El lema de campaña para las elecciones europeas de 2004 del partido socialista español fue "volvemos a Europa", si entonces la Unión Europea parecía la solución a los problemas de los españoles hoy se le atribuyen todos nuestros males, con Angela Merkel en el papel de madrastra.
Lo que nadie llegó a explicar muy bien era en lo que consistía volver al corazón de Europa. Estados burocráticos con partidos de masas poco diferenciados que pugnan en las elecciones por ser el que mejor repartirá el botín expoliado a sus contribuyentes, en eso consiste la "vieja Europa". El proyecto político de la Unión Europea no va a ninguna parte porque su espíritu es viejo, conservador en la socialdemocracia. El consenso general es en el del bienestar del Estado mientras haya prebendas por repartir, que son muchas allí donde las sociedades son productivas e ilusorias en las que no lo son. Eso nos ocurrió a los españoles, empezamos a vivir como los alemanes sin ahorrar como ellos, embriagados por las arcas llenas del Estado nos acostumbramos a unos "derechos" que en ningún momento llegamos a garantizar por nosotros mismos.
La tarea del gobierno actual -y de cualquiera que le suceda- no es otra que la de avanzar en ese camino hacia el corazón de Europa ayudado por eso que llaman la "consolidación fiscal", que no es otra cosa que subirnos los impuestos para pagar los servicios que hasta ahora disfrutábamos a crédito. Simplemente no hay alternativa dentro de la UE, ese es el conseno socialdemócrata en el que queremos vivir. Desde luego existen alternativas, una brilla con luz propia en el corazón geográfico pero no político de Europa: la Confederación Helvética. La otra es hija es de las aventuras europeas cuando aspiraba a dar forma al Nuevo Mundo: la República bolivariana de Venezuela. Entre medias hay muchos grises pero a estas alturas de la historia pocos caminos quedan ya por recorrer, libertad o colectivismo.
Conociendo a nuestra clase política y el servilismo de nuestros compatriotas tal vez no estemos tan mal, porque podríamos estar mucho peor. La Unión Europea es nuestra maldición y nuestra tabla de salvación, dos caras de la misma moneda. El miedo a la libertad, tan humano como el ansia de libertad misma, es la que nos ha llevado a renunciar a ella para garantizar lo que muchos creen que es el mejor nivel de vida posible. Si consiguieramos sustituir el miedo a la libertad -a tomar decisiones equivocadas- por la desconfianza hacia los gobiernos, el sistema político sería mucho más parecido al suizo que al venezolano. Si por el contrario confiamos en la llegada de un político capaz de solucionar nuestros problemas, nuestro destino se parecerá más al del populismo bolivariano.
Entre tanto, no es Merkel la que exige que no continuemos derrochando los ahorros de los alemanes, son esos mismos ahorradores quienes exigen que nos pongamos a producir y pagar más impuestos para devolver lo que nos prestaron. No se trataba de colgar una bandera de doce estrellas, el corazón de Europa era esto.
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