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Aprender a compartir

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Es un lema precioso. "Aprender a compartir". Qué bonito… Desde que somos pequeños, desde que vamos al jardín de infancia, luego en el colegio, todos lo hemos sufrido…

Estabas encantado en el cole jugando con tus madelman y llegaba el cretino de Luisito, un tipo que te caía mal, que nunca traía sus propios madelman, se ponía llorar y la "seño" te decía "tienes que aprender a compartir". El problema es que yo no tenía que aprenderlo, yo ya sabía compartir…

Compartía con mi amigo Nando, a cambio de la mitad de su fabuloso bocata de chorizo Revilla con Tulipán, en una perfecta demostración de las ventajas del libre comercio, a pesar de las instrucciones de corte "proteccionista" de su madre. Compartía con Manu, un chaval majete, hijo del bedel, que no aportaba ni bocatas ni madelmans ni nada, pero me caía bien, jugaba al fútbol como Pirri y era siempre la primera opción en el draft previo a los partidillos del recreo. Compartía con Laura, una preciosidad de ojos azules, a cambio de… bueno, en fin.

Pero con el tal Luisito, un llorón, un acusica, un caradura que nunca tenía nada suyo que compartir, que no aportaba nada, ni era simpático, que solo sabía quejarse a la profesora, la verdad es que me repateaba hacerlo… Y solo cuando no había escapatoria, cuando la profesora se ponía muy en serio y veías la posibilidad de un cero en compañerismo, accedías de mala gana a cederle tus madelman… Los cuales, en una demostración infantil de la tragedia de los bienes comunes, te eran devueltos en pésimo estado…

Y estas experiencias infantiles, ese "aprender a compartir" bajo coacción están grabadas a fuego en generaciones y generaciones de españoles.

Un "aprender a compartir" que para muchos, para millones de Luisitos, significaba y significa "obligatoriedad de los demás de compartir con ellos", formando un amplio sector de la sociedad que cree que tiene el derecho a disfrutar de los bienes y propiedades del prójimo y dispuesta a votar a los políticos que les prometan usar la coacción para lograrlo.

Así, ese "compartir obligado", esa falsa solidaridad basada en la coacción, está insertada en el acervo cultural común de una sociedad que no cree en ni respeta la propiedad privada, fuente de la cual emana el principio básico de la libertad y no del hecho votar cada cuatro años.

Y así nos va…

PD: Gracias a Facebook, he podido volver a contactar con mis compañeros de patio de colegio. Nando está calvo y gordo, muy gordo debido a la falta de mi influencia correctora sobre su ingesta, Manu juega fútbol sala de veteranos y a Laura, divorciada y una auténtica milf, la he invitado a cenar…

Respecto a Luisito, como ya apuntaba, ha acabado metido en política y, lógicamente, no le he agregado…

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