El gobierno de Gordon Brown no supo afrontar la crisis económica pese a que en la Conferencia Anual de 2008, el ex Ministro de Hacienda salió ungido con la escarapela de “Mesías Salvador”. Nada de eso. Su fórmula fue un calco de la aplicada por Harold Wilson y James Callaghan en los años setenta: intervención estatal pura y dura, con la única diferencia de que las Trade Unions (sindicatos) no son tan potentes en el siglo XXI como en 1979. Margaret Thatcher y Toni Blair las domesticaron.
Los dos años en que las medidas de Gordon Brown se aplicaron fueron desastrosos. Dejaron como bagaje un desolador “there is no money left”. Curioso paso el del político escocés por Downing Street. Tanta prisa por suplir a Blair para luego acabar de un plumazo con todo un legado, internacional, diplomático y económico. Éste último es el más preocupante y ha servido para poner de manifiesto que los tories, si tienen una característica distintiva, generación tras generación, es que son buenos gestores de la economía.
Algunos, de modo peyorativo, hablan ya de “experimento cameroniano”. ¡Qué poco conocen a los conservadores! Su trayectoria histórica, si por algo los define, es por la cautela hacia los cambios, ya sean grandes o pequeños. La huella de Edmund Burke se mantiene intacta en la filosofía del Partido. La política de wait and see no sólo la aplican cuando de la Unión Europea se trata. Es un dogma.
En efecto, como sucediera a partir de 1979 con la famosa There is no alternative (TINA) de Margaret Thatcher, ahora mismo no queda otra opción que “apretarse el cinturón”, lo que incluye recortes en todos los departamentos. George Osborne (Ministro de Economía) lo avisó en Birmingham con motivo de la Conferencia Anual. Todo el mundo lo consideró “el patito feo” del gobierno, aunque pesos pesados de política británica de los años 80, como Norman Tebbit, alabaron sus propuestas de modus operandi que ahora David Cameron ha aplicado con el objetivo de lograr, en sus propias palabras, “un nuevo dinamismo económico”.
Sin duda alguna, el Primer Ministro es un valiente. Primero, porque no dispone de un gobierno mayoritario y sus socios, los Liberales Demócratas, querrían un credo económico diferente, o por mejor decir, antagónico. Segundo, porque muchos usarán sus recortes para hacer demagogia contra él. Tercero, porque las “medidas impopulares” afectan a carteras ministeriales claves como Defensa, piedra angular en la política de seguridad británica. Esto no significa que conceptos clave (como responsabilidad) o temas centrales (como el rol de la familia) hayan desaparecido de su ideario.
En definitiva, Cameron está viviendo unos intensos primeros meses en el retorno tory al número 10 de Downing Street. Encuentro con Obama en julio, con el tema de BP por medio (y toda la demagogia con la que actuó el norteamericano); oposición al malgasto que tiene en mente la UE con sus presupuestos; petición de un reparto “más justo” de las cargas económicas a los integrantes de la OTAN; fecha de caducidad a la estancia de las tropas británicas en Afganistán…
Es muy posible que en mayo de 2008, cuando el Partido Conservador arrasó en las municipales, Cameron esperase una estadía más plácida en el gobierno. No ha sido así pero, precisamente por eso, está mostrando su valía como estadista nacional e internacional. Los conceptos grandilocuentes quedan para la política y los políticos continentales. En las Islas se opta más por el realismo, en este caso, de tipo económico. El interés nacional es lo primero.
Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!