El dinero es aquella entidad (o entidades) que tiene unas cualidades tales que le permiten cumplir ciertas funciones que los agentes económicos valoran como útiles de forma generalizada: servir como depósito de valor estable, medio de intercambio indirecto y unidad de cuenta. Estas funciones son interdependientes pero pueden tener diferente importancia relativa.
Las diversas cosas existentes tienen diferentes cualidades objetivas que les permiten servir peor o mejor como dinero: no todo puede ser dinero, pero diversas cosas pueden tener cualidades monetarias en distintos grados (y diferentes según la función). Son o han sido dinero cosas naturales, como ciertas conchas o semillas; artificiales, como las monedas de oro o plata; o culturales, como los billetes de banco y los depósitos a la vista.
El dinero no tiene por qué tener una aceptación universal total (aunque en la medida que la tenga será mejor dinero). Algunos dineros pueden ser de uso más generalizado, mientras que otros son propios de ámbitos más específicos (dineros locales, medios de pago aceptados en ámbitos comerciales o financieros). Un trabajador asalariado probablemente sólo tiene conocimiento de los dineros más genéricos que él mismo usa y se confundirá si cree que esos son los únicos posibles.
El dinero es una institución evolutiva, un patrón repetitivo que permite la coordinación social: cada individuo lo utiliza porque espera que los demás también lo hagan de forma recursiva, de modo que las expectativas y la confianza son esenciales. Los agentes actúan según sus creencias, que se pueden corresponder mejor o peor con la realidad: pueden equivocarse y utilizar cosas como dinero que en realidad no tienen buenas cualidades monetarias (debido a errores libres o por el intervencionismo estatal coactivo, que no puede crear el dinero pero sí puede distorsionarlo). El dinero evoluciona de forma adaptativa, diversas cosas pueden competir en sus usos monetarios. La acción empresarial y los avances tecnológicos pueden producir dineros alternativos que complementan o sustituyen a los anteriores.
El dinero es un intermediario no neutro entre lo que se oferta y lo que se demanda. Aunque los individuos no quieren el dinero por sí mismo sino por los bienes o servicios que pueden comprar con él, los intercambios indirectos mediante dinero son más eficientes que el trueque directo y tienden a sustituirlo.
Pero la evolución de los intercambios de mercado no termina con la transición del trueque al intercambio por dinero: además de bienes presentes y dinero es posible introducir promesas de entrega de bienes futuros, y más concretamente promesas de pago de dinero. La oferta y la demanda no se ajustan solamente con los bienes existentes en cada momento: es posible realizar intercambios diferidos, en los cuales algo se entrega primero a cambio de la promesa de recibir el bien correspondiente pasado un tiempo. Los intercambios diferidos requieren confianza en que serán completados, que el deudor cumplirá su obligación de pago con el acreedor (con su derecho de cobro): suelen realizarse entre agentes que interaccionan con frecuencia y han establecido buenas reputaciones de solvencia (pueden endeudarse porque tienen crédito).
Las posibilidades de intercambio comercial se amplían con la deuda y el crédito: no es necesario poseer dinero en el presente, puede ser suficiente tener una capacidad razonable de obtenerlo en el futuro. Las deudas monetarias tienen el peligro, riesgo o incertidumbre de no ser cobradas (aunque suele exigirse algún tipo de garantía, colateral o aval que evite o minimice las pérdidas); pero por otro lado algunas deudas entre distintos agentes pueden cancelarse o compensarse total o parcialmente unas con otras, economizando así en la disponibilidad y el movimiento físico o las transferencias de dinero, que se utiliza para saldar las deudas netas no compensadas.
Las deudas son en principio transferibles: es posible que un acreedor traspase a otra persona su derecho de cobro. Algunas deudas previamente generadas pueden ser aceptadas de forma generalizada como medio de pago, de modo que se convierten en complementos o sustitutos monetarios o dinero en sentido amplio: las promesas de pago de dinero mercancía (dinero en sentido estricto) circulan, se monetizan. Dinero y crédito se entremezclan, no ya sólo porque la deuda suele ser pagadera en dinero, sino porque además ciertas deudas son monetizables. Pero es necesario que el receptor de la deuda monetizada confíe en que puede cobrarla en cualquier momento si así lo desea, para lo cual necesita tener localizado al deudor y poder acceder fácilmente a él.
Son monetizables las promesas de dinero a la vista emitidas por agentes estables, fácilmente localizables, con buena reputación y que tengan relación con muchos agentes económicos: los bancos solventes y adecuadamente capitalizados cuyo pasivo a más corto plazo (billetes y depósitos a la vista) está respaldado por activos financieros muy líquidos (de valor estable, negociables o vendibles en cualquier situación sin pérdida o quebranto). Estos bancos operan con reservas fraccionarias de dinero mercancía o dinero base (dinero externo) respecto a sus billetes y depósitos a la vista (dinero interno) perfectamente legítimas (no son ningún privilegio estatal ni ninguna violación de normas éticas o de principios generales del derecho) y funcionales (no causan necesariamente descoordinaciones ni ciclos económicos).
No todos los bancos son prudentes y competentes: es posible extender el crédito en exceso (en cantidades, en riesgos o en plazos desajustados) o abusar de su monetización, especialmente por la intervención de los bancos centrales (que manipulan los tipos de interés y la cantidad de dinero base, refinancian a los bancos privados y los protegen como un oligopolio con barreras de entrada y garantías de rescate implícitas o explícitas), las garantías estatales de los depósitos y las leyes de curso legal forzoso. Una banca libre proporciona dinero estable y crédito fiable mediante la competencia entre los propios bancos que no tienen garantías de rescate y pueden quebrar, por la atención de los depositantes que vigilan con qué bancos operan y por la libre competencia entre dineros externos e internos alternativos.
Hay varios errores graves relacionados con el dinero y la deuda: creer que la deuda es el auténtico origen del dinero (no se suele especificar qué era lo que se debía y por quién); creer que cualquier o casi cualquier deuda puede utilizarse como dinero; creer que un sistema monetario puede basarse exclusivamente en deuda y en billetes de curso legal forzoso no convertibles contractualmente en cantidades fijas de dinero mercancía; creer que ninguna deuda puede utilizarse como dinero (críticos de la reserva fraccionaria).
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