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El Bicentenario como culto a la personalidad

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Finalmente, supimos qué le pasaba al dirigente venezolano. Se trataba de una operación que contenía elevadas dosis de dificultad, las mismas que él ha empleado a posteriori para generar el culto a su "arrolladora personalidad". En un posoperatorio récord, Chávez saltó de La Habana a Caracas para dirigir el desfile militar con el que se conmemoraba el II Bicentenario de la Independencia.

Este modus operandi recuerda al de Kim Jong Il en Corea del Norte, un habitual de la duda médica y del recurso a la ostentación militar, aunque esta última suele llevarla, en ocasiones, al terreno de los hechos prácticos. En su día, también la URSS apelaba con frecuencia a la opacidad cuando de informar de la salud de sus dirigentes se trataba; una vez que todo se había "normalizado", entraba en escena un gran desfile del Ejército Rojo.

En Caracas, por tanto, apareció el auténtico caudillo populista. Vayamos por partes. Para empezar, cuando Chávez describía cómo discurrió la intervención médica, parecía estar narrando una batalla militar en la que, como no podría ser de otro modo, el éxito estuvo de su lado, ayudado en su empresa por los servicios médicos cubanos en forma de soldados, metafóricamente hablando.

En este último punto debemos detenernos puesto que si hay una sanidad ideologizada en el mundo, esa es la cubana, de tal modo que su brillantez y eficacia están al servicio de un fin mayor: la legitimación del Castrismo. De la misma manera, el hecho de que Chávez optase por médicos cubanos pone también de manifiesto que los servicios médicos venezolanos presentan importantes deficiencias. No es algo nuevo, pues de todos es sabido que el trueque, como modelo económico, caracteriza las relaciones Cuba-Venezuela. Así, desde el país caribeño se envían ingentes cantidades de petrodólares (ahora menos) a cambio de que soldados y médicos de la Isla se establezcan en Caracas para efectuar "labores de asesoramiento".

El segundo punto a tener en cuenta es el desarrollo del desfile. En el mismo, la megalomanía de Chávez le llevó a distorsionar la realidad con reiteradas apelaciones al "pueblo", a China o a Rusia. Consecuentemente, mezcló, como diría un castizo, churras con merinas con la finalidad de mostrar que su proyecto político está más vivo que nunca. Sin embargo, pasó por alto las importantes carencias de su población, que van desde las de tipo alimentario hasta las de seguridad.

Tercer punto: los voceros de Chávez, internos y externos. Dentro de los primeros, destaca su mano derecha, el Vicepresidente Elías Jaua, quien exaltó la labor del ejército, hablando incluso de una unión cívico-militar en la construcción de una Venezuela mejor. Para ello estableció una curiosa relación: la labor humanitaria de las Fuerzas Armadas para ayudar a aquellos campesinos que habían sufrido desgracias naturales y sociales producto del capitalismo.

Evidentemente, en un evento como el II Bicentenario la soflama anticapitalista tuvo su espacio propio así como la diatriba antinorteamericana. Esta última corrió a cargo de Dafne Carreño (Agregada Militar de Venezuela en Cuba), que insistió en la vieja leyenda de que Estados Unidos quiere dominar a América Latina y que, por tanto, celebraciones como el II Bicentenario ilustran la oposición, en forma de rebeldía, a que tal hecho tenga lugar.

Es curiosa la insistencia en la verborrea antinorteamericana practicada por el Chavismo cuando la realidad ofrece datos que van en la dirección contraria. En efecto, Centroamérica recurrió, o por mejor decir, imploró recientemente la ayuda (económica) de Estados Unidos para intentar doblegar a la violencia y al tráfico de drogas. Esta misma semana Ollanta Humala habló de mejorar la relación con la Casa Blanca partiendo de la base de que aquélla era buena. La suma de ambos hechos da como resultado que el número de socios del proyecto albista permanece estancado.

En definitiva, Venezuela bajo Chávez sigue apostando por la combinación de populismo cortoplacista y componente mediático. El resultado es la descripción de un panorama que poco tiene que ver con la realidad y que, en última instancia, agrava los problemas de sus compatriotas.

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