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Cuando el miedo es el motivo

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Es, de nuevo, la derecha o la izquierda. Es, de nuevo, los que te quitan por aquí o por allá, suavecito o a lo bruto, a la europea o a la boliviana.

A menos de una semana de las elecciones, los políticos patrios se preparan para la traca final; los periodistas sacan la última encuesta, más o menos sesgada, más o menos válida, no siempre con intención de informar, sospecho que a veces tratando de influir; los directores de campaña intentan el último truco, como los alumnos dan el último repaso segundos antes de que empiece el examen.

Yo no soy buena haciendo predicciones. No tengo ese don, ni entiendo las razones de los votantes, ni sinceramente lo pretendo. Me sigue sorprendiendo que los debates de última hora decanten el voto hacia un partido o hacia otro. Me sigue sorprendiendo que funcionen los trucos de siempre. Igual que las marionetas siguen encandilando a los niños, generación tras generación. La naturaleza humana es infalible.

Razones para votar, o para no votar

Una democracia es un sistema político en el que se elige el partido que va a gobernar mediante unas elecciones. Las normas y criterios de las mismas varían: la representatividad, las listas abiertas, el modo de financiación, etc., son diferentes de un país a otro. Y te toca uno u otro, igual que te toca una ciudad con un clima soleado u otra donde llueve el 60% del año. Desde mi punto de vista, votar o no votar implica diferentes grados de responsabilidad dependiendo de la situación concreta del país, del entorno. En el mío, no es una cuestión de vida o muerte. Es, de nuevo, la derecha o la izquierda. Es, de nuevo, los que te quitan por aquí o por allá, suavecito o a lo bruto, a la europea o a la boliviana. Es decir, no veo que ninguna de las opciones que hay (y eso que este año parece que hay más) suponga una recuperación de las riendas de su vida por los ciudadanos, ni siquiera hay un planteamiento opcional (el que no quiera puede optar por una alternativa), no hay diversidad institucional. Hay slogans y mantras que venden. Este año, el más solicitado por el respetable público ha sido el de la corrupción seguido del fraccionamiento del partido de enfrente. Por un lado, todos los partidos van a eliminar la corrupción, la van a sacar para siempre del sistema. Es un alivio. Por otro lado, cada partido señala que el de enfrente está dividido. Mi conclusión es que tanto la izquierda, como la derecha, como el centro, están fraccionados, tienen un lío interno importante, y están todos dispuestos a llevar a cabo la vendetta que haga falta dentro del partido. Como Cifuentes en la Comunidad de Madrid, que ha cortado cabezas para recolocar amiguetes, cargándose a técnicos expertos para poner a gente sin experiencia pero supongo que con cierto “merecimiento” por los favores prestados, o las afinidades internas.

Desde la última vez que expuse mi decisión de no votar no han cambiado las circunstancias que me llevaron a tomarla. Excepto una.

La razón del miedo

El miedo a ser Grecia, Portugal, Venezuela o Argentina frente al miedo a ser una dictadura del capitalismo, una Alemania (hay gente que no quiere ser Alemania) o Suiza… miedo al otro, miedo al radical. Y para mí el miedo nunca fue un motivo. Tiene razón Benjamín Caro que me plantea que saber lo que puede venir y las consecuencias que conlleva para la gente que queremos es una razón más que legítima, y que el miedo y el control nos hace sobrevivir desde hace miles de años. Ya lo sé, es cierto. Pero esta manipulación de ese miedo íntimo y espontáneo que es propio de todo ser humano prudente es lo que me preocupa. Me espanta esa inducción provocada, manejar los votos destacando las torturas a que serás sometido cuando gane. Y me enfada porque quien blande esa bandera no es una persona ajena, no es un inocente sabio que trata de hacernos pensar… Cuando mis amigos venezolanos, o argentinos, o cubanos, me previenen acerca de lo que puede hacer Podemos, les escucho atentamente y tomo nota. Pero que me lo cuente gente de los demás partidos, que estarían dispuestos a vender a su madre con tal de tener el sillón presidencial, con mi dinero y por mi bien… eso sí me molesta.

La victoria de la izquierda puede ser terrible y la de la derecha también. El hiper intervencionismo es más fácil de combatir cuando hay estómagos agradecidos por medio, y cuando la gente come cada día. Pero mina las bases de la sociedad igualmente porque enseña que vivir a costa del otro es bueno, que necesitamos al Estado como el adicto la metadona, y socava la riqueza poquito a poquito.

Pero lo que de verdad mata la civilización es vivir con miedo. Y por eso no voto. #noconmimiedo

 

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