CIU y ERC llevan insistiendo desde hace varios años de manera reiterada en mantras como que están "oprimidos" (por el Estado Español) o que el gobierno español roba y expolia a Cataluña. A base de repetir soflamas de esta naturaleza han logrado que sectores de la población, que no habían comulgado con el independentismo, se hayan sumado al mismo, particularmente con el inicio de la crisis económica. Cada 11 de septiembre es una oda al victimismo, compatible con la manipulación de la historia.
Para ello, la Generalitat no ha escatimado medios a la hora de hacer proselitismo de sus intenciones rupturistas. La Asamblea Nacional de Cataluña es el gran ejemplo pero no el único. Junto al citado órgano, un buen número de asociaciones, medios de comunicación y fundaciones se esfuerzan en captar adeptos para sus fines. El dinero público al servicio de los intereses sólo de una parte de la sociedad.
La condescendencia simplista con que sectores académicos y políticos del "resto de España" encaran estos envites, no ha hecho más que espolear a CIU y ERC, nunca calmar a las formaciones aludidas. En consecuencia, hablar de choque entre los nacionalismos catalán y español sólo describe actitudes buenistas que no solventan el problema.
Igualmente, PP y PSOE se empeñan en hablar de conceptos como federalismo o reforma de la Constitución con los cuales sostienen, ingenuamente, que el nacionalismo catalán va a recular. Sin embargo, de los liberticidios recurrentes de la Generalitat en materias como la libertad de expresión o de elección de lengua para la escolarización, poco han dicho que no sea retórica.
Con todo ello, no debemos sorprendernos por que hayan aparecido partidos como Ciudadanos que se han enfrentado sin tapujos al nacionalismo excluyente en el Parlamento de Cataluña. La irrupción de Societat Civil Catalana sigue la estela de organizaciones, como el Foro de Babel, que aglutinó a "rebeldes" que se oponían al statu quo.
De la misma manera, Societat Civil Catalana, en su manifiesto fundacional, ha servido para sacar a la superficie hechos que estaban "olvidados" como el progreso de Cataluña con el resto de España, los vínculos profundísimos que unen a los catalanes con el resto de españoles o a nivel más global, que una Cataluña independiente se quedaría fuera de la UE, idea esta última que CIU y ERC menosprecian.
De un modo más particular, es pertinente que Societat Civil Catalana rechace que Cataluña esté oprimida por España. Al mismo tiempo y sin demagogia lanza un deseo que refleja a las claras el panorama actual de la citada comunidad autónoma: "aspiramos a que Cataluña vuelva a ser un punto de atracción intelectual y económica, un hogar donde se respire una atmósfera dinámica, emprendedora y cosmopolita". En esta última premisa, por tanto, apreciamos una clara referencia a la Cataluña de los setenta, aquella que constantemente evocan con conocimiento de causa periodistas (Jiménez Losantos), intelectuales (Amando de Miguel, Albert Boadella) o músicos (Loquillo).
Como era previsible, el recibimiento por parte del establishment nacionalista de Societat Civil Catalana ha combinado la indiferencia con las recurrentes acusaciones de fascistas, menospreciando de este modo, entre otras cosas, su origen plural. Nada sorprendente. El PPC, Ciudadanos, Vidal Quadras, Inés Arrimadas, Albert Rivera…ya sufrieron la estigmatización, fenómeno que por otro lado, también encontró palmeros en el resto de España. De nuevo el buenismo rodeado de múltiples complejos apareció. Defender a los citados políticos no formaba parte de lo políticamente correcto; por el contrario, el ataque y los insultos a ellos sí. Resultado: el nacionalismo excluyente ganaba una partida sin necesidad de emplear grandes esfuerzos.
En definitiva, la Cataluña real, no la oficial, se moviliza. De cara a hacer llegar su mensaje, sería bueno que se le brindara plataformas mediáticas (algo que al nacionalismo le sobra). El escenario que afrontará en el medio y corto plazo estará plagado de dificultades.
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