Cuando una empresa da beneficios significa que los factores productivos han sido utilizados correctamente y que las correspondientes necesidades humanas han sido satisfechas debidamente.
Juan Pablo II
Es común, en muchos medios de comunicación, caricaturizar a los empresarios como personas sin escrúpulos, ávidas de poder y dinero, que no dudan en explotar y estafar a cuantas personas sea posible a fin de obtener un cuantioso beneficio con el que financiar un ostentoso nivel de vida personal. Estos críticos, no obstante, rara vez se plantean el papel que tiene el beneficio empresarial y la ética del mismo.
En un mercado donde los consumidores eligen libremente los bienes y servicios, la única manera que tienen los empresarios de venderlos es ofertando productos cuya adquisición sea provechosa. Para ello, el empresario debe buscar la satisfacción de las necesidades del consumidor de forma que su producto le complazca más que el de la competencia. Normalmente esto se consigue desarrollando productos que se adapten mejor al consumidor y a un menor precio. El consumidor retribuye al empresario que más se adapta a sus necesidades comprando dichos productos, lo que a su vez eleva su beneficio.
Por tanto, una forma de obtener beneficio tiene su origen en la satisfacción del consumidor. La segunda forma de incrementar el beneficio es mediante la optimización del empleo de los factores productivos en el proceso de obtención de un producto. Así, si se puede obtener la misma cantidad de producto empleando para ello menos recursos, el coste de obtención del mismo habrá sido menor, y por tanto, se incrementará la ganancia de la empresa.
Es por ello que los dos únicos caminos para la obtención de un beneficio, en un mercado libre, son completamente éticos, ya que tienen su origen en la satisfacción del consumidor y el empleo de los recursos productivos de la manera más provechosa posible.
Hay quien podría argüir que mediante el engaño se podría hacer creer al consumidor que un determinado producto tiene unas ventajas inexistentes, y así se obtendría un beneficio inmoral. Si bien es cierto que existen empresarios que pueden utilizar estos medios para enriquecerse, tales mecanismos tienen dos límites. En primer lugar, los contratos de compraventa son de obligado cumplimiento, por lo que si la parte vendedora no entrega el bien o servicio en las condiciones pactadas, el consumidor puede reclamar ante los tribunales la ejecución del contrato o en su defecto, la devolución de lo pagado y posibles indemnizaciones, lo que minoraría el beneficio. En segundo lugar, la búsqueda del beneficio por parte de otros empresarios les motivará a estos últimos a ofrecer productos que sí satisfagan al cliente, sin incurrir en engaños, por lo que la competencia se convierte en un limitador de este tipo de comportamientos no éticos.
Se puede concluir que, cuando el mercado es libre, el beneficio no es sino el resultado de la adaptación de la empresa a las necesidades del consumidor y al empleo óptimo de los recursos productivos.
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