El pasado domingo se produjo un hecho revelador. Se convocó a una consulta a los ciudadanos de un pueblo de 8.000 habitantes para saber qué les parece la independencia de Cataluña. Ante el escándalo de muchos, a mi me parece estupendo que un alcalde o corporación municipal decida preguntar a sus convecinos lo que le considere conveniente. Como si se interroga a todos los pueblos de Cataluña. Una consulta sirve para obtener una impresión general de la opinión de los vecinos acerca de un tema concreto. Y, en este caso, la primera conclusión es que la gente de Arenys de Munt, el pueblo en cuestión, tiene mejores cosas que hacer un domingo, porque más de la mitad del pueblo no se molestó en acudir a la convocatoria. Más o menos, porque por lo visto la organización no ha tenido acceso al censo oficial y maneja cifras estimadas, así que tampoco está claro.
Lo grave no es saber qué opina la gente sea de lo que sea, sino que la justicia española había declarado ilegal la consulta. Incluso si no se está de acuerdo con la decisión judicial, hay que cumplirla. Eso dicen cuando se trata de resoluciones que convienen a determinados sectores. De lo contrario, no somos iguales ante la ley. Así que si Arenys de Munt puede consultar ilegalmente porque la independencia de Cataluña es anticonstitucional, ¿por qué no consultar a los ciudadanos acerca de otras cuestiones igualmente anticonstitucionales? A saber: preguntemos cuánta gente cree que el Holocausto es una invención; si los gitanos deben vivir entre los payos; si las mujeres deben cobrar el mismo sueldo que los hombres a pesar de las alteraciones físicas propias de su condición; si se debe considerar como ciudadano de segunda a aquel de higiene descuidada; o si es conveniente seguir pagando a la familia real una asignación, o deben hacerlo solamente los monárquicos. Impensable y, sin embargo, son casos similares.
La cuestión de Arenys de Munt es que es revela un hecho evidente como es que los independentistas han tomado nota de la necedad de los políticos, incapaces de tomar cartas en el asunto, y han decidido presentar hechos consumados: embajadas catalanas, mapas incompletos, libros de historia segados, imposición del catalán, y las consultas populares como palabra de Dios, te alabamos Señor.
Lo suyo sería que nuestros políticos le echaran un poco de valor al tema y se decidieran a reformar la Constitución para dejar claro qué posibilidades tienen los independentistas, de manera que el argumento de la obsolescencia de nuestra Carta Magna desapareciera. No entro en el tema de la reforma general del carísimo Estado de las Autonomías para simplificar la cuestión. Lo que planteo es que se ofreciera a los ciudadanos un debate real acerca de la unidad de España o las condiciones para la secesión. Por ejemplo, si hay muertos y coacción armada por medio, las consultas están sesgadas por la violencia. ¿Dejarían las armas los asesinos de ETA o se inventarían nuevos motivos para matar?
Un ejemplo a seguir es de la plataforma guatemalteca Pro-Reforma. Con Manuel Ayau al timón, y un buen número de seguidores, esta plataforma ha presentado en el Parlamento de Guatemala un proyecto de reforma constitucional basado en la igualdad ante la ley de todas las personas, la defensa de la propiedad privada y el cumplimiento de los contratos. Por supuesto, a partir de ahí, realizan un exhaustivo análisis de cómo y de qué manera se debería reformar el sistema político para acabar con los males del país: la violencia y la pobreza. Ni que decir tiene que no hay subvención de por medio, que el proyecto está financiado con aportaciones privadas y la campaña la llevan a cabo voluntarios (jóvenes en su mayoría). El objetivo es persuadir a un número crítico de ciudadanos, primero, y de diputados, después, para lograr que se acepte el proyecto. A quienes tenemos la fortuna de conocer a Manuel Ayau y a todos los amigos de la Universidad Francisco Marroquín, no nos sorprende esta iniciativa. Simplemente me pregunto ¿para cuándo una plataforma Pro-reforma en España? Conozco varias iniciativas que quedan en esfuerzos minoritarios sin apoyo real de una masa crítica de personas. Parece que en España nos quedamos en las elucubraciones intelectuales de salón y no nos ponemos manos a la obra.
Le falta coraje político a los políticos y nos sobra apatía a los ciudadanos. Y mientras miramos al horizonte dándoles vueltas a una idea, otros pueblos como Arenys de Munt se saltarán el mandato judicial y preguntarán a su gente si Cataluña debe independizarse o no. Y no pasará nada.
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