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Carta a Ruiz de Elvira desde Marte

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Paco Capella ha respondido cumplida y admirablemente a Antonio Ruiz de Elvira, que en un momento (cabe pensar) de debilidad mental escribió una anotación contra Libertad Digital y el Instituto Juan de Mariana. Ruiz de Elvira debería sentarse a leer con cuidado la respuesta por parte de Capella. La primera lectura le resultará absolutamente chocante, porque sus ensoñaciones no tienen nada que ver con el pensamiento más ampliamente compartido en el Juan de Mariana. Quizá con las siguientes aprenda algo.

Sabe Dios por qué se habrá imaginado que el liberalismo propone juegos de suma cero. Es especialmente sorprendente viniendo de un ecologista. Cree que en el Instituto abundan los defensores de la energía nuclear como tal, cuando la posición de esta asociación es muy otra: que compitan libremente las formas de crear energía, sin interferencias ni subvenciones. ¿Cambiará de idea al aprender que las ideas que defendemos en el Juan de Mariana no son las que él nos atribuye? Él sabrá si es o no honrado intelectualmente.

Ruiz del Elvira cae en la mala práctica de no citar nombres o artículos. Un vicio alejado por completo no ya del hábito científico, como le recuerda oportunamente Capella, sino de la más elemental cortesía con el lector. No es que no haya nombres, apelotonados todos sin criterio aparente. Pero se refieren todos a grandes autores a los que supuestamente seguimos o rechazamos, no a ninguno de nosotros o a lo que escribimos. Con una única excepción: la mía.

Dice Ruiz de Elvira que parece que viva en Marte. Lo dirá porque allí también parece haber calentamiento global, cabe pensar que por culpa también del hombre. Y si estoy tan alejado de este mundo que con sus pensamientos el ecologista me ha enviado más allá de la Luna es por unas ideas al parecer extrañas que mantengo sobre el precio del barril del petróleo. Deben de ser tan extrañas que él ni las menciona ni las enlaza; pasa directamente a criticar un aspecto muy concreto de mis artículos sobre los límites físicos de la creación de riqueza. Se refiere en concreto a lo siguiente:

Nos cuenta este Sr. que el peso de la energía en la economía mundial ha disminuido y hoy es muy pequeño. ¿De qué habla este Sr.? ¿Qué es un coche, sino energía potencial, un sistema en el que se ha invertido una ingente cantidad de energía para su fabricación? ¿Qué es un edificio, sino un sistema de una enorme cantidad de energía potencial?

A este físico le ocurre como a aquél que tenía un martillo en la mano y todo lo que veía le parecían clavos. Él sólo ve la física, incluso en las relaciones sociales, como la economía. Imagino que el mercado habrá de parecerle un caos sin sentido, sin propósito y sin racionalidad o justificación posible. Pues en verdad el mercado es un orden de cooperación humana, movido, animado por la búsqueda de las personas en la consecución de sus propios fines. Esa es la clave; ese el punto de partida para entender la sociedad. Por supuesto que el mismo hombre y el mundo en que se mueve tienen una base material. Pero tomar la parte por el todo puede llevarnos al solipsismo, por un lado, y al materialismo por otro.

Producir consiste en transformar la naturaleza para acercarla a la satisfacción de nuestros deseos. Estrictamente hablando no creamos materia o energía, sino que la transformamos hasta hacerla participar en un proceso productivo. El objetivo de la producción es la creación de valor, que no es un fenómeno físico, sino económico; es decir, el valor tiene que ver con la satisfacción de nuestros fines. Pero en su esquema del mercado esos fines no aparecen, sólo la realidad material de la actividad humana, una actividad que a sus ojos, privada de su motivación, de su razón de ser, ha de parecerle incomprensible y absurda. Marciana.

Excede mi capacidad de síntesis explicar en este artículo qué procesos sociales llevan de los deseos de las personas de cumplir sus objetivos a la producción y al intercambio, y a la formación de los precios. Pero los precios y la renta son conceptos demasiado importantes para la economía como para despreciarlos. Digo esto porque Ruiz de Elvira quiere despreciar mi afirmación (que carece de todo mérito, aparte del de señalar la realidad) de que el peso de los bienes energéticos y de las materias primas es cada vez menor con el desarrollo económico. Al parecer no entiende que una aplicación informática puede tener un gran valor económico por los servicios que nos presta, teniendo una base material insignificante. ¿Realmente es tan difícil?

Acaso sea yo demasiado ambicioso con según qué lector, pero quizás le será más sencillo entender que la base material de la creación de valor es cada vez menos importante simplemente mirando a los datos. En el artículo mío que él no cita recojo lo siguiente:

El peso de las materias primas, energéticas y no energéticas, más la agricultura en el producto nacional bruto estadounidense rondaba el 50% en 1890. En el cambio del siglo había descendido al 32%, y de nuevo al 23% en 1919. En 1957 el porcentaje había caído al 13%, para quedarse en el 3,7% en 1988. Si excluimos la agricultura, ese porcentaje se reduce al 1,6% del PIB.

Saludos desde Marte.

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