Somos demócratas.
Cada cuatro años podemos elegir una lista con muchos nombres, en su mayoría perfectos desconocidos. Las listas que reciban más votos recibirán mayor número de asientos en una asamblea y los que ocupen el 51% de dichos asientos elegirán a la persona que decida el partido a cuya lista pertenecen para mandar cuatro años.
Esto se hace a tres niveles: estatal, autonómico y municipal.
Esas personas, elegidas democráticamente, son la voz del pueblo… nada más y nada menos que la voluntad popular. Y aquí viene el quid de la cuestión. La «voluntad popular», la «voz del pueblo» nos dice qué debemos hacer con nuestra vida y hacienda. Y es mejor hacerle caso, pues el grado de coacción que puede imponernos es insuperable.
Así, la voz del pueblo decide que podemos hacer y que no. Qué podemos comprar, qué podemos vender, qué educación han de recibir nuestros hijos y quiénes pueden darla, qué cine tiene que exhibirse, qué deportes han de practicarse, qué arte ha de crearse… También decide cuanto podemos cobrar por nuestro trabajo, cuanto podemos pagar por el trabajo de otros e incluso decide qué parte del fruto de ese mismo trabajo nos la podemos quedar para poderla gastar nosotros (en lo que ellos digan, generalmente) y cuál no.
La «voz del pueblo» decide sobre nuestros gustos, sobre nuestros intereses y deseos. Decide qué empresas debe haber, qué fuente de energía hemos de utilizar, a qué temperatura debemos poner la calefacción de nuestros locales. Decide sobre nuestra salud, sobre lo que podemos o no comer, beber, fumar o esnifar. También decide qué asistencia medica nos corresponde, qué moneda estamos obligados a usar, qué medicamentos podemos tomar y cuáles no, qué servicios (telefónicos, postales, de distribución, lúdicos. etc.) están disponibles y quiénes pueden ofrecerlos.
Incluso decide cómo hemos de ahorrar para la vejez y las malas rachas. Y aún hay más, pues, gracias a la emisión de deuda pública, puede decidir nuestro grado de endeudamiento.
Todo muy democrático, pues no en vano la lista más votada por el pueblo es la que decide todas estas cosas en nuestro nombre. ¿Y la libertad? Pues ahí la tenemos, cada cuatro años podemos votar a una lista cerrada distinta, para que sus integrantes elijan a quienes van a decidir por nosotros para otros cuatro años…
Pero eso si, repito, todo muy democrático.
1 Comentario
Muy bien planteado el totalitarismo del «pueblo». Así es, no hay peor tiranía que la del llamado «pueblo», en su nombre todo está legitimado. Pero también he de criticar la exposición de que el sistema español es democrático. Si por democracia entendemos depositar un voto en una urna, desde luego que es democrático. Pero eso es un rito, algo simbólico que esconde la realidad del sistema. Para que haya democracia deben cumplirse dos requisitos:
1. Representación del votante (no existe porque está prohibido el mandato imperativo, artículo 67.2 de la Constitución; además, el sistema electoral mayoritario es contrario a la democracia, el correcto es el sistema uninominal por distrito de unos 100.000 habitantes, con poder de revocación y pagados por el propio distrito, no por el Estado ya que cada uno se debe al que le paga).
2. Independencia de los tres poderes EN ORIGEN. Es decir, elecciones distintas para el Ejecutivo y para el Legislativo. Y el poder Judicial ha de elegirlo entre los miembros de la carrera judicial exclusivamente y disponer de policía propia y de centros penitenciarios bajo su jurisdicción para ejecutar sus sentencias.
En España no se cumple ninguna de las dos condiciones para tener una democracia formal, despectivamente llamada por la progresía «democracia burguesa». Ni hay representación del votante (no se debe el diputado a sus representados sino que puede hacer lo que le dé la gana, no le vincula ni siquiera el programa electoral), además, el sistema electoral es proporcional y no mayoritario como en el Reino Unido, por ejemplo. Y tampoco hay independencia de los poderes. La máquina de poder que gana las elecciones tiene la mayoría del Legislativo. Éste elige al Ejecutivo y entre los dos eligen al poder judicial, es decir, todos dependen de la misma mano: el ganador de las elecciones.
Es todo una estafa. Si, además, tuviéramos una Constitución, estoy sería muy diferente porque estarían blindados de verdad los derechos fundamentales individuales, ninguna mayoría podría aplastarlos. Este sistema es un escándalo, de arriba a abajo.