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Comparaciones odiosas

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En efecto, aunque el nacionalismo vasco, ayudado por sectores buenistas, se ha empeñado en monopolizar la atención del ciudadano de a pie con el mantra de la "paz" en Euskadi, lo cierto es que Cataluña sigue siendo el epicentro del liberticidio en el territorio del "Estado español". No se trata de una afirmación "fachosa" como gusta denominar a este tipo de aseveraciones la progresía. Por el contrario, han sido los propios empresarios alemanes, poco proclives a ser calificados favorables o contrarios a la singularidad catalana (o hecho diferencial) los que han puesto de manifiesto los riesgos de la tan añorada secesión.

La respuesta por parte del nacionalismo catalán no se hizo esperar. Joan Tardá, desde Esquerra Republicana, procedió a descalificar a una clase empresarial que da trabajo a muchos de sus "compatriotas" catalanes. La soez respuesta del político de ERC no debe sorprendernos puesto que no es la primera vez que lo hace. Antes fue "el Borbón", sin olvidar que su partido, con la inestimable ayuda de CIU, PSC y eco-comunistas estigmatizó al PPC (Pacto del Tinell) y después a Ciudadanos. En fin, esa es la libertad que se promete en el supuesto paraíso catalán independiente, donde cualquier disidencia recibirá como respuesta el insulto.

Mientras tanto, los "nacionalistas moderados" insisten en hablar de diálogo. Esto es ciertamente chocante, puesto que las veces que lo ha intentado el President Artur Mas, ha parecido más una suerte de chantaje que una apuesta por la conciliación, siempre con la envoltura victimista propia de los convergentes.

Difícilmente puede llegarse a buen puerto, es decir, a un acuerdo, cuando una de las partes al inicio de la conversación exige pacto fiscal o si no, rompe la baraja; o cuando amenaza con referendos ilegales o habla de elecciones plebiscitarias.

En toda esta dinámica, es curioso como se buscan establecer parecidos con lo que sucede en Reino Unido. En efecto, los hay, pero no en la dirección ni con el contenido que "explican" los impulsores del derecho a decidir (concepto que, por otra parte, nunca ha existido ni en el nacionalismo escocés ni en el unionismo británico). En las Islas se opta por el pragmatismo. El SNP siempre ha defendido su deseo de establecer un Estado escocés propio y así aparece en los diferentes manifiestos electorales, en los cuales lo que no encontramos son construcciones tan deliberadamente polisémicas como "estructuras de Estado" o afirmaciones más chabacanas del tipo "España nos roba" de uso cotidiano entre el establishment político catalán y que han calado entre amplios sectores de la ciudadanía.

En lo que sí coinciden ambos separatismos es en presentar la independencia como un paraíso en el cual los perros se atarían con longanizas, en mostrarse constructivos en su visión de la Unión Europea y en no plantear dudas sobre la moneda que emplearían. Como se observa, una independencia a la carta, financiada en última instancia por el gobierno central del cual se quieren separar. De consumarse, el resultado sería un nuevo Estado caracterizado por sus injerencias y por el intervencionismo, no la utopía que explican empleando para ello ingentes sumas de dinero público.

Sin embargo, esta situación que parece alarmar a muchos no es algo reciente ni susceptible de achacar exclusivamente a la crisis económica. Habría que retroceder un poco más en el tiempo para comprobar sus antecedentes inmediatos en ese Estatuto de 2006, perpetrado a partir de 2003 con el Tripartito y promocionado por la irresponsabilidad del primer gobierno de Rodríguez Zapatero. En aquellas fechas ahora tan lejanas, se empezó a jugar con fuego mediante el uso de conceptos tan "progres" como vacuos (España plural, España nación de naciones), más orientados a discriminar a quien no pensaba así que a realizar políticas tangibles que en última instancia dieran respuesta satisfactoria a las demandas reales, no imaginarias, de la ciudadanía.

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