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El agotamiento de la nueva ola populista

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En la región sudamericana todavía persisten los intentos de desestabilizar el orden institucional desde los poderes constituidos y la tentación populista sigue vigente en un contexto donde las instituciones y la democracia como sistema político continúan en desarrollo. La corrupción, la desigualdad económica y social y la inestabilidad política fomentan el advenimiento de movimientos políticos radicales que retornan al poder o lo conquistan basándose en discursos radicales que buscan el desprestigio de la democracia representativa con el objetivo de articular una estrategia hegemónica del poder por el poder.

Sin un programa constitucionalista sólido

Este cambio hacia la izquierda en la región se debe también a un agotamiento de la sociedad en relación con la pandemia del Covid-19 y sus consecuencias en el plano social y económico. La desafección de la gente hacia la política y la crisis del sistema evidenciado en muchos países de la región se agudizaron, lo que produjo un terreno fértil para la aparición y posterior conquista de líderes políticos populistas de viejo cuño, como Lula Da Silva o Luis Arce, y desde el anti-establishment, con Gustavo Petro o Gabriel Boric.

Uno de los problemas consustanciales a esta realidad es la ausencia de un programa político sólido desde la posición que defiende el constitucionalismo y los principios del orden democrático, toda vez que en un contexto de permanente inestabilidad política y económica es necesario ofrecer a la ciudadanía garantías de crecimiento, desarrollo y seguridad, sin caer en las tentaciones demagógicas, sino asumiendo un papel político protagónico en la agenda pública. Eso ocurre cuando se acepta el compromiso de los valores democrático-liberales en la pugna política contra una izquierda que en nombre de la democracia pretende destruirla.

¿Fin de una era?

En este último tiempo hemos asistido a tres golpes duros para la izquierda radical en la región. La sentencia de seis años de prisión por corrupción contra la vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, el fallido golpe de Estado perpetrado por Pedro Castillo en Perú y su posterior destitución, y la contundente victoria del ‘rechazo’ al nuevo texto constitucional ofrecido y promovido por el presidente de Chile, Gabriel Boric. Estos hechos exponen la realidad a la que asiste la izquierda latinoamericana, cada vez más alejada de los cánones que ofrece la democracia y sus instituciones. A ojos de la ciudadanía, estos acontecimientos pueden suponer en el medio plazo una regresión del proyecto internacional del Grupo de Puebla y sus aliados en Europa y el mundo y, por lo tanto, su fracaso.

Los años en que Hugo Chávez asume el poder en Venezuela, coinciden con una bonanza económica (2002 al 2012, aproximadamente) fundamentada en el aumento de los precios de las materias primas y los hidrocarburos. Muchos países de la región sudamericana son productores y exportadores de petróleo y gas y sus derivados, por lo que son beneficiados del contexto económico internacional que se suscita en aquel momento. Este momento también coincide con el arribo de liderazgos fuertes alrededor de proyectos políticos afines a la izquierda, con atisbos regeneradores que se implanta en la región y, en gran medida, de forma colateral a una recesión económica en el continente y frente a un desgaste institucional y político generalizado como consecuencia de la situación económica, los casos de corrupción y las carencias sociales irresueltas.

Un nuevo contexto

El contexto internacional y económico de esta nueva ola populista no es el mismo que la bonanza económica que experimentó la región entre en aquellos años, fundamentada en el aumento de los precios de las materias primas y los hidrocarburos. Los liderazgos caudillistas y potentes de entonces no son los de hoy (recordemos a Hugo Chávez, Fidel Castro y la fuerza que en su día capitalizó Lula Da Silva, de la que hoy carece) y la sintonía entre ellos como proyecto aglutinante, esto es, una estrategia conformada en bloque, como en los primeros quince años de este siglo, no existe.

La comunidad internacional denuesta las figuras de Nicolás Maduro y Daniel Ortega. Los casos de corrupción de Cristina Kirchner, la ‘huida hacia adelante’ de Pedro Castillo y la debilidad en cuanto a un liderazgo más bien extenuado de Lula Da Silva son evidentes. Por lo tanto, su fuerza de un proyecto conjunto hoy es muy limitada.

1 Comentario

  1. En el caso de la actual Vicepresidente de la República Argentina, Cristina Fernández de Kirchner ha sido condenada a seis años de prisión por comprobados hechos de corrupción en la causa denominada «Vialidad Nacional», donde se detectaron sobreprecios, y manejo espúreo de dinero. Sin embargo, la mencionada, impuso a su candidato, el Doctor Alberto Fernández (no tiene parentesco con la Vicepresidenta), al cual le han vaciado de todo poder. Desde ministros que no le responden al Presidente, una persona débil y timorata como la de nuestro Presidente, como así también una inflación que se encuentra entre las cuatro o cinco más altas del mundo (en promedio, un 100%) anual, una política errática en materia de seguridad (altos grados de violencia en algunas ciudades de nuestro pais como ser la ciudad de Rosario, donde se produce un asesinato diario, casi todo producto del sicariato de narcotraficantes), han hecho de la República Argentina un desastre. Un país rico y con tradición democrática, ha llegado a pisos insospechados. Unos 15 millones de planes sociales que han sido repartido indiscriminadamente (de hecho, se han detectado cerca de 260 mil de estos planes otorgados con personas que tienen trabajo en blanco, o han adquirido un automóvil cero kilómetro, o poseen una vivienda propia), todo ello manejado por «organizaciones sociales». La mitad de la población está bajo el límite de la pobreza, un jubilado que apenas percibe la suma de cincuenta mil pesos argentinos promedio (unos 139 dólares con 30 años de aportes), y en materia internacional aliados a países como China y Rusia, no avizoran un buen panorama. En los últimos cuatro o cinco años ha comenzado a surgir una ola de liberalismo incipiente, sobre todo en la gente joven y hoy día la perspectíva de voto es entre un 10 a un 15 por ciento del electorado. Muy lejos de tener verdaderas chances de un gobierno liberal, pero al menos es un comienzo esperanzado. Enrique Horacio Santanna – Abogado – Ciudad Autónoma de Buenos Aires – República Argentina –


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