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Coronavirus, ¿la estocada definitiva a Europa?

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La característica principal del mercado no intervenido es que tiende a reflejar las preferencias de los individuos.

Mientras escribo estas líneas me siento un poco como Stefan Zweig al final de sus Memorias de un europeo, donde, recluido en un pequeño hotel en Inglaterra, se veía a merced de hombres que nunca habían demostrado ser más que él. Estaba hablando de Churchill y Hitler entre otros, en los albores de la Segunda Guerra Mundial.

No se puede decir que la situación sea de la misma gravedad, pero la sensación de pérdida de control de nuestras vidas sí puede ser similar. Me despierto y me encuentro con que el Gobierno de EE. UU. ha cerrado la frontera durante un mes para viajeros procedentes de Europa, que en Italia se han cerrado todos los locales públicos menos las tiendas de primera necesidad o que en España se está planteando seriamente cerrar la Comunidad de Madrid. Una verdadera pesadilla orwelliana, en la que los Gobiernos encuentran su mejor caldo de cultivo.

Todo es transitorio, se nos asegura, como siempre que se pone en marcha una medida impopular (recuerdo los dos años que iba a durar el incremento “temporal” de IRPF del Gobierno de Rajoy). Y seguramente lo sea, ni siquiera el Gobierno podrá mantenernos indefinidamente recluidos y sin colegios. Pero también debería ser momento de mirar un poco más allá para ver los efectos “secundarios” e inesperados de todas estas medidas, algo que, como no afecta a los Gobiernos decisores, estos no tienen en cuenta en sus decisiones.

Y es que es muy posible que todas estas medidas draconianas se cobren una elevada factura en términos empresariales. ¿Cuántos hoteles podrán aguantar la situación en Italia? ¿Cuánto podrá aguantar un cine o un teatro sin espectadores? ¿Cuánto cualquier empresa de tamaño reducido obligada a paralizar sus operaciones porque los trabajadores no pueden asistir a su centro de trabajo? La situación que se avista al final del túnel dista de ser idílica.

Pero, nos dirán, ¿cómo luchar si no contra esta situación? ¿No es lo que han hecho en China para tratar de resolver un problema del que por fin parecen estar saliendo? Si allí ha funcionado, ¿por qué no aquí?

No niego que esas medidas puedan ser necesarias, quizá las únicas efectivas, aunque eso se podría discutir, y no solo desde ámbitos científicos-sanitarios. Lo que digo es que después del coronavirus la vida seguirá. Y será en ese momento cuando todas las regulaciones que operan en la Unión Europea y en España en particular, revelen en toda su magnitud sus nocivos efectos para la economía, y posiblemente dejen definitivamente tocada a esta área geográfica en comparación con China o EE. UU.

Me explico. La característica principal del mercado no intervenido es que tiende a reflejar las preferencias de los individuos. Un mercado libre está en constante cambio y adecuación a los cambiantes deseos de los consumidores, pues es la única forma de mantener los beneficios. En ello, el mercado libre ha demostrado siempre una extraordinaria flexibilidad: por supuesto, la adaptación no es automática, pero llega más pronto que tarde, y siempre con gran eficiencia.

Sin entrar en demasiado detalle, los cambios son guiados por las variaciones en los precios que se producen como consecuencia de los cambios en el valor que dan los individuos a los bienes y recursos. Un ejemplo muy sencillo lo hemos vivido estos días con la valoración en Bolsa de las empresas que se dedican a la fabricación de las mascarillas hospitalarias, o con el propio precio de éstas. Por el contrario, las empresas relacionadas con el turismo han sufrido considerable pérdida de valor, en parte por las medidas de los Gobiernos, pero también porque la gente de repente valora en muy poco los viajes a la vista del riesgo de contagio.

Este proceso flexible de ajuste de precios al valor tiene una gran importancia para que nuestras necesidades estén bien atendidas. Por ejemplo, la subida del precio de las mascarillas se debe a que todos queremos tenerlas para prevenir contagios. El precio sube porque no hay suficientes unidades para todos los demandantes, y el empresario aprovecha para ganar más dinero. Pero, al mismo tiempo, eso da una señal muy potente al mercado de que hay negocio en la fabricación de mascarillas, se puede ganar dinero. En cuanto la detecten, muchos empresarios se lanzarán a captar la oportunidad de negocio, por lo que la oferta se incrementará, se adecuará a la demanda, los precios tenderán a bajar e incluso la mascarilla terminará siendo más barata que al principio, si por el camino se han producido innovaciones o excesos de fabricación. Así pues, el mercado garantiza que nuestras necesidades quedarán cubiertas, gracias a que el sistema de precios ha funcionado correctamente. Puede que tarde un tiempo, pues las mascarillas no se hacen de la nada, pero en breve el problema quedará resuelto.

¿En qué condiciones se produce el efecto benéfico recién descrito? Queda claro: tiene que funcionar bien el sistema de precios y tiene que ser fácil cambiar el uso de los recursos. Ninguno de estas condiciones se cumple en las economías fuertemente reguladas de Europa. Pensemos en el recurso por excelencia, el trabajo. ¿Es fácil llevar este recurso de un uso a otro en Europa, no digamos en España? Y si miramos a los precios, ¿cuántos impuestos distorsionan su contenido? El ejemplo más palmario puede ser el de la gasolina. Esto son meramente ejemplos ilustrativos, pero todos conocemos bien los sectores en que trabajamos y sabemos que, allá donde miremos, encontraremos obstáculos y más obstáculos a la actividad empresarial, siempre con la disculpa de regular para el interés general.

En China, en cambio, esto no ocurre en general. Por mucho que el régimen sea tildado de comunista, lo cierto es que allí tienen enorme flexibilidad para abrir y cerrar negocios, o para contratar y despedir gente, o para moverse de un sitio a otro simplemente por ahorros marginales en los costes logísticos. Y de EE. UU. se podría decir otro tanto, aunque seguramente sea un mercado más intervenido que el chino.

Es por ello que en China y EE. UU. rebotará la actividad rápidamente tras la crisis del coronavirus. Los recursos se habrán podido canalizar con flexibilidad hacia las necesidades marcadas por la presencia y extensión del virus, y ahora que el “bicho” empieza a remitir, se redireccionarán a las antiguas necesidades sin demasiado problema. Al menos, si lo comparamos con los obstáculos que el mismo proceso va a encontrar en Europa.

Espero equivocarme, pero mucho me temo que esa regulación europea que nos hace ciudadanos “privilegiados” y de la que tan orgullosos se han mostrado nuestros políticos, sea la estocada definitiva para nuestra forma de vida. Ah, por supuesto, a menos que la quiten.

12 Comentarios

  1. En Reino Unido practican,
    En Reino Unido practican, también en sanidad, una actitud más liberal: «Reino Unido se declara impotente frente al coronavirus y da prioridad a la economía»:
    https://www.lavanguardia.com/internacional/20200313/474112559284/reino-unido-impotente-coronavirus-prioridad-economia.html

    En realidad, Reino Unido da prioridad a las medidas voluntarias (como son la educación y la responsabilidad individual), frente al estatismo indiscriminado que practica Europa continental, que ‘casi siempre’ lleva a resultados contrarios a los deseados (lo cual me da la impresión que no solo sucede en economía).

  2. De pronto los contagios se
    De pronto los contagios se incrementan de forma exponencial en España, pero el virus en China lo hacía de forma lineal ya que de lo contrario hablaríamos de millones de contagiados. Algo falla en la historia que nos venden.

  3. Tahinlandia,Corea del Sur y
    Tahinlandia,Corea del Sur y ahora Inglaterra (aprovechando su salida de la UE), se han tomado la crisis de forma muy distinta. Las dos primeras con éxito y no han tenido que dañar a sus economías. Cuando se enteran de lo que ocurre en China actúan y su forma de pensar es, la pandemia no puede arruinar todo,no puede estatalizarnos ni permitir que las grandes ONGS,incrementen sus patrimonios.

  4. Futuro paro. Es necesario
    Futuro paro. Es necesario hacer compatible la prestación del subsidio de desempleo con el empleo. Los desempleados «tardan» en volver a encontrar empleo por muchas razones, siendo una de ellas que pierden sus «derechos» si se reincorporan a un trabajo demasiado pronto.
    Otro tanto se puede decir de pensionistas. Muchos podrían seguir trabajando, pero está prohibido cobrar pensión y trabajar. De modo que son excluidos del mercado laboral y marginados de la parte productiva de la sociedad. Incluso aunque una persona solo pudiera trabajar seis horas a la semana, esas horas, si son productivas, son beneficiosas. Es como si se estuvieran pagando una pequeña parte de su pensión a sí mismos, descargando así a los demás.

    Esta crisis es una gran ocasión para cambiar la mentalidad hiperproteccionista que tanto daño ha hecho a los españoles.

    Una cosa más: el trabajo no es bueno en sí mismo. Solo el trabajo productivo es bueno. Pero para ***descubrir*** qué trabajo es productivo es necesario probar distintas cosas. Esto es, hay que «despilfarrar» tiempo en trabajillos improductivos. El Estado de Bienestar, el Estado Asistencial, el Estdo Terapéutico ha prohibido encontrar lo útil, lo valioso. Millones de personas en España están deprimidas, avergonzadas y marginadas, porque son «forzadas» a tomar de la sociedad sin dar nada a cambio, lo cual contraviene al instinto humano. La «plena inclusión social» necesita la liberalización radical del mercado laboral, de la seguridad social, del sistema de desempleo y de pensiones.

    Es decir, hay que deshacer todo lo que ha promocionado la Unión Europea desde 1990.

    Ahora nos toca a nosotros la des-sovietización.

    Saludos.

  5. Una situación como la actual
    Una situación como la actual (estatalización de la sociedad) sirvió a Ludwig von Mises para descubrir-desarrollar el teorema de la IMPOSIBILIDAD del cálculo económico en una comunidad socialista (estimulado por la evidencia empírica a su alrededor). Más adelante Friedrich Hayek mostró el mercado como un (el) modo de «conocer» (ante situaciones «desconocidas» -como una epidemia por ejemplo-) en paralelo a su función de provisión.

    Parece sin embargo que nuestros dirigentes políticos están dotados de ciencia infusa, y ante la aparición de cualquier cosa ligeramente «desconocida», como una nueva cepa de virus de la gripe, la primera medida vuelve a ser estatalizar la sociedad (con la consiguiente escalada coactiva -que se retroalimenta- al ver que sus bienintencionadas medidas consiguen exactamente lo contrario de lo deseado). Por ejemplo, en relación a: (a) lo que parece ser el más sencillo medio de prevención, las mascarillas, y su escasez sobrevenida: https://www.libremercado.com/2020-03-19/confiscacion-sanchez-escasez-material-medico-mascarillas-1276654240/?_ga=2.10288501.1976104571.1582053120-894090803.1541442993
    (b) la aparición de habitaciones medicalizadas con respirador para cubrir la necesidad emergente.

    Me sorprende que en estas páginas y comentarios (que muchas veces son la excepción a la regla socialista) apenas se incida en ello. Quizás ya estamos totalmente entregados «también» intelectualmente: https://www.mises.org.es/2020/03/coronacrisis-y-leviatan/

    • Por «economía de guerra» me
      Por «economía de guerra» me refiero a planificación centralizada (la militarización de toda la sociedad ante la Gran Guerra de 1914-19, cuyos inherentes resultados llevaron a Mises a darse cuenta de la imposibilidad material de dotar de carácter coordinador a los mandatos centralizados pues no pueden hacerse con la información descentralizada necesaria para ello –de hecho, tal información no llega ni a poder crearse– ).
      Que es una cosa muy diferente a que los números agregados resulten «parecidos» a los que «resultan» cuando un país entra en guerra: https://www.libremercado.com/2020-03-21/sabado-toni-roldan-plantea-el-coronabono-estamos-en-una-economia-de-guerra-1276654400/?_ga=2.115653958.1976104571.1582053120-894090803.1541442993

      Lo importante son los PROCESOS CAUSALES subyacentes a partir de sus elementos más simples, uno a uno, paso a paso. Las gráficas representando los números «resultantes» de esos procesos no nos los muestran, incluso a veces ocultan, la dinámica que está en su base.

      Luego resulta «difícil» (incluso imposible, en tanto se den las condiciones del teorema) salir de una situación así implementando (tras una prescripción y diagnóstico erróneo) una dosis mayor de «lo mismo» (más socialismo)… por lo menos a medio plazo.

    • Los procesos descentralizados
      Como muy bien muestra Fernando Herrera en su nuevo artículo “Valor y precio: lecciones para prevenir un desastre” (https://www.juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/valor-y-precio-lecciones-para-prevenir-un-desastre ) los procesos descentralizados de intercambios voluntarios van produciendo y descubriendo, paso a paso, productos o servicios nuevos más adecuados a las nuevas necesidades y retos junto con modos de intercambiarlos y de ellos emergen los PRECIOS de mercado (otra estandarización temporal, que sirve de guía a los diferentes actores para los siguientes pasos de descubrimiento y coordinación).

      Curiosamente, los economistas main-stream le «dan la vuelta» a la relación causal, y comienzan, en sus deducciones teóricas, por el final, como si ese precio («resultante» de todos los procesos de interacción, cambiante, que se va construyendo cada día por las acciones
      –eventuales– de todos y cada uno de los actores, por ello desconocido ex ante, obviamente) estuviera predeterminado y fuera único y cognoscible ex ante.

      Es una locura… pero una locura que sigue vigente…

      Un ejemplo: J.R Hicks (1939) Value and Capital (en paralelo a Keynes [1936]). Una vez «conocida» esa estructura relativa de precios (¿ideal, o fijada coactivamente?, no se sabe; pero lo cierto es que cierra el sistema y lo convierte en algo muy diferente: un juego de suma cero) los estudiosos main-stream «juegan» hacia atrás ceteris paribus, teorizan qué pasaría si ese «precio» bajara o subiera, en tanto que guía para las acciones de las personas (pero dejando de lado y olvidando cómo vino históricamente a producirse o resultar el mismo «hacia adelante»). Con esa parcialidad absoluta, quedándose con las hojas y despreciando el rábano, “descubren” que los actores en su empresarialidad son malos, porque buscan su interés, y quieren vender “más caro”, o comprar más barato, que lo que ellos consideran en su teoría “precio justo”, que incluiría ‘exactamente’ (una vez alcanzado ese Shangri-La que sería el equilibrio perfecto final) todos los costes y conocimientos técnicos que se alcanzarían en el «paraíso terrenal» que describe Jose Benegas: https://www.youtube.com/watch?v=x0Yz9dqk0f0

    • Es una locura que sigue
      Es una locura que sigue vigente… y hace que en vez de darnos cuenta de la importancia de los procesos descentralizados de aprendizaje (en el mercado, en investigación científica, epidemiológica, etc., incluso en moral) a las primeras de cambio se recurra a desmontarlos (como si fueran superfluos) y recurrir a un ordenancismo centralizado. Como si existiera una disyuntiva economía o salud (y no fueran procesos paralelos). Como si el gobernante de turno (o su consejero aúlico) estuviera dotado de omnisciencia.


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