Nuestra televisión pública nos amenaza con un programa más de telebasura, "Voces contra la globalización – Otro mundo es posible", esta vez dirigido al ansia de confirmación de sus prejuicios de la progresía colectivista. Seres moralmente superiores van a recordarnos que, según ellos, otro mundo más socialista es posible (y para ellos deseable): seguramente no entrarán a detallar cómo, ya que implicaría violar múltiples leyes praxeológicas, económicas y éticas; pretenden defender un mundo más justo, lo cual no es sorprendente, ya que incluso sin asesores de imagen puede suponerse que promover la injusticia no está bien visto. Estos propagadores de memeces (memes de baja calidad intelectual) suelen despotricar contra la propaganda comercial, pero es que lo suyo no es adoctrinamiento, no, sino ejercer de profetas con conciencia social crítica.
Son una selección de necios más o menos populares que se toman a sí mismos muy en serio y que conviene consumir con moderación: José Saramago, Adolfo Pérez Esquivel, Carlos Taibo, Eduardo Galeano, Jean Ziegler, José Vidal Beneyto, Sami Nair, Ignacio Ramonet, Jose Bové, María José Fariñas, François Houtart, Manu Chao, Giovanni Sartori, Pedro Casaldáliga, Toni Negri, Avi Lewis, Federico Mayor Zaragoza, Vitorio Agnolletto, David Held, Jeremy Rifkin, Ramón Fernández Durán, Susan George, Jaume Botey. Llamarles necios no es un insulto ni un ataque ad hominem: es una descripción, no hay más que analizar sus argumentos.
Se van a preguntar "¿Quién gobierna el mundo?" (contestarán que los malvados norteamericanos de forma unilateral); "¿Cuál es el poder real de los políticos?" (siempre poco, nunca suficiente, están comprados por los avariciosos empresarios); "¿Sabe usted que el volumen de negocios de una sola multinacional es superior al producto interior bruto de muchos países, incluidos Austria o Dinamarca?" (sí, lo sé ¿y qué? ¿Será que tienen éxito y satisfacen a los consumidores?); "¿Cuál es el papel de los paraísos fiscales que dan cobijo al dinero del crimen o al de la corrupción?" (son refugios fiscales, no paraísos, y también protegen el dinero de personas honradas de la voracidad confiscatoria); "¿Por qué se permite la existencia de estos territorios sin ley?" (como si no tuvieran ninguna ley, y es que los progres han olvidado aquello tan bonito de prohibido prohibir); "¿Cuál es el papel real de organismos como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio?" y "¿Qué pasó realmente en la Argentina para que su economía se viniera abajo?" (difícilmente van a acertar dada su supina ignorancia de economía y ética).
Gracias a ellos vamos a saber en manos de quién están los grandes medios de comunicación y cuál es su papel: seguramente se correrá un tupido velo sobre aquellos de titularidad pública (que curiosamente no emiten programas existentes favorables al liberalismo y la globalización). Nos vamos a enterar de que suceden catástrofes como privatizaciones y deslocalizaciones de empresas (algo malísimo para los países más pobres que las reciben, los pobrecillos son explotados sin saberlo); la sociedad del bienestar en Europa y los derechos laborales se están perdiendo (no es que desaparezcan privilegios, redistribución coactiva e incentivos a la pereza); está triunfando la economía especulativa sobre la economía productiva (pronto no habrá que producir nada, los consumidores comprarán especulación pura) y la política económica neoliberal (seguro que es por la actividad del Instituto Juan de Mariana, con sus millones de seguidores y su exorbitante presupuesto).
Hay miseria en los países desarrollados (pregunten a los pobres dónde prefieren serlo), unos consumen más que otros (tal vez porque producen más), las grandes multinacionales farmacéuticas se niegan a regalar sus medicinas. Hace poco, el presupuesto de Naciones Unidas era seis veces menos que lo que los norteamericanos se gastaron en cosméticos: a ver si conseguimos que sea sesenta o seiscientas veces menos, que los cosméticos al menos son altamente apreciados por las personas libres (evolución, selección sexual, atractivo…). Vamos condenados camino de la extinción, dejándonos unos cuantos millones de especies en la cuneta, y es que los políticos son insensibles con el calentamiento global, un tema del que no hablan nunca. Las culturas se uniformizan, se pierden identidades indígenas: mejor establecer reservas puras de buenos salvajes e impedirles imitar culturas diferentes quizás más exitosas.
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