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Achicar la economía con un colador

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El tema estrella de la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del viernes pasado fue, sin duda, el tema de los impuestos. Además de negar tres veces, como Pedro, una próxima subida de impuestos, se anunció la creación de un supervisor fiscal independiente. No sé si quedan almas ingenuas que se lo crean.

Las trampas del lenguaje

El ministro Montoro, sonriente y hablando despacio, respondía a los periodistas incrédulos que le preguntaban por la posible subida del IVA. No se va a subir el IVA pero cabe una reestructuración fiscal, que consiste en subir algunos impuestos y rebajar otros. Pero por más que negaba una y otra vez, creo que nadie le compró la explicación. Tal vez porque se trata del mismo Gobierno que prometió no subir los impuestos y los subió nada más llegar al poder atrincherado tras el parapeto de la exigencia europea. Esta vez también han recurrido los gestores de nuestros bolsillos a las recomendaciones del MoU y lo pactado con Europa para justificar dicha reestructuración.

La pregunta entre los analistas en conversaciones informales no es si sí o no, sino hasta dónde nos van a clavar el rejón, si hasta el 23 o hasta el 25% de IVA. Las consecuencias económicas de una medida así son más que sabidas. Contracción del consumo, empobrecimiento y, probablemente, una recaudación menor de lo esperado por disminución de la actividad económica. Justo lo que no necesitamos.

El ojo independiente que todo lo ve

Además, la creación de un comité de expertos que vigile el cumplimiento de los deberes fiscales de las Comunidades Autónomas y supervise el pago de impuestos fue anunciado con cara de satisfacción, amparándose en la experiencia de los Estados Unidos y otros países que cuentan con una institución similar.

Pero si analizamos las instituciones dedicadas a la supervisión y el control de cuentas en España, el Tribunal de Cuentas, uno se pregunta qué va a ser diferente, si esta vez la celeridad y eficiencia van a ser las adecuadas, o vamos a repetir errores. De todos es sabido que la supervisión de los presupuestos generales del Estado lleva un desfase tal que cuando afloran los errores y salen a la luz, el Gobierno que metió la pata está ya recolocado en organismos internacionales o patrios, disfrutando de una nueva vida y sin haber rendido cuentas de la mala gestión.

Una de las cosas que más me llamaron la atención fue la insistencia de Soraya Sáenz de Santamaría repitiendo la palabra independiente como si no hubiera mañana. Nadie espera que el comité de expertos sea independiente. Pregunten a MAFO acerca de la independencia del Banco de España, paradigma de institución independiente.

La separación de las instituciones de la política y la rendición de cuentas son imperfectas en todos los países occidentales. Pero hay grados. Y España no es el mejor ejemplo. Sin esas dos condiciones, este tipo de intentos, por más que se traten de amparar bajo el paraguas de los requisitos europeos, no sirven de nada. Es achicar la barca con un colador.

La solidaridad impositiva

Una de las cuestiones que más preocupan a la ciudadanía y que levanta ampollas en la sensibilidad a pie de calle es el tema de la solidaridad impositiva. Los que tienen más, que paguen más. Los que obtienen más rentas del trabajo o más rentas de su capital, que aporten más. Y esa premisa se puede trasladar desde el ámbito del individuo al de las Comunidades Autónomas, o al de los países de la Unión Europea. No se menciona en absoluto la palabra responsabilidad. Por más que esté en boca de todos lo de "irse de rositas" al final, nos quedamos en el "tú que tienes, apoquina". Y, simultáneamente, nos echamos las manos a la cabeza cuando se van los inversores y los trabajadores más productivos por motivos fiscales.

El mensaje que subyace a esta actitud es "trabaja e invierte para hacerte responsable de los rotos de otros". Y el resultado es una disminución en la recaudación, un retraso en la recuperación y una población activa pagadora de impuestos ahogada. Porque por más que la presión fiscal española sea menor ("y eso hay que solucionarlo, claro", decía Montoro), el esfuerzo fiscal, es decir, la relación entre la presión fiscal y la renta, es mayor. 

Cómo se achica una economía a punto de naufragar

Sin pretender erigirme en salvapatrias ni pontificar, creo que deberíamos centrar los esfuerzos en el crecimiento. Y eso no pasa por estimular el consumo ni por gravar al más productivo, sino por ofrecer estímulos a quienes generan riqueza y empleo. Cuiden al creador de riqueza. No le expulsen y le demonicen. Porque por más que desaparezcan refugios fiscales, a la misma velocidad, aparecerán otros. Se irán los inversores que no lo hayan hecho ya, y se irán los trabajadores que puedan a lugares donde las rentas de tu esfuerzo sean tuyas.

Nadie puede tachar de egoísmo a quienes decidan huir de esta situación por la razón que apuntaba al principio: las instituciones de supervisión no funcionan y no hay rendición de cuentas. Mientras se cierra el ciclo escandaloso del indulto a Alfredo Sáenz concedido por Zapatero y ratificado por Rajoy, Cristobal Montoro y Soraya Sáenz de Santamaría nos sonríen y explican que el comité de supervisión va a ser independiente y que no se va a subir el IVA, solamente se va a reestructurar el sistema impositivo. La bipolaridad manifiesta de ambos hechos explica que quienes trabajan e invierten más exitosamente quieran irse de este infierno fiscal.

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