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Autonomía universitaria, ideal perdido

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Se reflexiona aquí sobre el origen de las universidades en México: ¿fueron agentes privados que arriesgaron su propio capital para fundar instituciones que respondieran a exigencias del mercado o fueron ocurrencias de políticos en turno? La importancia de su origen (mercado o política), radica en la dinámica que aplicarán: ¿tendrán un desarrollo según su capacidad de satisfacer los gustos y necesidades de la sociedad o estarán supeditadas a los vaivenes y caprichos de los políticos en turno?

Se pone especial énfasis en el tema de autonomía universitaria y su relación con el esquema de financiamiento. Aunque no se ha tenido demasiada resistencia en otorgar la autonomía a las universidades públicas y privadas tal parece que dicha autonomía no ha tenido todos los efectos planeados y esperados. Aquí se expresa una conjetura y una propuesta para recuperar el espíritu de la autonomía universitaria como requisito para lograr el desarrollo óptimo de las instituciones universitarias.

Tres posibles formas en que surge una universidad. 1. La primera universidad es la Al Karaouine, se fundó en Marruecos por la esposa de un acaudalado comerciante. 2. La segunda universidad es la de Bolonia y fue fundada, dos siglos después, por una orden religiosa. 3. La tercera se da por invasión del Estado en la educación y es relativamente reciente, no va más allá de dos siglos. Se reconoce que fue el canciller de Prusia quien, en el siglo XIX, inició una actividad sobresaliente en el tema de universidades financiadas con impuestos.

La primera universidad, fundada en 1551

La primera universidad en México fue la Real y Pontificia Universidad de México, fundada por una orden religiosa en 1551. En 1910 empieza la instromisión del Estado a nivel universitario. En efecto, Porfirio Díaz inaugura la Universidad de México. Con ello se inaugura una política activa del poder político no solo para fundar universidades, también escuelas normales, preparatorias, bachilleratos, secundarias, primarias y prescolares. Díaz nombra a Joaquín Egía Lis como primer rector de la Universidad de México. También el gobierno nombró a José Vasconcelos y Antonio Caso antes de otorgar la autonomía. Luego, los rectores  fueron nombrados por una junta directiva de funcionarios de la UNAM y hasta la fecha, así se hace.

Se le denomina “universidad pública” a las instituciones educativas creadas por el gobierno con recursos del erario. El gobierno determina el lugar, expropia o compra los terrenos, decide la arquitectura de los edificios, contrata al personal docente, decide los sueldos y salarios y diseña los planes y programas de estudio. Es una práctica estatal impulsada por el dictador austriaco Otto von Bismarck desde mediados del siglo XIX con el fin de tener el control del pensamiento de los individuos. 

El nombramiento de autoridades de parte del gobierno en turno, en las universidades públicas, creaba un ambiente de restricción,  impedía el libre desarrollo de la institución pues todo estaba sujeto a la aprobación de la autoridad impuesta por el presidente de la República. Para todo, se tenía que pedir permiso en planes y programas, los profesores se cuidaban de no contrariar a la autoridad para no perder el puesto de trabajo y muchos de los académicos eran recomendados del gobierno. Se respiraba un ambiente tóxico. Algo había que cambiar.

Lucha por la autonomía universitaria

Desde principios del siglo pasado se detectó la importancia de que las instituciones universitarias no estuvieran sujetas al poder político. En todos los renglones de la vida universitaria se comprendía que supeditarse a las órdenes o caprichos de los gobernantes impedía un desarrollo pleno, del pensamiento, teorías y discusión libre de las ideas. El hecho de que el gobernante impusiera a las autoridades administrativas daba lugar a la llegada de gente que poco interés tenía en el desarrollo de las instituciones y muchas veces se daba el puesto principal a castigados o premiados del gobierno que se comportaban como verdaderos monarcas. Las pocas voces independientes de estudiantes y profesores convencieron a la comunidad universitaria para exigir la autonomía y, en efecto, se logró después de movilizaciones, huelgas y violencia. El acuerdo, con el presidente Emilio Portes Gil se dio en los siguientes términos:

  • Autonomía Universitaria significa tres cosas:
    • Capacidad plena de la Universidad para gobernarse a sí misma: elegir a sus autoridades, determinar las formas de gobierno, organización y  toma de decisiones, así como darse la legislación que requiera.
    • Posibilidad de administrar sus recursos de acuerdo con sus necesidades;tanto los edificios de su propiedad o bajo su administración, como el inventarios y los recursos provenientes del subsidio estatal, donaciones o los propios que pueda generar.
    • Libertad de cátedra, para que los académicos puedan desarrollar sus tareas con libertad para elegir enfoques y metodología, sin directriz institucional, ni presiones del poder, siempre y cuendo cumplan con los planes de estudio1.

    La trampa

    El gobierno de Emilio Portes Gil concedió la autonomía en un 26 de julio de 1929. Fue un día de fiesta y alegría para todos los universitarios. El gobierno mostró una gran empatía con la causa que no solo se sumó a la fiesta sino que, mostrando su simpatía anunció su apoyo ofreciendo toda clase de ayuda y, sobre todo, le apoyaría financieramente con recursos del erario. Nadie podía sospechar el daño a futuro que encerraba ese apoyo. En realidad, se convertía en un “Caballito de troya”, es decir, una mano venenosa pero con guante de terciopelo que parecía imposible de causar un daño.

    Sin embargo, esa mano gubernamental que ha otorgado generosos recursos dinerarios “para el buen desarrollo de la institución” terminó por destrozar la autonomía universitaria (“el que paga, manda). Hoy en día las universidades públicas autónomas se encuentran en una crisis profunda: Hay poco desarrollo de ciencia, no se generan patentes, la deserción llega al 90% de los jóvenes que ingresan, los profesores están desmotivados, los costos por formar a un títulado son excesivos, se generan largas huelgas de casi un año con las pérdidas de recursos y la mayoría de los nuevos profesionistas solo aspiran a encontrar un empleo que les garantice las quincenas, con sueldos bajos y sujetos a incrementos anuales del 3 o 4%  ordenados por el gobierno. Y lo peor es que se pierden miles de jóvenes que pudieron haber sido generadores de empresas, creadores de nuevos puestos de trabajo, nuevos negocios, etc.

    Subsidio a la oferta

    Se puede observar que nuestras instituciones, UNAM, IPN, UAM y todas las universidades de los Estados tienen poco efecto en la sociedad, en realidad, están divorciadas de la sociedad, del sector empresarial, comercial y financiero. Las universidades públicas no se interesan en que los alumnos dominen perfectamente otros idiomas, por lo menos el inglés. La mayoría de los académicos no saben inglés, no leen artículos cientificos escritos en inglés, no se les fomenta un espíritu de emprendurismo y tal pareciera que están enemistados con un sistema económico competitivo. De hecho, alumnos y profesores ven con desden al sistema empresarial, al mercado y, en general, al capitalismo.

    Automáticamente se genera fenómeno ideológico. Se desarrolla una cultura sesgada hacia la izquierda y no solo se observa en la Ciudad de México, sino en todas las universidades públicas y privadas de provincia. Los fenómenos de corrupción, nepotismo, gigantismo, estancamiento y burocratismo y sindicalismo se deben principalmente a una sola variable: Esta es, el esquema de financiamiento de “subsidio a la oferta” es decir al flujo de dinero que va del gobierno hacia la institución. Así lo construyó el canciller Otto Bismark y así generó ese hilo fino de control estatal.

    Entidades privadas sin autonomía universitaria

    Por ahora, se pondrá toda la atención en el efecto natural que causa el subsidio a la oferta sobre la autonomía de la Institución. Como dice el refrán popular: “el que paga, manda”. Es casi una ley de la economía. En efecto, todo se supedita a la cantidad de recursos que el gobierno destine a la institución. No se puede construir un nuevo edificio si no se autoriza por el gobierno y no destina recursos para ese fin, no se puede comprar un reactor si no lo aprueba el gobierno, ¿Entonces, dónde quedó la autonomía universitaria? Se puede observar que cualquier universidad pública, que vive del erario, se convierte en una burocracia, sin cerebro, sin interés por innovar, ni tomar decisiones propias. El personal que la conforma no necesita pensar sino sólo cumplir las órdenes del jefe o cumplir los programas diseñados por alguna oficina gubernamental. 

    Este fenómeno también se observa en universidades privadas, que no están financiadas con dinero del erario. Por ejemplo, el ITESM (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey) se ha convertido en una burocracia privada con 26 campus, sin autonomía universitaria, pues están gobernados desde la central en Monterrey.

    Las universidades públicas, creadas de esta manera, naturalmente se transforman en  instituciones burocráticas propicias para el despilfarro de recursos, robo y saqueo donde los más beneficiados son los que alcanzan los altos  puestos directivos y las mafias sindicales; florece el nepotismo pues hay la facilidad de colocar a los parientes,  amantes, amigos, etc. Los recursos que recibe la autoridad universitaria se desperdician en  gastos inútiles  o innecesarios. Los alumnos se convierten en el pretexto para seguir recibiendo recursos “ad infinitum”; los sindicatos aprovechan la oportunidad de inflar la plantilla con personal innecesario. 

    ¡No importan las pérdidas!

    Las universidades públicas no sienten la necesidad de preocuparse por la rentabilidad, pues se jactan de no ser negocios, y por tanto, no se preocupan por las pérdidas. Otro fenómeno notable es que se convierten en nido propicio para las corrientes de izquierda. Se difunde extensamente la línea marxista como pensamiento único, rechazando u hostilizando al pensamiento liberal, ignoran a los pensadores de la Escuela Austriaca de Economía a pesar de tener grandes académicos de Premio Nobel.También se puede observar los altos niveles de deserción. De cada 100 alumnos que ingresan, solo llegan a titularse el 10 o 15% a pesar de que en varias se ha abolido el requisito de hacer una tesis y se les otorga el título con sólo aprobar todas sus asignaturas.

    Si estos fenómenos solo se observaran en una determinada universidad pública bastaría, quizás, cambiar a los directivos, despedir a algunos o a todos los profesores, aumentarles el salario al doble para que se preocuparan por hacer bien su trabajo, pero nada de esto funciona. El fenómeno es bastante generalizado. De hecho, no se conoce de una sola universidad subsidiada que realmente sea autónoma y eficiente.

    Las autoridades universitarias  prometen cumplir bien, rendir cuentas, gastar sin despilfarros para que el gobierno las siga subsidiando. El Estado les sigue dando recursos y les da el derecho de elegir a sus autoridades, seleccionar a sus docentes, establecer sus sueldos, determinar prestaciones y servicios, etc.  pero tampoco ha servido, ya que siguen sin tenereficiencia terminal y/o avancas significativos. 

    Eliminar el modelo de subsidio a la oferta

    Realmente se necesita analizar a fondo el modelo de universidad pública que se aplica desde décadas atrás. Hace 200 años o más, el gobierno no se metía en el campo educativo. Eran los particulares, es decir, los que no pertenecían al aparato estatal, quienes educaban a los niños y jóvenes. El potentado contrataba a un letrado para educar a sus hijos, o bien, alguna orden religiosa o una asociación privada se disponía a fundar escuelas y universidades. En realidad, se estaba dejando que el mercado, se manifestara para saber cuantas escuelas faltaban, cuántas normales o universidades se rquerían y de que tipo.

    Si el canciller Otto von Bismarck realmente se hubiera preocupado por construir un buen sistema educativo, solo tenía que invitar a los agentes privados a fundar escuelas y universidades; a la banca u otros organismos con recursos podría haberlos incentivado, no obligado, para que otorgaran créditos a largo plazo para personas o asociaciones que tuvieran interés en crear instituciones educativas de todo tipo. Así se habría formado un mercado competitivo de educación en todos los niveles.

    Abajo las instituciones incompetentes

    Las instituciones capaces de satisfacer los gustos, necesidades o anhelos de los alumnos sobrevivirían y desaparecerían las incompetentes. Bismarck pudo haber influido para la creación de instituciones que otorgarán financiamiento a todo joven o ciudadano que quisiera instruirse. Así es como nadie tendría la excusa de no estudiar por falta de recursos. El banco le prestaría lo suficiente para pagar la colegiatura, sus gastos de alimentación, viajes, habitación, etc. y cuando ya estuviera ejerciendo su profesión empezaría a regresar el crédito. 

    Pero Bismarck estaba más preocupado por construir un gobierno que tuviera el control total de la sociedad. No pensó el dictador que el mercado podía resolver el tema educativo. No solo Bismarck adoptó el modelo de control estatal de la educación, también lo hizo Adolfo Hitler, Lenin, Stalin, Fidel Castro y desaparecieron las escuelas privadas. Pero, aún en la Alemania de hoy día, casi todas las escuelas y universidades están en manos del Estado, con directivos de izquierda, como en los viejos tiempos del Führer. Es un mal ejemplo de sistema educativo de un país que se precia de no ser comunista.

    La tarea es transformar el sistema estatista de educación en un sistema educativo competitivo, dinámico y que pueda brindar formación profesional a cualquier jóven que desee instruirse.

    La clave está en el esquema de financiación

    El primer paso es cambiar su sistema de financiamiento. En lugar de que el gobierno le envíe los recursos monetarios a la institución, eso debe desaparecer totalmente. La idea es que el subsidio se envíe a la demanda, es decir, al alumno. Se hace mediante un cheque o voucher a nombre del alumno, intransferible y que únicamente sirve para pagar la colegiatura en la escuela o universidad que el alumno elija para recibir instrucción. 

    No se estaría gastando más dinero. El presupuesto que está destinado a una escuela se divide entre el número de alumnos y luego entre doce. Así se determina el monto de cada voucher que el alumno recibe cada mes. Es importante que sea la mano del alumno quien coloca el cheque en la escuela donde está matriculado. Y debe ser con periodicidad mensual, para garantizar que funcione. 

    El fundamento de esta propuesta radica en que se introduce la disciplina del mercado en el sistema educativo. En efecto, desde el momento en que las escuelas viven de las colegiaturas, es decir, del cliente, se empiezan a preocupar por dar un buen servicio con la esperanza de que ese cliente esté dispuesto a seguir pagando, mes a mes. Es decir, se introduce la variable RIESGO, que es el motor que obliga a una empresa o institución a dar un buen servicio al cliente. Como consecuencia, las otras escuelas también estarán deseosas de recibir vouchers, luego, tendrán que competir, ofreciendo mejores planes de estudio, mejores profesores, etc. Por supuesto, aquellas instituciones que no sean capaces de dar excelentes servicios desaparecerán por su propia incompetencia. Lo cual es perfectamente sano para la población estudiantil y para toda la sociedad.

    ¿Y la gratuidad de la educación?

    Nòtese que no se está hablando de eliminar la gratuidad de la educación ni de privatizar las instituciones, temas que deberán discutirse posteriormente. Introducir el sistema de subsidio a la demanda para eliminar el sistema de subsidio a la oferta es el primer paso necesario para lograr la autonomía de escuelas y universidades. Los profesores, investigadores, administradores y trabajadores de la institución podrán reunirse para decidir libremente, es decir, sin intervención del gobierno, cómo distribuir el dinero ingresado por los vouchers. Determinarán el salario de cada docente, de cada trabajador, del rector y lo suficiente para mantenimiento o ampliación del plantel. Aprenderán así a administrar su propia institución.

    Con toda seguridad las escuelas empezarán a cambiar su visión de futuro, su filosofía para volverse más afines a un mundo de libertad donde el individuo sea el centro del universo. En otras palabras, con el subsidio a la demanda es más probable que abandonen esa visión izquierdista que anula el valor de la persona.

    Sacar las manos del gobierno

    Aunque el cambio en el sistema de financiamiento es un gran paso, no es suficiente para lograr la autonomía universitaria tan anhelada, es necesario un punto más; se requiere sacar las manos del gobierno. Quiere decir que es necesario eliminar todo tipo de control por parte del Estado. Esto incluye evitar el control o supervisión del gobierno mediante alguna institución burocrática. Pero todo movimiento de dinero, ingresos y gastos deben subirse a la red para que todos estén informados. Al final, los títulos o grados académicos deben ser otorgados por la institución educativa y no por el gobierno. 

    En el caso de universidades privadas también aplica la necesidad de fomentar la autonomía universitaria. Cada campus de Tecnológico de Monterrey debería comportarse como una universidad independiente, autónoma y libre de contratar a los profesores y empleados, poner sus propias colegiaturas, diseñar sus propios planes y programas de estudio sin estar sujetos o incorporados a la UNAM ,SEP y otras instituciones del gobierno.

    Es de justicia reconocer que el ITESM ha generado resultados significativos y diferentes que la universidad pública. Por ejemplo, el ITESM es la universidad que ha generado más patentes que cualquier otra universidad. Pero han fracasado en cuanto a la formación de empresarios porque adolecen del mismo problema estructural que las universidades públicas: los profesores son , fundamentalmente, burócratas de quincena. Dicho de otra manera, no son dueños, copropietarios ni accionistas de la institución.

    El valor de la autonomía universitaria

    Una vez que se entiende el valor de la autonomía universitariay que ésta no se logra con incluir el nombre de “autónoma”, sino que está asociado a la forma de vivir de una institución.  En realidad, para que una institución disfrute de autonomía administrativa y académica solo puede ser sobre la base de “Autonomía financiera”, es decir, que no reciba fondos públicos. Si la UNAM sigue viviendo del subsidio que le da el gobierno, es imposible que disfrute de autonomía. Lo mismo para el Tec de Monterrey, si los dineros llegan de la central de Monterrey, es imposible que cada campus disfrute de autonomía.

    Entender esto significa aceptar que las instituciones deben vivir del cliente, no del gobierno, y vale para la UNAM o el Tec de Monterrey. Cuando un gobierno entiende la necesidad y el valor de la autonomía universitaria, puede hacer el cambio de manera rápida en las escuelas y universidades públicas. En efecto, bastaría decirle al alumno que acuda a un banco cercano donde la darán un cheque que solo sirve para pagar en la escuela o universidad donde está inscrito.

    La escuela le extiende un recibo con el cual el alumno acude, al siguiente mes por otro cheque y asi va pagando la colegiatura. Al Estado no le costaría prácticamente nada hacer este cambio. Si no se tiene toda la confianza, se puede aplicar en cualquier Estado de la República, por ejemplo en el Estado de Veracruz, O bien, aplicarlo a una universidad, digamos a la Universidad Veracruzana, o a nivel de secundarias, o tan solo de una secundaría y observar el comportamiento de los directivos, profesores y trabajadores, los cuales, con toda seguridad desempeñarán mejor sus funciones.

    El caso UAM

    Suponiendo, en el peor de los casos, que el gobierno no estuviera interesado en introducir este cambio de financiamiento, la UAM la puede aplicar, en uso de la autonomía que según disfruta. En efecto, los recursos los recibe rectoría y en lugar de asignarlos a cada unidad, rectoría se transforma en la distribuidora de vouchers para los alumnos. El alumno de la Unidad Azcapotzalco, Iztapalapa, Xochimilco, Cuajimalpa o Lerma, acude a la rectoria para recibir el voucher y pagar en la unidad de su preferencia. Esto lo haría cada mes. Cualquiera de las unidades empezaría a mejorar sabiendo que vive del pago del alumno.

    Pero aún se puede profundizar más el tema de autonomía. En efecto, se le puede dar autonomía a cada división de, digamos, la Unidad Azcapotzalco. Es decir, el alumno paga a la división donde está inscrito (DCBI, DCSH, DCAD),

    ¿Se puede dar más autonomía?

    En efecto, se puede llevar a nivel de Departamento. Éste, a su vez, actuaría como una institución autónoma dentro de la universidad. Los profesores adscritos decidirían allí sus sueldos, el número de asistentes, los contratos, etc. Estoy seguro que esto causaría un dinamismo, y todos ganaríamos.

    La primera vez que se aplicó el sistema de vouchers fue en Milwaukee en 1990, se vio que era bueno y se extendió para todo el Estado de Wisconsin; luego se implantó a nivel universitarios en Suecia. Actualmente se aplica ya en Argentina con el gobierno de Javier Milei2 y se está extendiendo en muchos lugares del mundo

    Cambiar el flujo de financiamiento es condición sine qua non para iniciar la reforma del sistema educativo, no es suficiente pero es la base para darle mejor autonomía a las universidades, para aprovechar el talento de académicos e investigadores, para formar profesionistas con el perfil que necesita nuestro país, capaces de tomar riesgos, de fundar nuevas empresas, generar fuentes de empleo, etc. El subsidio a la oferta ha sido un sistema que ha dañado a las universidades, pero que se puede cambiar si se tiene la voluntad, coraje y decisión de crear algo mejor para nuestro pueblo.

    Bibliografía
    1. Friedman Milton. Libertad de Elegir. Editorial Planeta. 1978
    2. West E.G. La educación y el Estado. Union Editorial. 1994
    3. Mises von Ludwig. La acción humana. Union Editorial 1980
    4. Boragina. La educación. Editorial Argentina. 2010
    5. 4. Mercado Reyes Santos. El fin de la educación pública. 2012.
    Ver también

    El origen perverso de las universidades públicas. (Santos Mercado).

    El difícil camino a la autonomía universitaria. (Santos Mercado).

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