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Después de las medidas, la confusión

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El pasado viernes, el Consejo de Ministros aprobaba las medidas que Rajoy había anunciado unos días antes. Desde el anuncio se han sucedido agrias declaraciones, protestas, manifestaciones, concentraciones y agitación.

Una subida del IVA, el aumento de los impuestos especiales al tabaco y alcohol, la reducción de salario de los funcionarios, la delegación de las funciones de algunos ayuntamientos pequeños en las diputaciones, y anuncios de reformas que aún no se han concretado pero suenan fuertes, son la explicación de tanto revuelo. Y de nuevo, los españoles nos hemos apresurado a buscar culpables y héroes a un tiempo.

La necesidad de un culpable

En lugar de reconocer que esta sangría se debe a la fiesta previa, y que como sociedad, durante años hemos votado a quienes prometían el paraíso en la tierra, a quienes más gastaban, a esos políticos que ofrecían cheques bebé, rentas a jóvenes para que se independizaran de sus padres, y casi, casi un unicornio por ciudadano. Se nos ha olvidado que todos pedíamos más, que reclamábamos esas instituciones duplicadas, que cuando se hablaba de equilibrio presupuestario no hacíamos ni caso.

Así que buscamos inmediatamente un culpable propicio: el gobierno de Rajoy, el gobierno de Zapatero, los políticos, sindicatos y, últimamente, los funcionarios. De manera que el gobierno de Rajoy es el peor del mundo y nos va a llevar a la tumba; el gobierno de Zapatero es el verdadero responsable de todo y nadie más; los políticos son todos unos ladrones y deberían estar en la cárcel, los sindicatos llevan años politizados e incumpliendo con su verdadera función y, ahora, los funcionarios son la razón de todos los males de España.

Con esa actitud nos libramos del auto examen, del reconocimiento de nuestra participación, complicidad, responsabilidad individual. Y tan contentos.

¿Quién le puso mala cara a Zapatero? ¿quién se preocupó de la transparencia cuando la bolsa estaba llena? ¿quién no se puso a la cola para recoger su unicornio?

Todos pagamos impuestos, decíamos. Pero no nos aseguramos de que esos impuestos se emplearan de manera "sostenible", de forma que se generara riqueza, o de si eran innecesarios. Permitimos subvenciones absurdas, sueldos de escándalo, tal vez pensando que mientras uno tenga cada vez más, los principios se pueden guardar en un cajón.

La reacción inmediata: la mitificación

Pero como este país es así, tras la crítica vino la obsesión, y después la reacción. No es para tanto, Rajoy hace lo que puede. No es verdad que Zapatero no hiciera nada, el pobre. No es cierto que los políticos no hagan nada por el país, su labor es básica en la democracia y meterse con ellos es atacar la democracia; los sindicatos son el gran logro del siglo XX y los funcionarios son quienes desempeñan las labores más importantes de nuestra sociedad.

De repente, cada cual, en función de sus filias, sus intereses, sus presentimientos o sus simpatías, se pone al lado de algún "damnificado" por la crítica ajena y defiende a capa y espada a un sector, un personaje político o una política determinada. La izquierda más radical atacaba esta semana la subida de impuestos. La derecha con algún o alguna liberal declarada entre ellos, justificaba una subida de IVA que nos va a machacar. Antiguos políticos han defendido en televisión la eliminación de subvenciones a partidos políticos. Un economista llama pirómano a otro por decir simplemente la verdad en un medio internacional. Y así todo.

Mientras tanto, lógicamente, la gente de la calle está atónita sin saber muy bien a quién creer, qué hacer o de quién fiarse. Como explicaba la dulce Clarisse al doctor Anibal Lecter en El Silencio de los Corderos, aunque abras la valla para liberarles, los corderos no se mueven, se quedan ahí gritando, esperando ser degollados. Los ciudadanos gritan, protestan porque les tocan la cartera, porque el paro no baja, pero no saben salir de este círculo vicioso en el que estamos. Todos hablan de "menos Estado" pero ¿cómo les afecta a ellos? Porque también dicen que eso significa que no habrá colegios, ni médicos, ni carreteras.

Más claridad y menos manipulación

Es necesario que los economistas y los medios de comunicación hagan un esfuerzo de claridad, sin encerrarse en la oscuridad del lenguaje técnico, pero no pierdan veracidad ni rigor, facilitando que la gente, el que pagará ese IVA, el que cobija en su casa a los hijos parados que han vuelto, que llega muy mal, o no llega a fin de mes, sepa a qué atenerse, sepa a quién reclamar y cuáles son las opciones.

¿Seremos capaces?

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