo medieval, depurado éste de las interpretaciones rigoristas de la escolástica y de los excesos logicistas y deductivistas, que anticipó las objeciones de Kant (1724-1804) , al “dogmatismo” (idealismo), en su Crítica de la Razón Pura. Con esa revisión crítica, Vives preparó el terreno intelectual para la renovación escolástica que abordaría la Escuela de Salamanca en la segunda mitad del siglo XVI y que culminaría Suárez (1548-1617) en sus Disputationes Metaphysicae. Siguiendo la senda abierta por Vives, Europa abandonaría definitivamente el universo mental del mundo teocrático de la Edad Media, abriendo las puertas al mundo antropocéntrico del humanismo renacentista y a la modernidad.

Replanteamiento de ciencias y saberes

Juan Luis Vives, más que formular grandes teorías o sistemas, tuvo un propósito de integración y continuidad. Vives fue consciente de que las líneas de continuidad del nuevo espíritu renacentista, respecto al medievo, eran mucho más importantes que las líneas de ruptura, pese a que fueran estas últimas las distintivas del nuevo espíritu. Vives fue el iniciador de la síntesis superadora de las diferentes tendencias de la escolástica medieval (nominalistas, realistas y pre-empiristas), que necesitaba el pensamiento europeo a comienzos del siglo XVI. Su filosofía fue sustancialmente la de Santo Tomás de Aquino, aunque incorporó algunas peculiaridades, como la ética platónica, que le separan de la escolástica tomista.

Durante los siglos XVI y XVII, la influencia de Vives se proyectó sobre la siguiente generación de la denominada Escuela Española o Escuela de Salamanca, especialmente sobre Francisco Suárez (1548-1617) y su renovación escolástica, y sobre la filosofía de la historia de Juan de Mariana (1536-1624). En el siglo XVIII, Vives sería ampliamente citado y estudiado por las dos grandes figuras de la Primera Ilustración Española, el también valenciano Gregorio Mayans (1699-1781) y el Padre Feijoo (1676-1764). Y todavía, en el siglo XIX, tendría Vives nuevos momentos de esplendor, con Jaime Balmes (1819-1848) y con Menéndez Pelayo (1856-1912).

Jaime Balmes, gran conocedor y estudioso de la obra de Vives, se inspiró en él en la composición de su obra El Protestantismo comparado con el catolicismo, en sus relaciones con la Civilización Europea, publicada en 1842, texto fundamental de Balmes, en el que recreó con más detalle la crítica de Vives al protestantismo, en su polémica con el francés Guizot (1787-1874).  Y fue recuperado por otro gran estudioso de su obra, Menéndez Pelayo, que reivindicó en La Ciencia Española el papel de Vives en la creación y en la definición del método científico moderno. También reivindicaría su importancia en la filosofía, especialmente en la filosofía española. Para Menéndez Pelayo, es en los saberes científicos donde mejor se aprecian las innovaciones de Vives. Nuevos saberes que, a comienzos del siglo XVI, ya despuntaban con sus perfiles actuales.

No fue Bacon (1561-1626), Lord Verulam, el hombre que ideó el método científico, el que fundó en la observación y en la experimentación la base del conocimiento científico, y quien estableció los fundamentos del método inductivo. Previamente, había sido Vives, especialmente en De Disciplinis, quien había destacado los aspectos fundamentales sistema de conocimiento científico, que derivaba de la observación, de la experimentación, de la medición para, mediante el método inductivo, establecer leyes generales de la naturaleza.

Vives y la Reforma Protestante

Vives no permaneció ajeno al más grande acontecimiento político-religioso de su época, la Reforma Luterana (1517) y la ruptura de la Cristiandad tras la aparición del protestantismo. Con las excepciones de España y Portugal que, con consentimiento pontificio, habían reformado sus iglesias nacionales durante los años finales del siglo XV, todos los países europeos se vieron sacudidos por la oleada protestante, incluso los que quedarían definitivamente en el lado católico, como Francia, Polonia, Italia del norte, Irlanda, Bélgica, Hungría y el sur de Alemania.

El protestantismo alcanzó mucho éxito en sus momentos iniciales. Un éxito transversal, que diríamos hoy, pues Reyes y nobles vieron la ocasión de hacerse con los grandes patrimonios territoriales eclesiásticos de monasterios y abadías, y la población pobre aspiró a satisfacer su necesidad mediante el saqueo de esos mismos monasterios. Toda Europa se vio sacudida por violentas convulsiones político-sociales, como la Revuelta de los Caballeros (1523) o la Guerra Campesina de Alemania (1524-1525), entre otras muchas. Durante el siglo XVI, se extendió el protestantismo por casi toda Europa.

Predestinación y libertad

El protestantismo abrió el debate de la predestinación, que es una formulación religiosa del determinismo. La predestinación consiste en considerar que, una vez que el hombre ha nacido, ya es demasiado tarde para salvarlo o condenarlo, pues el plan de Dios otorga a cada uno su destino final desde el principio, haga lo que haga. La predestinación, más allá de sus implicaciones teológicas y religiosas, abrió el camino a todos los determinismos modernos, tanto religiosos, como raciales, sociales o políticos, como el socialismo.  

La oposición radical entre el espíritu renacentista y las tesis protestantes quedó patente en la obra de Lutero De Servo Arbitrio (la voluntad esclava), escrita en 1525, como réplica a la de Erasmo De Libero Arbitrio Diatribe sive Collatio (1524). Esta polémica continuaría algún tiempo con intercambio de nuevos argumentos entre ambos, en 1526. En ella intervino también Juan Ginés Sepúlveda (1490-1573), con su obra De Fato et Libero Arbitrio, publicada en 1527, en la que refutó el determinismo luterano, pero en la que también criticó a Erasmo, por su escasa contundencia frente al protestantismo.

La libertad personal como referencia principal

Además, Vives se opuso al protestantismo también por su diferente apreciación sobre el origen del poder y la confusión protestante entre los poderes temporales y espirituales. En este punto, Vives planteó la tesis de la soberanía popular que luego desarrollaría la Escuela de Salamanca. Fue él quien mantuvo el planteamiento de Santo Tomás de que el poder del príncipe, procede de Dios, sí, pero a través del pueblo, que es a quien el Creador entrega el poder. Y también se opuso a la ida protestante del absolutismo y tiranía del príncipe, hasta el tiranicidio, que luego desarrollarían Juan de Mariana y Suárez, más ampliamente.

El asunto en que más intensamente se manifestaron los protestantes como enemigos de la idea de libertad renacentista fue precisamente en la predestinación, en relación con la libertad de los individuos para salvarse o condenarse por sus obras. Lutero y Calvino pusieron de moda en Europa el debate de la predestinación. Un debate que angustió a casi todos los europeos en los siglos XVI y XVII. La predestinación fue tratada por numerosos autores hasta bien entrado el siglo XVII, renaciendo en la Novela Gótica de los siglos XVIII y XIX. Un debate que llegó a la más amplia opinión pública, apareciendo numerosas obras literarias al respecto, entre las que cabe destacar el drama de Tirso de Molina (1579-1648), El Condenado por Desconfiado.

Y fue Vives, antes que Erasmo, quien apreció que el protestantismo, luterano, anabaptista o calvinista, era demasiado estrecho para la nueva época y para la nueva mentalidad renacentista. Pese a la caracterización de la Reforma por Hegel, en sus Lecciones de Filosofía de la Historia, que atribuyó al luteranismo la categoría de “culminación del Renacimiento”, Lutero y Calvino fueron, sobre todo, la reacción contra el espíritu renacentista. En carta de 1522, dirigida a su amigo y entonces Papa, Adriano VI (Adriano de Utrecht), Vives formuló sus objeciones a los reformadores, especialmente en lo relativo a la doctrina de la predestinación, en la que veía la negación de la libertad del hombre.

Vives fue el iniciador de la Escuela de Salamanca, aunque casi nunca se le recuerde.

Españoles eminentes

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