El estatismo es una filosofía política muy vieja, aunque el término es relativamente nuevo. Se puede decir que esta filosofía nació con las primeras tribus, hace unos cien mil años. En efecto, eran tribus que crecían, y de alguna manera aprendieron a agruparse en diez, cincuenta o cien miembros. De esa manera podían defenderse mejor de las bestias, conseguir frutos silvestres y todo lo que necesitaban para sobrevivir, les funcionaba el estatismo.
Lo que nos importa aquí es pensar en la estructura política de esas tribus, el tema del mando y la obediencia. Es natural que hubiera un jefe que se encargaba de ordenar las tareas, repartir los quehaceres y tomar las decisiones: quiénes van a cazar al búfalo, quiénes a pescar, etc. Podemos ver dos tipos de individuos: Uno que ordena y los demás obedecen. Nadie podía desafiar las decisiones del jefe, pues corría el riesgo de perder la cabeza. Los súbditos solo tenían que guardar obediencia, no pensar, no cuestionar ni proponer alternativas, la disidencia era riesgosa. A las mujeres se les condenaba a quedarse a cuidar a los niños y ancianos.
Creced y multiplicaos, tribus
Por efectos del crecimiento de la tribu, algún individuo se atreve a pensar en una mejor solución que la del jefe. Sabe que si contradice al patriarca le pueden azotar o quitar la vida, así que mejor huye a la sombra de la noche y se lleva a dos o tres mujeres y niños. Tienen que correr toda la noche para estar fuera del alcance del jefe. Ya lejos del alcance del patriarca, descansa y luego forma otra tribu, pero con la misma estructura política. Ahora hay un nuevo jefe y los demás obedecen.
El ejemplo se replica y así se forman nuevas tribus que se desparraman por el globo terráqueo. Aquí podemos decir que se da la primera crisis del estatismo. El jefe, que juega el papel del jefe de Estado, ya no puede controlar a su gente, ya no le obedecen y prefieren huir y dejar solo al jefe. Pasan cientos y miles de años y cada tribu inventa sus formas de comunicarse, sus costumbres y desarrollan sus habilidades. Y en cada tribu, llegado el momento, se dan crisis del Estado.
Es importante destacar la rivalidad entre las tribus así formadas. Nada tiene que ver el origen común de miles de años antes. Todas son enemigas entre sí. Se ven con recelo, se sienten ofendidas si se acerca una tribu a otra. Piensan que van a perder fauna y flora para el alimento. La inteligencia, la observación, la experimentación, la práctica y el desafío hace que unas tribus descubran la agricultura, la ganadería, la piscicultura y otras. Logran así domesticar animales silvestres, plantar y cosechar, cosa que permite los asentamientos en determinados lugares.
Los intercambios involuntarios
Era perfectamente normal que una tribu se diera cuenta de que otra tribu tenía animales domesticados, o quizás semillas. Lo más natural era planear un ataque nocturno, asesinar a toda la tribu y llevarse los bienes deseados, incluyendo mujeres y niños, era el botín de guerra. Una práctica normal, pues todavía no se descubría otro sistema de intercambio.
Pasado unos ochenta mil años, es decir, hace 20 mil años, por fin se descubre el intercambio voluntario. Un individuo de una tribu logra negociar con otro individuo de una tribu enemiga. Intercambian un pedazo de tiburón por una porción de frijol, digamos. Es un hecho de gran trascendencia, un cambio de paradigma. Tratar civilizadamente al enemigo, al desconocido era algo inusual. Después del intercambio, cada uno se va feliz a sus respectivas tribus. Los guerreros, tan preparados para matar, asesinar y masacrar enemigos, se sintieron desilusionados.
La entrada del intercambio voluntario rompía usos y costumbres, de hecho, ponían en crisis al estatismo imperante hasta esos tiempos. Por supuesto, esa práctica nueva, la del intercambio voluntario, no se generalizó a todas las tribus, unas aprendieron y se desarrollaron significativamente, otras siguieron aplicando violencia, saqueo, asesinatos y masacres (Atila, vikingos, nazis, putines, etc.)
Fernando
Eliminar el estatismo no es fácil. La creencia de tener jefes benévolos, data de miles de años. El niño de hoy en día, aprende que tener un papá que vela por su salud, alimentación y vestido es maravilloso, pero es estatismo familiar y no está mal mientras dure solo lo suficiente, después tiene que liberarse para volar y tomar sus propias decisiones, pues de otra manera se convierte en tragedia.
Se ve estatismo en el director de orquesta. No puede ser de otra manera pues solo así puede ejecutarse maravillosamente la novena sinfonía de Beethoven. Es inadmisible que cada músico se tome la libertad de hacer lo que le venga en gana. Igual podemos aceptar el control centralizado de una armadora de autos: todos tienen que hacer la tarea que les corresponde, como si fueran esclavos o robots, pues de otra manera no saldría automóviles hermosos.
También es admisible aplicar estatismo; es decir, control centralizado en el ejército. Cada soldado, teniente o general debe cumplir el papel planeado, no puede tener la libertad de hacer lo que le venga en gana. En estos ámbitos funciona bien la centralización. Pero no faltó un zoquete que se creyó muy brillante para postular la posibilidad de tener un centro de planificación “para organizar perfectamente a la sociedad”.
Vicente
En efecto, así surgieron los Saint-Simon, Carlos Marx, Vladímir Ilich Lenin y otros deschavetados o locos. No pudieron entender que todo centro de planificación, sea jefe de tribu o buró político, le impone una camisa de fuerza a los ciudadanos al darles tareas específicas y obligatorias. Los individuos ya no necesitan pensar, sino solo obedecer. Aquél que se atreve a pensar diferente puede entrar en contradicción con el poder central y gana lugar en la guillotina famosa, o lo mandan a Siberia acusado de loco peligroso.
En todo sistema de planificación centralizada se pierde el talento, la inteligencia y creatividad de los individuos. La producción y la distribución terminan por caer en crisis porque nadie tiene el poder de centralmente planificar todos los gustos, necesidades y caprichos de la sociedad. Se llegó a pensar que seleccionando un superequipo, hombres sabios, buenos, honestos e incorruptibles, ya se le podía cubrir a cada ciudadano todas sus necesidades, pero solo quedó en sueños. Luego, los comunistas modernos pensaron que con las nuevas tecnologías de la información ya podían hacer realidad la sociedad bien organizada, es decir, la sociedad comunista, pero también resultó un fracaso. Todos estos intentos solo provocaron escasez, desperdicio, hambre y muertes. Es la crisis del estatismo.
Fernando
Sin embargo, estos fracasos del estatismo no son suficientes para cambiar de rumbo. Surgen nuevos socialistas que critican a los anteriores y prometen que ellos sí sabrán organizar bien a la sociedad, recuperan así la bandera del estatismo, el espíritu de tribu. Pero vuelven a fracasar, una y otra vez. ¿Por qué no cambian de canción? Porque la canción opuesta es muy reciente. Pocos saben la tonada, pocos saben la teoría. En efecto, Adam Smith aportó algunos elementos, luego fue Carl Menger, Böhm von Bawerk, Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek, Milton Friedman, Hans Herman Hoppe; Jesús Huerta de Soto, Murray Rothbard y otros que forman lo que se conoce como Escuela Austriaca de Economía.
Son autores recientes que todavía no entran a la matrícula de las escuelas de economía tradicionales. Donde sus teorías se han incorporado ya se ven los frutos de prosperidad. Y no puede ser de otra forma, pues a diferencia de la filosofía tribal, ellos abogan por liberar la mente y el espíritu de los individuos. Dejar que los hombres piensen, hablen y escriban sin restricción, experimenten, inventen, innoven, compren, vendan, importen, exporten sin que un gobierno les imponga requisitos ni les amenace con despojarles de sus propiedades o ganancias.
Vicente
Es muy simple: contra el espíritu de tribu, es decir, contra el estatismo, se le contrapone la libertad. No se acepta una autoridad central y todos pueden tomar decisiones, bajo su propio riesgo. Cuando entra esta filosofía, liberal, neoliberal o libertaria y la abraza la gente, es cuando entra en crisis el viejo estatismo y se sustituye por un ambiente donde impera el respeto a la vida del prójimo, nadie roba y nadie comete fraudes. Y si alguien rompe estos principios, allí es donde entra un gobierno que tiene las funciones limitadas de impartir justicia y dar seguridad a todos los ciudadanos. Es una filosofía nueva que necesita entrar a las escuelas y universidades que hoy están secuestradas por el estatismo.
¿Cómo le dejamos entrar?
Hoy nos preguntamos cómo fue que dejamos entrar el estatismo en nuestras sociedades. Los que llegaron al poder nos convencieron de que hacían falta escuelas y universidades y que ellos, el Estado o gobierno se preocuparían por resolverlo, a la gente le pareció muy bien y los dejamos. Luego el gobierno se arrogó el derecho de hacer hospitales, y lo vimos muy bien; luego nos convencieron de que hacían falta carreteras y los dejamos hacer; y ya tenían argumentos para subirnos más y más los impuestos, y lo vimos bien. No teníamos elementos para ver que estaban dando estructura al estatismo. Siguieron construyendo socialismo, que es estatismo puro, sin mencionarlo.
Para terminar, convencieron a la población de la necesidad de “Programas sociales”. Darle dinero del erario a los ancianos, madres solteras, estudiantes, discapacitados, etc. Y todo con el beneplácito de la población. No contentos con esto, desplazan a la iniciativa privada para construir trenes, refinerías, aeropuertos, megafarmacias, etc. Nada de eso tendrá éxito, porque es estatismo puro. Entrarán en crisis y solo espero que haya suficientes liberales que puedan dar mejores respuestas. No hay que desesperarse, la tarea es fundar nuevas escuelas y universidades liberales o transformar a las instituciones educativas para que la cultura libertaria penetre en la población y la puedan defender contra el estatismo.
Ver también
La batalla ideológica contra el estatismo mutante. (Alejandro Sala).
El circo del estatismo europeo. (Juan Ramón Rallo).
El estatismo necesita un muro. (Albert Esplugas).
Un nuevo auge del estatismo. (José Carlos Rodríguez).
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