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El cómic como ejemplo empresarial

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La actividad empresarial ha sido, si no la principal, una de las mayores causas de la prosperidad de la humanidad. Cuando ésta se ha visto limitada, perseguida o destruida, el nivel de riqueza de las personas ha disminuido e incluso el hambre y la enfermedad han vuelto a apoderarse de sus vidas. Pero la actividad empresarial es una labor individual; no existen las grandes fuerzas de la historia sino el trabajo, la suerte y la intuición de personas que han sabido ver y aprovecharse de situaciones que otros no pudieron o supieron aprovechar, beneficiándose a sí mismos y al resto.

Más allá de los grandes inventos que han moldeado nuestras sociedades durante los últimos doscientos años, existen otros que, menospreciados por algunos, han marcado la vida de millones de personas casi sin querer; el cómic, el tebeo de toda la vida, tiene una de las concepciones más curiosas e interesantes, su evolución, incluso sus enemigos y perseguidores son ejemplos de cómo los partidarios y los detractores de la libertad tienen una lucha eterna, casi como la de algunos héroes y villanos de sus páginas.

Nace casi sin querer, de una idea brillante a la vez que simple. Durante el siglo XIX, los periódicos habían incluido en sus páginas dibujos y viñetas que en algunos casos conllevaban una imagen satírica de algún hecho destacado. En la Inglaterra victoriana se crearon unas páginas denominadas "horrores a penique" que eran muy populares entre las clases trabajadoras. Pero fue la guerra personal entre los magnates americanos Hearst y Pulitzer la que popularizó la introducción de las tiras de dibujos en sus diarios, tiras que en unas pocas viñetas contaban aventuras, historias o simples chistes. The Yellow Kid (personaje que además dio "color" a la prensa sensacionalista) fue seguramente la más famosa de esta convulsa época de principios de finales del XIX y principios del XX, aunque rápidamente le siguieron una infinidad de nuevos personajes que hicieron las delicias de adultos y niños.

En una época de alta competitividad, algunos editores de pulp magazines decidieron editar las tiras en color de los periódicos dominicales en un nuevo formato, el comic book y para su sorpresa y pese a que ya eran material de segunda mano, se vendieron muy bien, pero no todos los editores de prensa querían pagar a los dueños de los derechos de estas historias. El siguiente paso fue rápido, Malcolm Wheeler-Nicolshon contrató a un grupo de guionistas y dibujantes con ganas de trabajar y les pidió crear un material diferente al de los periódicos. El cómic había echado a andar casi por casualidad de la mano de unos empresarios que supieron ver los gustos y necesidades del público y que contrataron a unos creadores para satisfacer los de millones de personas, que en plena recesión económica deseaban historias que les hicieran olvidar sus miserias.

Millones de personas en todo el mundo apostaron por este tipo de entretenimiento y los creadores y sus editores idearon multitud de personajes, situaciones y adaptaciones de obras que llegaban a consumidores compulsivos que esperaban semana a semana o mes a mes las aventuras de sus héroes. Las aventureros, los monstruos, los soldados, las bellas, despampanantes y en algunos casos casi desnudas protagonistas y los superhéroes poblaron sus páginas dando un vigor increíble a un negocio que prometía un futuro espléndido. Pero, como demuestran los propios argumentos de los cómic, el éxito suele atraer la atención de los malvados.

En 1953 se publicó en Estados Unidos el libro Seduction of the Innocent donde el Dr. Fredric Wertham denunciaba que estas publicaciones corrompían a la juventud al empujarles, literalmente, a la violencia. El senador Estes Kefauver, que presidía el Subcomité del Senado de Estados Unidos sobre la delincuencia juvenil, se hizo eco de la denuncia del libro, presentando pruebas que a su entender relacionaban ambos fenómenos, el de la delincuencia y el del cómic, y promovió la creación de la agencia Comics Code Authority (CCA). La presión de la agencia llevó a los editores a la creación de una serie de reglas que limitaban la creación dentro de unos límites aceptables. Los que sobrepasaban estos límites podían publicar, pero sus cómics no tenían el sello que los hacía aptos para todos los públicos y su venta se veía dificultada. La era de oro del cómic americano había tocado a su fin y la caída de ventas hizo que muchas editoriales tuvieran que quebrar. Pero con censura o sin ella, las mentes de los empresarios supieron adaptarse y a la edad de oro siguió una edad de plata. La CCA sigue existiendo porque los liberticidas siguen siendo unos miembros respetables de la sociedad, pero los que aman la libertad suelen ser más listos.

Estimado lector, cuando caiga un cómic en sus manos, cuando vea a un hijo suyo con una de estas publicaciones piense no tanto en el contenido del mismo, o en la calidad artística de sus dibujos, o en la originalidad de su guión, piense que está ante uno de los productos más maravillosos que pueda haber llegado a sus manos, piense que sin el emprendedor y el empresario nada de esto hubiera sido posible, piense que del cómic, y lo digo por propia experiencia, nace en muchos casos la atracción por la lectura y por el saber, permite el desarrollo de la imaginación y si se me apura, hay gente que asegura que a través de estas páginas puede enseñar física.

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