La deuda pública crece, sin freno, en los países occidentales. No es casual que, con ella, lo haga también la burocracia, en una dinámica perversa en la que supuestas necesidades hacen que se cree el órgano, y, una vez creado, este se encarga de mantener/multiplicar las necesidades que justifiquen su existencia. Resulta llamativo que en los países en los que los bienes de producción eran de titularidad estatal, y la economía, por tanto, se dirigía a través de la planificación centralizada, sus líderes (Lenin, Trotsky o Stalin, por ejemplo) fuesen más críticos con esa burocracia de lo que lo somos ahora. En el artículo de hoy vamos a ver algunos de sus planteamientos, por si nos sirviesen para ser conscientes del monstruo que estamos creando.
Es interesante, en primer lugar, ver qué entendían los propios bolcheviques, siguiendo a Marx, por burocracia, para quien esta era el “Estado en cuanto a formalismo”, pero con unos intereses propios y distintos de los “generales” que el Estado debería representar. La burocracia se constituía, así, como una “corporación” completa (Marx, Crítica de la filosofía del Estado de Hegel, 1844) que, tras la revolución francesa, se convirtió en el instrumento de la clase dominante, es decir, de la burguesía (Marx, 18 de Brumario de Luis Bonaparte, 1852). Así, a partir de la definición de Marx, recogida por los autores bolcheviques que luego veremos, el burócrata sería el funcionario del Estado que goza de ciertos privilegios que lo colocan por encima del resto de ciudadanos.
Vladimir Lenin
Pero claro, el socialismo lo cambiaba todo, y, como recuerda Lenin, en El Estado y la Revolución:
Bajo el socialismo los funcionarios[i] dejan de ser “burócratas”, dejan de ser “funcionarios”, dejan de serlo a medida que se implanta, además de la elegibilidad, la amovilidad en todo momento, y, además de esto, los sueldos equiparados al salario medio de un obrero, y, además de esto, la sustitución de las instituciones parlamentarias por “instituciones del trabajo”, es decir, que dictan leyes y las ejecutan (Lenin, 2006).
Vladimir Lenin. El Estado y la revolución.
Y es que, como decía Marx, y cita Lenin en la misma obra, “Ni en el partido ni en los sindicatos podemos prescindir de los funcionarios”.
Recoger los frutos de la burguesía
Cierto es que desde los primeros años de la Revolución Bolchevique, Lenin reconoció que el modelo que habían impuesto sufría cierta deformación burocrática, pero la justificaba por el atraso histórico del país -con problemas culturales que dificultaban la formación rápida de funcionarios eficaces y leales-, por la falta de modernización económica de Rusia, y, en definitiva, que el país todavía no estuviese del todo preparado para el cambio hacia el socialismo, con una clara ausencia de cuadros comunistas especializados y bien formados, lo que obligó a los bolcheviques a servirse de las estructuras y funcionarios zaristas. En este sentido, el propio Lenin, en su “Informe sobre el Programa del Partido”, de 1919, señalaba que:
La burguesía reclutaba elementos de la clase precedente; y nuestra tarea actual es la misma; saber tomar, someter, aprovechar los conocimientos, la preparación de la clase que nos precedió y utilizarlos para el triunfo de nuestra clase (…) Hoy, en un Estado organizado a imagen y semejanza de la clase dominante, es preciso proceder como procedieron todos los Estados. Si no queremos colocarnos en las posiciones del utopismo puro y de la fraseología huera, debemos decir que hay que tener en cuenta la experiencia de los años anteriores, que tenemos que asegurar la Ley Fundamental conquistada por la revolución, pero que para las tareas administrativas, para el aparato del Estado, debemos tener hombres que posean la técnica de la administración, que tengan experiencia de la administración estatal y económica, y estos hombres no podemos sacarlos más que del seno de la clase que nos ha precedido.
Vladimir Lenin. Informe sobre el programa del partido.
Una burocratización necesaria
Aun así, la burocratización se superaría a medida que se afianzase el modelo socialista y fuese permeando su ideario en la población y en los funcionarios, erradicando, de raíz, un espíritu capitalista que no hacía sino corromper, como vuelve a reconocer el El Estado y la Revolución.
No podemos prescindir de funcionarios bajo el capitalismo, bajo la dominación de la burguesía. El proletariado está oprimido, las masas trabajadores están esclavizadas por el capitalismo. Bajo el capitalismo, la democracia se ve coartada, cohibida, truncada, mutilada por todo el ambiente de la esclavitud asalariada, por la penuria y la miseria de las masas. Por esto, y solamente por esto, los funcionarios de nuestras organizaciones políticas y sindicales se corrompen (o, por decirlo más exactamente, tienden a corromperse) bajo el ambiente del capitalismo y muestran la tendencia a convertirse en burócratas, es decir, en personas privilegiadas, divorciadas de las masas, situadas por encima de las masas. En esto reside la esencia del burocratismo, y mientras los capitalistas no sean expropiados, mientras no se derribe la burguesía, será inevitable una cierta “burocratización” incluso de los funcionarios proletarios.
Vladimir Lenin. El Estado y la revolución.
Pero Stalin, en la línea de Lenin, tenía, esperanzado, la solución: “intensificar la lucha de clases” para depurar en toda regla al Partido y al Estado.
Trotsky
Trotsky, sin embargo, no era tan optimista:
La burocracia soviética se ha elevado por encima de una clase que apenas salía de la miseria y de las tinieblas, y que no tenía tradiciones demando y de dominio. Mientras que los fascistas, una vez llegados al poder, se alían con la burguesía por los intereses comunes, la amistad, los matrimonios, etc., etc., la burocracia de la URSS asimila las costumbres burguesas sin tener a su lado una burguesía nacional. En este sentido, no se puede negar que es algo más que una simple burocracia. Es la única capa social privilegiada y dominante, en el sentido pleno de estas palabras, en la sociedad soviética.
Trotsky L. La Revolución Traicionada, 1936.
La revolución permanente
Y aunque buscaba su razón en supuestas “contradicciones”, entiendo que “dialécticas”, era mucho más crítico y así, en su La Revolución Permanente señalaba:
El burocratismo soviético (sería más exacto decir antisoviético) es el producto de contradicciones sociales: entre la ciudad y el campo; entre el proletariado y el campesinado (estos dos géneros de contradicciones no coinciden); entre las repúblicas nacionales y sus subdivisiones; entre los diversos grupos del campesinado; entre las diversas capas del proletariado; entre los diversos grupos de consumidores; en fin, entre el estado soviético en su conjunto y su cerco capitalista. Actualmente, por la traducción de todas las relaciones al lenguaje del sistema monetario, las contradicciones económicas van a aparecer a los ojos de todos de una manera especialmente viva.
Trotsky L. La Revolución Permanente.
La burocracia resuelve estas contradicciones elevándose por encima de las masas trabajadoras. Utiliza su función para afirmar su dominación. A través de una dirección incontrolada, arbitraria y sin remedio, acumula nuevas contradicciones. Al explotarlas, crea un régimen de absolutismo burocrático (Trotsky, 1929).
Un aparato burocrático cuya violencia era también criticada por Bujarin, como cita Cohen, en su “Bukharin and de Bolshevik Revolution. A Political Biography, 1888-1938”.
Ello no obstante, ninguno de los dirigentes a los que nos hemos referido supo ver que el propio sistema, además de ese imponente aparato planificación y control, creaba las dinámicas necesarias para que dicho aparato funcionarial se convirtiese, inevitablemente, en la “clase” privilegiada colocada por encima del común de los ciudadanos que denunciaba Trotsky.
La función del Partido
Y ello, como apunta Kornai (“The Socialist System. The Political Economy of Communism”), por las siguientes razones:
A) El Partido, vanguardia del proletariado, es en los países denominados “comunistas” la principal institución en la estructura de poder y no se admiten -salvo excepciones más formales que reales, como la de China o Polonia- otros partidos que le hagan la competencia (es lo que se denomina sistema de partido único); y la jurisdicción de éste cubre, en la práctica tanto i) los nombramientos, como las promociones o los despidos del personal relevante del aparato estatal; ii) las decisiones en la mayor parte de los asuntos del Estado, alcanzándose dichas decisiones en el seno de los órganos del Partido antes de adoptarse por el órgano estatal correspondiente y iii) supervisión completa de la actuación del aparato del Estado.
En todo caso, el aparato del partido está en permanente contacto con el aparato del Estado y aunque el partido desarrolla las funciones políticas y el Estado las administrativas, dado que miembros del partido ostentan cargos estatales y a la inversa, el Partido en particular y, por extensión, la nomenclatura (entendida como el grupo dirigente) es una organización endogámica y fuertemente controlada por los que ya detentan el poder.
Sin control ni equilibrio
B) Hay, en los modelos comunistas, una carencia de sistemas de equilibrio y control que eviten la adquisición, por parte de la clase dirigente, del monopolio del poder con carácter permanente. En efecto, como destaca Kornai -siguiendo el modelo de análisis de Niskalen, exponente de la Escuela de la Elección Pública-, en los sistemas con parlamentarismo democrático, el legislador, con el ojo puesto en las siguientes elecciones, tiene, al menos supuestamente, el interés y la necesidad de ganarse la confianza de sus votantes.
Atendiendo a esa necesidad, da instrucciones al aparato funcionarial y controla el funcionamiento de esa burocracia, por iguales razones. Vemos, por tanto, que en las democracias la burocracia está supuestamente subordinada al legislativo. En el caso del modelo socialista, sin embargo, las premisas del modelo señalado no se dan: por un lado, el legislativo no depende del votante, sino que sus miembros son nombrados por la propia burocracia, de forma que acaba formando parte de la misma. Pero, por otra parte, y por la misma razón, el legislativo, que no es independiente de la burocracia, ni la regula ni la controla.
Intereses contrapuestos
C) Los intereses de la burocracia son distintos que los de los ciudadanos normales. Como también destaca el modelo de Kornai, existen una serie de elementos que mantienen unidos a los burócratas socialistas como grupo y frente al resto de los ciudadanos: i) la ideología (compartir una serie de ideas, valores, objetivos comunes), sobre todo en las primeras fases, recién alcanzado el poder; ii) el ansia de controlar y retener el poder, iii) prestigio y privilegios de los dirigentes (con ventajas materiales que acompañan al rango que ostentan) y iv) la coerción, ya que todo miembro del Partido tiene obligación de aplicar las resoluciones y las instrucciones de éste, estableciéndose un sistema de disciplina que va desde la censura hasta la expulsión del partido y, en casos todavía más “graves” la persecución gubernamental e incluso la reclusión en un campo de trabajo o la ejecución.
Como consecuencia de las fuerzas inherentes al sistema que acabamos de describir, el aparato burocrático, en la Unión Soviética estalinista, llegó a representar casi un 20 % de la masa laboral, y se constituyó, como no podía ser de otro modo, como una clase social colocada por encima de la generalidad de los ciudadanos, haciendo mayores las desigualdades que, en cualquier sociedad “burguesa”, se dan entre los gobernantes y los gobernados; justo aquello que, teóricamente, el socialismo pretendía erradicar.
Burocracia y casta política
Pero ello, como decimos, no fue consecuencia de una tergiversación del ideario socialista, como pretendía Trotsky, sino la consecuencia lógica y previsible del propio modelo. La pretensión de que, con la instauración de dicho modelo, aparecería el hombre nuevo no es sino una utopía sin apoyo real alguno y que olvida cuál es la naturaleza del ser humano y las propias fuerzas de intereses e incentivos que rodean al individuo y le hacen elegir.
Y eso sin entrar a discutir cómo, además de lo anterior, las motivaciones e incentivos de esa clase dirigente socialista –no sometida a ningún freno ni control- añaden mayores ineficiencias al sistema económico, empobreciendo más a todo el país.
Llámenme loco, pero nuestro modelo, con una “casta” política endogámica y cuyo poder trata de controlarlo todo, incluida la Justicia; un votante que se alimenta generalmente a través de los mismos medios de comunicación financiados a través de la subvención pública y una estructura burocrática con intereses cada vez más alejados de los ciudadanos -véase Bruselas-, nuestro sistema no es tan diferente; al menos en lo relativo a las fuerzas que crean esas estructuras burocráticas opresoras. A lo mejor deberíamos planteárnoslo.
Bibliografía
Aguilera de Prat, C. R. (2005). La teoría bolchevique del Estado socialista. Madrid: Tecnos.
Cohen, S. F. (1980). Bukharin and de Bolshevik Revolution. A Political Biography, 1888-1938. Oxford University Press.
Friedrich, Carl J. y Brzezinski, Zbigniew K. (1965). Totalitarian Dictatorship and Autocracy. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press.
Kornai, J. (2007). The Socialist System. The Political Economy of Communism. Oxford: Oxford University Press.
Lenin. (19 de Marzo de 1919). Informe sobre el Programa del Partido. Obtenido de https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe3/lenin-obras-3-3.pdf
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Lenin. (1975). Un paso adelante, dos pasos atrás. Madrid: Akal.
Lenin. (2006). El Estado y la Revolución. Madrid: Alianza Editorial.
Marx, K. (1844). Crítica de la filosofía del Estado de Hegel. Obtenido de http://creandopueblo.files.wordpress.com/2013/10/marx-crc3adtica-de-la-filosofc3ada-del-estado-de-hegel.pdf
Marx, K. (1852). 18 de Brumario de Luis Bonaparte. Obtenido de https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm
Marx, K. (1973). La Guerra civil en Francia. Editorial de Ciencias Sociales.
Mises, L. (1944). Bureaucracy. New Haven: Yale University Press.
Mises, L. v. (1996). Socialism. An Economical an Sociological Analysis. Auburn, Alabama: Mises Institute.
Trotsky. (1929). La Revolución Permanente. Obtenido de http://www.marxists.org/espanol/trotsky/revperm/
Trotsky, L. (1936). La Revolución Traicionada. Obtenido de http://www.marxists.org/espanol/trotsky/1936/rt/
Trotsky, L. (1972). La Revolución Permanente. París: Ruedo Ibérico.
Trotsky, L. (1977). La Revolución traicionada. Qué es y adónde va la Unión Soviética. Barcelona: Fontamara.
Trotsky, L. (s.f.). La Revolución Traicionada. Obtenido de http://www.marxists.org/espanol/trotsky/1936/rt/
Ver también
SpaceX contra la burocracia americana. (Fernando Parrilla).
Contra la racionalización de las administraciones públicas. (Miguel Anxo Bastos).
1 Comentario
Muy acertado.
Y sí, es necesario planteárselo..
¡Gracias!
PD.- Una aproximación diferente pero paralela, y altamente recomendable:
Butler Shaffer «Boundaries of order»:
https://mises.org/library/book/boundaries-order-private-property-social-system
(llamaría a esa burocracia estatal «institutionalizations» (the eroding structure) y,
aunque parece que busca el orden, consigue lo contrario, y no solo en el campo económico,
destruyendo la misma esencia de la vida.
Reproduzco el final del libro (también como un homenaje al autor, pues falleció poco antes del covid):
The measure of any society’s respect for the innate worthiness of individuals is found not in abstract platitudes, but in the degree of commitment people have to the maintenance of exclusive realms of decision-making within which each of us is free to direct our own lives and pursue our dreams and ambitions. No society can reasonably claim to be humane and decent as long as the purposes and desires of individuals are regarded as secondary to any collective undertaking. […]
What I have endeavored to express herein is not just a new set of ideas, and certainly not an ideology. The property principle is a reflection of how the world actually works. That other living things follow such practices—with no known belief systems or dogmas to direct their behavior—should suggest to us some underlying principle common to life itself. But mankind, whose collective arrogance presumes a special dispensation from nature, has ignored such a principle to its detriment. […]
The study of both physics and economics informs us that there are costs associated with every activity. The fundamental confl ict between a system of privately owned property and a political system is this: where private property interests are respected, the costs of human action are borne by those who desire a given activity and are prepared to pay the full costs thereof by committing their resources to its achievement. The nature of politics, on the other hand, is to forcibly transfer such costs to others. When we compel others to commit their lives and other property interests to programs they do not wish to support, we foster social confl ict, which reveals itself in the form of trespasses against individuals. There is an integrity to a
system of private property in that the costs borne, and the benefi ts received, by a given course of action are experienced by the owner. There is no integrity in political action, however, as the relationship of costs to benefi ts is fragmented.
Contrary to the polemics of Hobbes and other statists, every political system is an institutionalized means of forcibly transferring control of property from owners to non-owners. Of course, this is too candid and unvarnished a statement for most conventional, formally educated men and women to comfortably consider. The price of admission into the antechambers of the philosopher kings has been one’s tacit agreement to never call a thing for what it is, for truthfulness and clarity would allow others to apprehend the nature of the game being played at their expense. Because we prefer our illusion that politics is a noble, socially responsible undertaking, we resist these more pedestrian explanations, or dismiss them as “simplistic thinking.”
But what practices are more “simplistic” than those grounded in the belief that social order can be generated by an institutionalized elite using formal tools of violence to compel individuals to act as the elitists choose them to act? What arrogant assumptions underlie both the propriety of employing such methods and the belief that sufficient knowledge of means and outcomes lies in the hands of those enjoying the use of such coercive power? As we are discovering, life is far too complex and subject to far too many perturbations to any longer permit the illusion that human society can be organized and run from the top-down. It is time we gave Plato a decent burial.