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Cambio real, cambio nominal

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La actual situación económica está consiguiendo lo que cuatro años de primer mandato negociador con ETA no han conseguido. La intención de voto a favor del PP o, más propiamente, en contra de Zapatero, es de cerca de siete puntos porcentuales. Tal diferencia induce a reflexión acerca de los motivos que, más allá de la mera elección de una u otra papeleta, llevan a los españoles a las urnas.

En el periodo 2004-2008 se produjeron los primeros avisos de que la expansión general del crédito con destinatarios varios, aunque preferentemente en el sector de la construcción, amenazaba con acabar en una crisis fatal. Dado que los avisos de crisis eran minimizados por la nomenklatura académica, y por supuesto política, la fluidez y abundancia de medios de pago eran un bálsamo para el espíritu crítico de los ciudadanos. Pero no solamente la falsa abundancia inducía a los españoles al error. Es más, el acriticismo no es fruto solamente de una tentadora situación en la que tenía más a cuenta endeudarse que no hacerlo. Han sido más determinantes las décadas de educación en la dependencia a que los españoles se han entregado.

Educar en la irresponsabilidad ha sido la tónica de la escuela y de la educación popular de casi cualquier institución. En los centros académicos tanto como en los medios de comunicación, o por parte de los tontos útiles de la cultura, todos se han coaligado con una clase política inmadura que prefiere a un ciudadano incapaz que a uno autosuficiente.

La negociación con ETA conllevó la aceptación pública del chantaje terrorista, la asunción de que alguien con quienes se identifican los españoles de manera compleja pero inequívoca, es decir, las víctimas, pueden ser dejadas de lado si, al final, se elimina el problema de manera indolora y angelical.

Pero tal irrealismo vital era, y es, aplicado a casi todas las demás facetas de la vida. La económica, en particular, ofrecía y ofrece los mismos rasgos. El problema de la subsistencia vital consiste para los adultos adolescentes en que el dinero fluya, los alemanes lo transfieran vía UE, los bancos lo presten fácilmente y los gobiernos lo regalen a quien tenga un proyecto vital de nuevo cuño.

¿Qué esperan, por tanto, los españoles de la oposición? No han cambiado las cosas respecto del anterior mandato. Los que ahora se manifiestan favorables al Partido Popular exigen de éste los mínimos cambios para que se restablezca el bon vivant precedente. La tentación de la inocencia que Bruckner describió es ya una estación, un fin vital, una aspiración a la jubilación anticipable.

Que el PP lo arregle para que nada cambie o, en todo caso, para que se prolongue ese estado en el que los individuos no deban sufrir el más mínimo sentido de la responsabilidad, alejen de su alma la idea de que la riqueza se trabaja con esfuerzo y talento, no con fluidez monetaria, huyan de considerar que los males de la existencia se afrontan aceptando el dolor de la cirugía, o sigan cándidamente creyendo que un ser social es el que vive de la sociedad, no el que coopera productivamente con ella.

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