Reino Unido celebrará elecciones el próximo 7 de mayo. No hay un vencedor claro, situación inversa a hace cinco años, cuando se pensaba que David Cameron ganaría con más suficiencia.
Más allá de lo ajustado del resultado final, Reino Unido también se ha sumado a la constante que ha irrumpido con fuerza en Europa en los últimos tiempos: la crisis de los partidos tradicionales. En efecto, las últimas cuatro elecciones generales que han tenido lugar en las Islas nunca cuestionaron el bipartidismo. De hecho, simplemente se trataba de saber si los laboristas (1997, 2001 y 2005) serían capaces de “raptar” aún más votantes tories o si David Cameron habría modernizado suficientemente a su partido, tanto como para derrotar de una vez por todas a la Tercera Vía (2010).
Tras el de 7 de mayo, el panorama se antoja distinto. Los conservadores, y su incapacidad para cerrar la herida abierta en su seno por el tema de la Unión Europea, han visto como algunos de sus votantes tradicionales se han ido decantando por el UKIP. Esta formación, más mediática que de sustancia (entre otras razones por las excentricidades de su líder, Nigel Farage) ha copado espacios en la prensa. En las pasadas elecciones europeas (2014) fue la primera fuerza en Reino Unido.
Sin embargo, además de su mensaje anti-Unión Europea, al que añade ciertas dosis de demagogia (particularmente por su abuso del tema de la inmigración) poco más ofrece al británico. Crítica indiscriminada a los partidos tradicionales y aislamiento en la esfera internacional. No obstante, a pesar de los ataques proferidos en los últimos meses contra el Partido Conservador y contra David Cameron, se ha ofrecido a pactar con éste, siempre con la exigencia de que convoque en 2016 un referendo in vs out sobre la permanencia del país en la UE.
En cuanto al Scottish National Party, bien puede afirmarse que vive el mejor momento de su historia. Atrás quedan las dificultades que atravesó en los años 80 o incluso no hace tanto, en 2004. La derrota en el referendo del 18 de septiembre ha expoleado a los nacionalistas escoceses. Desde entonces, han multiplicado sus afiliados y sus expectativas de cara el 7 de mayo. Los sondeos le otorgan hasta 40 diputados, de los 59 que se eligen en Escocia.
El gran perjudicado de este auge del SNP es el Labour Party. A partir de aquí llegan los interrogantes y las contradicciones ya que Nicola Sturgeon y Alex Salmond vienen insistiendo en un mensaje ciertamente sectario en el que tras descalificar a los conservadores, insisten en su deseo de apoyar a Ed Miliband para constituir “un gobierno verdaderamente de izquierdas”. Tony Blair, aunque ha apoyado al candidato laborista, también le ha advertido de los riesgos, así lo prueba la historia, que conlleva apostar por el radicalismo (como ha venido haciendo Miliband desde que asumió el liderazgo).
Resulta paradójico que un partido como el SNP que aspira a la voladura del Reino Unido, puesto que la independencia no ha desaparecido de su horizonte, se presente ahora como su salvador. Para ello, la fórmula que baraja es disparar el gasto público. En diciembre, los nacionalistas escoceses crearon una alianza con los nacionalistas galeses y los verdes en cuyo discurso predomina el ataque a las políticas del partido conservador. Un escenario de todos contra los tories que puede rentabilizar David Cameron, particularmente entre el electorado inglés.
Así, a pesar de los esfuerzos de Sturgeon porque la independencia o la celebración de una nueva consulta de idéntica naturaleza a la del 18 de septiembre ocupen un lugar secundario de cara al 7 de mayo, la amenaza de fomentar la ruptura desde Westminster permanece vigente. Por si fuera poco, el nacionalismo galés se ha mimetizado con el escocés, exigiendo idénticas contraprestaciones y apareciendo en su vocabulario la independencia.
1 Comentario
¿Las «excentricidades de
¿Las «excentricidades de Nigel Farage»? ¿Se referirá el autor a que Farage diga verdades como puños en el parlamento eurosoviético? No sé a qué otra cosa puede referirse, pero, sí, en estos tiempos que corren decir las cosas como son es, sin dudas, una excentricidad.
También es curioso que, de todos los partidos mencionados en el artículo, el único que reciba la acusación de demagógico sea UKIP, el menos demagógico de todos. ¿Abusa UKIP del tema de la inmigración? Sí, así lo creo; pero más abusan de esa cuestión quienes se empeñan en denigrar a UKIP pintándolo como un partido xenófobo y de extrema derecha. Todo vale cuando de lo que se trata es de evitar que el rebaño se desmadre.
Jubal