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El camino autoritario de Bolivia

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Unas semanas atrás participé como ponente en un ciclo de conferencias (aquí) que organiza la universidad UCEMA de Buenos Aires. Fui como representante de la organización Libres en Movimiento. Nos convocaron los desafíos de la democracia, los avances y retrocesos experimentados al respecto en la región. También el análisis sobre el papel de las instituciones públicas a la hora de plantear respuestas en este contexto de constante cambio y volatilidad en Latinoamérica.

La conferencia giró en torno a la situación política en Bolivia en un momento clave. Hay proceso de desgaste interno que atraviesa el Movimiento al Socialismo (MAS). Se agudizan las prácticas autoritarias del régimen de Luis Arce. La oposición política actúa en un contexto de persecución, de carencia de propuestas estructurales alternativas. Y ello bajo un evidente intervencionismo del Gobierno en todas las instituciones públicas. Esto dificulta enormemente la construcción de un proyecto de oposición que prospere en el largo plazo.

Degradación institucional

Desde el año 2006, Bolivia ha sido testigo de la degradación institucional permanente y progresiva que ha ejecutado el MAS. Se agravaron las carencias que quedaron pendientes antes de la llegada del régimen al poder y que era necesario corregir, respecto de elementos que no se habían superado entonces. Desde el retorno a la democracia el año 82’, el sistema de justicia o la corrupción como enfermedad incrustada en las instituciones pública ha creado un sistema totalmente sometido al poder central. Tenemos una economía al borde de la crisis y una sociedad tan dividida y polarizada como en los peores momentos de la historia nacional, pero con un ingrediente adicional que caracteriza a este tipo de autoritarismos de corte populista: la fragmentación a través del odio.

En las próximas elecciones nacionales, en caso de noticia de última hora, se habrán cumplido casi veinte años desde la conquista del poder –atendiendo a los términos que ellos suelen batir en sus arengas: la permanencia en el poder pasa por el asalto y la lucha irreconciliable entre unos y otros– de Evo Morales y el MAS.

Trazos del sistema masista en Bolivia

El panorama que se vislumbra no es halagüeño. A lo largo de este periodo se ha reproducido una práctica política que será difícil superar. Ha exacerbado las falencias del sistema político bolivariano, como una base social construida desde el propio ideario autoritario. El sometimiento de todos los poderes públicos. La corrupción y el narcotráfico impulsados desde las instituciones públicas de representación, como el Gobierno. El prebendalismo y el corporativismo a costa de la distribución equitativa de los recursos del Estado. La inexistencia de un principio de imparcialidad a la hora de impartir Justicia. Y la desinstitucionalización de todo el sistema político. Todo ello para que, en medio del caos, sea más sencillo imponer el rodillo totalitario y someter a la ciudadanía.

El MAS representa lo opuesto a una alternativa democrática. Los componentes de este partido son diversos en cuanto a la base y la representación social. Pero se distinguen por su método de interacción con la sociedad y la administración pública. También por la concepción que tienen del espacio público en lo que respecta al quehacer institucional y a la práctica política democrática en sí misma.

Luis Arce

Ese es uno de los motivos por los cuales la lógica autoritaria del MAS no se diferencia en uno y otro momento desde el 2006. Y ello teniendo en cuenta el periodo transitorio entre el 2019 y el 2020, que significó un recambio en la representación del partido y en la presidencia del Estado. Habiendo ganado las elecciones nacionales en 2020, Luis Arce continúa poniendo a disposición de sus propias bases la síntesis de los trece años de gobierno de Morales. Esto supone un autoritarismo desempeñado desde el poder central que busca capturar el debate en torno a la sociedad, la igualdad, la conciencia ciudadana y la justicia social. Hilvana una lógica hegemónica de ruptura con el orden constitucional ya seriamente debilitado en ese momento.

Incluso, la lógica autoritaria de Luis Arce se agudiza porque carece de tres factores claves que, en parte, explican este proceso. Son la base social y política, la bonanza económica y la imagen internacional. Además, que su propio proyecto político está en juego y el tablero no se inclina en particular frente a un adversario de oposición, sino a un enemigo interno que le impone la radicalidad de su juego.

MAS es el problema

Por tanto, el problema no es del caudillo de turno, sino del partido político en sí mismo. Se agotan aquellos que piensan que con el MAS es posible llegar a acuerdos de Estado. Y que los hechos de violencia y de interrupción del orden constitucional son circunstanciales. Para que ello ocurra, el partido tendría que experimentar un revulsivo que haga reflexionar a las bases que lo componen y renovar los liderazgos que se vislumbran en su interior. Cuestión improbable observando su naturaleza de origen: organizaciones hiper-verticalistas y personalistas, que entienden el proceso democrático como un puente entre lo deseado y lo obtenido a costa de la legalidad.

La democracia es una conversación pública de voces plurales. Es el proceso mediante el cual convergen posiciones distintas, pero que tienen la predisposición de llegar a un acuerdo que construya la idea de habitabilidad entre todos. La política es el vehículo para ello.

En Bolivia es necesario y urgente cambiar esa concepción de la política. Fortalecer la idea que se ha concebido a la hora de defender la democracia y asegurar su instalación en el sistema público, como forma de convivencia entre todos los bolivianos. No caben medias tintas a la hora de denunciar los hechos que ponen en evidencia el totalitarismo perpetrado por el MAS. Es el momento de trasladar a la ciudadanía, con contundencia, la esperanza en un proyecto político alternativo. Éste ha de ser capaz de atraer la convicción de la gente en hacia una propuesta para de su vida, más allá de la falsa política que ha experimentado el país en las últimas décadas.

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