La semana pasada, el “economista observador”, José Carlos Díez, publicaba un artículo en su blog en el que alaba la política monetaria expansiva del ministro japonés Shinzo Abe, basándose en los resultados positivos casi instantáneos de su inyección de dinero.
La metáfora de “este economista observador” desvela uno de sus errores más gruesos pero menos evidentes. El error de fondo.
Las piedras en el camino
De acuerdo con el artículo de José Carlos Díez, Merkel y Rajoy nos estarían guiando por un camino equivocado, el opuesto al del ministro Abe. En sus propias palabras: “Rajoy y Merkel siguen por el camino equivocado sin hacer caso al GPS”. Se diría que, para el profesor Díez, el GPS está representado por las políticas monetarias japonesas. En cierto sentido, sí podríamos considerar que ese tipo de políticas monetarias son una especie de ‘piloto automático’ en cuanto que uno las aplica para no tener que pensar ni dirigir nada. Pero como José Carlos Díez sabe, la política económica no es un mecanismo automático y no hay política extrapolable a rajatabla. No hay recetas, solamente recomendaciones en función de determinadas circunstancias, dadas unas previsiones que se cumplirán o no con diferentes grados de probabilidad. La política económica (no la teoría económica) está atada a un cúmulo de factores que lo complican todo.
Por ejemplo, el factor político, es decir, el uso político de las medidas económicas. Algo tan frecuente en la actualidad que no lo percibimos como un fenómeno anormal. Y, sin embargo, es aberrante que, por mostrar un botón, el Banco Central Europeo financie a un Estado (lo que tiene prohibido por definición) mediante el recoveco de ofrecer financiación muy barata a la banca española para que ésta, a su vez, compre deuda soberana. Y, lo peor, la estampa benefactora ofrecida a la sociedad: el Banco Central Europeo financia barato a los bancos para que estos ayuden a las empresas y las familias. Y todavía hay gente que se sorprende. Nunca fue esa la intención del BCE. Los bancos centrales, por definición, protegen la capacidad financiera del Estado, no la de los ciudadanos. Esa es la primera piedra en el camino: los ciudadanos y las empresas estamos desprotegidos frente a los bancos centrales y los gobiernos.
No todos los caminos conducen a Roma, ni todas las escaleras al cielo
Pero la idea de “este economista observador”: “Si quieres ir a Cádiz desde Madrid hay que coger la carretera de Andalucía. Si te equivocas y coges la de La Coruña cuanto antes te des cuenta menos tiempo perderás en recorrer el camino andado”, todavía es más perniciosa que la del GPS.
Para ir de Madrid a Cádiz, efectivamente, hay que tomar la autopista adecuada. Otra cosa es que una autopista sea el camino más eficiente posible. En este caso, desde luego que no lo es. El camino pautado muchas veces no es el mejor. No hay recetario económico, no hay autopistas perfectas e indoloras para ir desde el caos económico a la recuperación. La política económica que propone José Carlos Díez no es una alternativa, es, como decía Led Zeppelin en su famoso éxito Stairway to Heaven, una escalera suspendida en el viento susurrante, mientras nosotros seguimos caminando y nuestras sombras son más grandes que nuestras almas. La proclamada austeridad, inexistente si miramos los datos (por ejemplo, el crecimiento persistente del gasto), lo sería si fuera real y viéramos los resultados. Porque los españoles estamos exhaustos. Con subidas de impuestos a traición, gasto persistente, malas previsiones y años escuchando los mismos mensajes de la autoridad, pero sin ver resultados, el cansancio hace mella y estamos dispuestos a apuntarnos al carro de quien mejor nos dore la píldora. Que se puede, que podemos, que la culpa es de Merkel, de los hedge funds, del cha-cha-chá… cualquier cosa menos decir la verdad: vamos a seguir sufriendo porque un caramelo de menta suaviza la garganta pero no cura la gripe. Y lo nuestro va camino de la pulmonía.
Abe-Road o camino del averno
No hay una sola carretera, hay varias, y el Abe-Road, el camino trazado por el ministro japonés, simplemente mirando lo que sucede en su país desde el año 2001, y viendo los datos (Daniel Lacalle los muestra muy bien en su artículo Japón y el manga monetario), parece que no es la mejor. Sí, ha crecido la economía japonesa. Y cuando te emborrachas y tienes una resaca terrible, lo mejor es una cervecita bien fría, como remedio inmediato. No para combatir la resaca, sino para sentirte mejor. Y ese es el objetivo del Abe-Road, sentirse mejor al menos un ratito. Para los economistas que analizamos cómo salir de la crisis, sentirse mejor no es el objetivo. El objetivo es… salir de la crisis. Y la idea de repetir la experiencia de diez años de estancamiento económico a la japonesa, no debería convencer a nadie. Tampoco al economista observador.
Querido José Carlos, claro que hay vida después de la crisis, y después de las guerras y los tsunamis, pero se trata de que sea la mejor de las vidas posibles, no la más popular.
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