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Capitalismo, tráfico y ciudad (I)

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Hace unas semanas Libre Mercado publicó una entrevista que me realizó Manuel Llamas con motivo del alarmismo generado en las últimas semanas en Madrid por la polución. En ella expuse que los datos no avalaban el alarmismo que se está vendiendo en los últimos días al respecto, pues las partículas contaminantes de la capital de España están dentro de la normalidad. De hecho, si comparamos Madrid con otras ciudades menos contaminadas, veremos que las diferencias son insignificantes. Además, comenté que la polución lleva décadas bajando, tal y como muestran algunos estudios, como, por ejemplo, "It’s Getting Better All the Time: 100 Greatest Trends of the Last 100 Years" de Julian Simon y Stephen Moore.

Página 187 de “It’s Getting Better All the Time: 100 Greatest Trends of the Last 100 Years" de Julian Simon y Stephen Moore.

Estos datos no fueron recibidos con entusiasmo por los que intentan vender Madrid casi como una catástrofe ambiental. Sin embargo, según los comentarios que he podido leer sobre la entrevista, lo que más ha molestado a algunos es que dijera que nuestras ciudades están cada vez menos contaminadas gracias al capitalismo y que la figura del empresario, la construcción de más parkings, la propiedad privada, la liberalización del planeamiento urbano y los servicios públicos eran clave para mejorar el tráfico en nuestras urbes y seguir reduciendo la contaminación.

Por ello, me gustaría explicar un poco más, las aseveraciones que hice en la entrevista. 

En este primer comentario quiero exponer por qué las ciudades son más limpias gracias al capitalismo y en mi próximo artículo presentaré las soluciones que considero prioritarias si queremos realmente solucionar la ineficiencia del tráfico en las mismas. 

El capitalismo no es otra cosa que lo que surge cuando se deja a los seres humanos en libertad, pues cooperan entre ellos intercambiando bienes y servicios y, además, a través del ahorro y la creatividad empresarial, son capaces de ir creando riqueza. Si esto no existiera y sólo nos dedicáramos a consumir, como algunos pretenden, seguiríamos en las cavernas.

La ciudad como tal surge gracias al libre mercado y al capitalismo. Los individuos descubren que, para cooperar unos con otros, es mucho más económico para vivir agrupados en urbes que dispersos a lo largo del globo. Pero es que, además, nuestras ciudades son un claro ejemplo de ahorro y creación de riqueza. Hemos pasado de unas ciudades con viviendas que hoy serían consideradas como chabolas, con calles estrechas y empedradas y sin ningún tipo de alcantarillado o alumbrado público a otras que ya tienen viviendas robotizadas y están perfectamente climatizadas, con calles espectaculares asfaltadas y con avenidas ajardinadas para pasear y, por supuesto, poseen alumbrado público y un buen saneamiento.

Cuadro de Madrid a mitad del siglo XVIII de Antonio Joli .

Madrid en el siglo XXI.

Por añadidura, la ciudad como tal es el mejor invento capitalista —poder intercambiar, ahorrar y crear riqueza— que conocemos, pues gracias a las facilidades de intercambio que dan es más fácil que se produzca el importante fenómeno de división del trabajo que es fundamental para el desarrollo y la creación de riqueza y, por lo tanto, alcanzar un mayor bienestar social. En el pasado, en nuestras ciudades, que se parecerían más a los pueblos de hoy pero indudablemente con más actividad, no existían hospitales y los médicos eran generalistas, sin embargo, en las ciudades desarrolladas tenemos importantes hospitales y en ellos los médicos están cada vez más especializados. Algo así no podría existir sin la división del trabajo y el conocimiento y el ahorro y la capitalización del mismo. Es más, no podríamos hablar de sociedades desarrolladas sin nuestras ciudades y, tal y como explica magistralmente en su libro Edward Glaeser, las ciudades son nuestro mejor invento y nos hacen más ricos, inteligentes, verdes, sanos y felices. 

Algunos podrán pensar que esto es un error, que a simple vista se ve, que claramente la ciudad es el peor invento del hombre y el más contaminante y, por ello, necesita estar fuertemente regulada y planificada centralmente para que los despiadados y contaminantes hombres no hagan de las suyas destrozando el planeta.

Más bien, es absolutamente lo contrario. Se imaginan un mundo donde viviéramos separados unos de otros a kilómetros de distancia y sin carreteras, es decir, habitando en cabañas en medio de la nada o el bosque. O donde las ciudades están formadas por calles y grandes espacios verdes poco edificadas al más puro estilo de Broadacre City de Frank Lloyd Wright. Sin duda, seríamos pobres, eso lo primero, pero es que además, estaría infinitamente más contaminado, puesto que aparte de no disponer de sistemas de transporte eficientes, tendríamos que destinar infinidad de recursos para llevar la electricidad a cada una de las casas, plagando la tierra de cables y con los desechos acumulados en cada una de nuestras casas entre otra importante cantidad de problemas que surgirían.

Imagen de Broadacre City de Frank Lloyd Wright.

Sin embargo, las ciudades nos permiten todo lo contrario y, además, gracias al capitalismo son cada vez más limpias y eficientes. El ahorro, la inversión y la creatividad empresarial, claves en el proceso de creación de riqueza y fundamentos básicos del capitalismo, han permitido que el principal recurso de las ciudades sea el capital humano y no el físico.

Como apunté en la entrevista, muchas personas socialistas siguen pensando que lo que genera riqueza es poner a mucha gente trabajando en una fábrica haciendo láminas de acero. Empero, esto no es así. Con el paso del tiempo la industria y los trabajos derivados de la misma han ido perdiendo protagonismo y cada vez es más importante el capital humano para la creación de riqueza. 

Además, como también comenté, la tendencia del capitalismo es la desindustrialización de las ciudades y, gracias a ello, cada vez son más limpias, debido a que los propios ciudadanos quieren lugares confortables donde vivir y, merced al transporte, la industria puede situarse a las afueras de la ciudad. No obstante, también habría que apuntar que, gracias al capitalismo y no a los protocolos de Kioto, la industria contamina cada vez menos, pues la maquinaria es cada vez mejor, más eficiente y menos contaminante.

Imagen de la Ría de Bilbao en 1961.

Imagen de la Ría de Bilbao en 2013.

Por otro lado, las ciudades en el pasado carecían de saneamiento y los desechos se vertían en la vía pública, no existían automóviles y las calles estaban repletas de excrementos de animales. Gracias a todos los avances y al ahorro y la creación de riqueza, esto ya no es así. Además, cuando se produjo la revolución industrial no existían automóviles y las ciudades se llenaron de fábricas que contaminaban enormemente, pues los trabajadores tenían que vivir donde estuvieran las fábricas. Pero aunque algunos podrían ver la revolución industrial como un mal del capitalismo que ensució nuestras ciudades, la realidad es más bien la contraria, pues debido a este fenómeno que se produjo gracias al capitalismo, fuimos capaces de crear mucha más riqueza y emplearla en asfaltar calles, incluir el saneamiento, crear ese invento maravilloso llamado automóvil y, por tanto, conseguir mejorar la contaminación de nuestras ciudades en otros aspectos mucho más preocupantes que los de hoy. 

En este aspecto, algunos podrían decir que la mejora de salubridad de nuestras urbes se produjo gracias a importantes planes urbanísticos, pero, sin negar que tuvieron unos efectos concretos y medibles, estos planes no se podrían haber realizado nunca sin el incremento de la riqueza que se produjo gracias al avance tecnológico y a la creatividad empresarial.

Esa misma creatividad, pieza clave en el fenómeno de creación de riqueza y que sólo se puede dar en el capitalismo, ha sido fundamental también para lograr que nuestros coches sean cada vez más limpios. Y estoy convencido que si el capitalismo no se coarta, los automóviles en el futuro serán aún más económicos y menos contaminantes.

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