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El derecho a ignorar al Estado

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En la segunda de sus obras, Social Statics, Herbert Spencer incluyó un brillante apartado, titulado El derecho a ignorar el Estado, como el primero de su tercera parte, dedicada a los derechos políticos. Sencillo, y brillante. Su camino parte del principio, que ha asentado en páginas anteriores, de que "todas las instituciones han de subordinarse a la ley de igual libertad", lo que establece el derecho a la ilegalidad voluntaria, ya que "si todo hombre es libre tiene el derecho de ejercer su voluntad, siempre que no infrinja la igual libertad de otro hombre, entonces es libre de abandonar su conexión con el Estado, de renunciar a su protección, y rechazar el pago para su sustento".

Es más, el Estado es inmoral, ya que "emplea la violencia para mantenerlo; y toda la violencia implica criminalidad". Una institución que, por su origen y por su conducta es tan imperfecta, no puede ser instrumento de la ley perfecta de la justicia. El Estado recurre a medios inmorales para cumplir sus fines, para ejercer el poder. Pero éste, entendido como el derecho a actuar dentro de la Ley Natural, procede de las personas, del pueblo. Spencer no discute aquí este principio, que da por sentado, pero, sigue diciendo que "lo que es cierto para la colectividad es igualmente cierto para cada cual separadamente". Lo que es falso, la falacia de la composición, solo que al revés. Spencer debería haber partido del individuo desde el comienzo, como ha hecho en razonamientos anteriores. Pero sigue: "Del mismo modo que el Gobierno puede actuar rectamente por el pueblo solo cuando le concede el poder, del mismo modo puede actuar rectamente para el individuo, solo cuando éste le concede el poder" de hacerlo.

Vuelve al análisis individual para decir que "si A, B y C debaten si emplear a un agente para que realice para ellos cierto servicio, y si los deseos de A y B coinciden en hacerlo, pero C disiente, C no puede ser hecho parte en el acuerdo a pesar de sí mismo. Y esto mismo ha de ser igualmente cierto para treinta como para tres: Y si por treinta, ¿porqué no tres cientos, o tres mil o tres millones?". Por otro lado, Spencer demuele la regla de la mayoría, que puede llegar a aprobar leyes manifiestamente contrarias a los derechos individuales, a la Ley Natural.

Parémonos por un instante. Hasta el momento, Spencer parte del principio de igual libertad para todos que, puesto que es valor negativo solo se asegurará la igualdad cuando su contrario, la coacción sea cero. Es más, el Estado solo puede mantenerse por medio de la violencia, de la coacción. Es su esencia y su historia. Y también ha asentado que el poder reside en origen en los individuos; que son los titulares de sus propios derechos, y en consecuencia a ellos pertenece la capacidad de gestionarlos.

Vayamos un poco más lejos. Uno: las "cuentas" de cada ciudadano con el Estado son puramente individuales, no dependen de terceros. Dos: en la cuenta privada con el Estado, uno solo llegará a un acuerdo si le compensa, es decir, como cualquier otro agente del mercado, de la sociedad libre. Tres: si el Estado actúa por medio de la violencia, de la coacción, será violando todo lo antedicho (el ser), pero si se mantienen los derechos de los individuos, su derecho a la igual libertad de todos (el deber ser), el Estado como tal desaparece y se diluye en una agencia más, en una empresa que solo sobrevivirá ganándose a pulso el favor de los ciudadanos, en competencia con cualquier otra. Esto último no lo dice Spencer, que en ocasiones pasa del ser al deber ser sin solución de continuidad.

Sigamos, porque lo que viene a continuación es de gran interés. Spencer considera que "la tendencia a repudiar al Gobierno se incrementará solo en la misma medida en que los Gobiernos se hacen menos necesarios". Es más, "es un error asumir que el Gobierno necesariamente durará por siempre (…) no es esencial, es incidental". Era 1851, claro. Otros tiempos. Y no contó con muchas consideraciones importantes que explican que los liberales debemos ser más bien pesimistas. Pero Spencer fijó en la última parte de este apartado de Social Statics una idea feraz.

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