¿Salir o no salir del euro? He aquí el dilema que muchos se plantean. Un dilema que algunos resuelven demasiado rápido. Por un lado están los amantes románticos del euro y del proyecto de los Estados Unidos de Europa, que formarían parte de la moneda única en cualquier circunstancia y escenario. Por el otro están los que señalan al euro como la causa de nuestros males actuales, principalmente porque hemos perdido el control de la política monetaria.
Pero ahora el dilema no es ese. Dada la situación extrema de la economía española, la cuestión se transforma en: ¿ser expulsados o no del euro?
Creo que el debate debe centrarse en el análisis de la situación que nos encontraríamos en el momento de ser expulsados, y si este escenario es mejor que lo que tendríamos estando dentro de la moneda única. Es decir, en qué contexto tendríamos un mejor bienestar y a una mayor libertad tanto a corto como a medio plazo.
En este sentido, creo que lo que conviene a España es no ser expulsada del euro. Básicamente porque nos encontraríamos con total seguridad en el escenario que expongo a continuación.
Déficit irresoluble.
Primeramente, la expulsión significaría que España está quebrada sin remedio. Es decir, que presentaría un déficit crónico y sistemático que no ha podido ser resuelto. ¿Motivo principal? La tremenda burbuja de gasto público no habría sido debidamente corregida y pinchada.
El estado seguiría sobredimensionado, pensando en recuperar inútilmente el nivel de ingresos que existía durante la burbuja productiva en lugar de flexibilizar el gasto a la nueva situación de ingresos, es decir, disminuir el gasto a niveles de 2001-2002.
Ya sabemos que el déficit de 2008 a 2012 ascenderá a 440.000 millones de euros, teniendo en cuenta que para 2012 se estima que el desequilibrio sea parecido al del 2011, es decir, unos 90.000 millones de euros. Pues bien, en un escenario en el que España fuera expulsada del euro, es de suponer que estos déficits del 9-10% se seguirían dando con total seguridad, por lo que si la expulsión se hiciera efectiva, dentro de 2 años, el déficit acumulado en ese momento sería de unos 600.000 millones de euros.
La tragedia española proviene de no poder cuadrar los presupuestos, y abandonar el euro no cambiaría esta situación, sino que la agravaría como veremos a continuación.
Fin de la posibilidad de financiarse en los mercados.
Como es lógico, la expulsión conllevaría fuertes pérdidas a nuestros acreedores. Ciertamente, si España fuese expulsada del euro sería, entre otras cosas, por no poder hacer frente a sus obligaciones y deudas de ninguna manera.
Lo cual provocaría que nuestro flujo de financiación exterior fuese nulo. Es decir, podemos despedirnos de cualquier financiación de los mercados en los próximos 25 años. Nadie arriesgaría ni un euro en un país que no cumple mínimamente los ratios de solvencia y liquidez exigibles.
Esto deberían tenerlo muy presente los adalides del impago de la deuda por considerarla "ilegítima". No solamente porque es una postura antidemocrática (la deuda se contrajo en democracia y ellos estaban totalmente de acuerdo) y contraria al Estado de Derecho (los contratos deben cumplirse moral, ética y jurídicamente), sino porque además provocaría la imposibilidad de acceder a financiación futura en el mercado.
Pero la situación sería más adversa todavía, ya que los impagos del Estado afectarían también a los agentes privados, principalmente empresas, que el día después de ser expulsados del euro verían sus calificaciones rebajadas automáticamente y, por tanto, aumentarían notablemente sus dificultades para financiarse y acceder al crédito. Todo ello sería la puntilla a la moribunda actividad económica española que también tardaría unos cuantos lustros en recuperarse (siendo muy optimistas).
Devaluación.
Llegados a este punto tendríamos: déficit crónico no solucionable, imposibilidad de financiación exterior y nula actividad económica. A nuestros irresponsables políticos, que han vivido despilfarrando vía deuda, sólo les quedaría una salida: devaluación de la nueva moneda entre un 30 y un 40% para hacer frente al enorme y desproporcionado gasto estatal.
De esta manera se sufragarían los déficits vía inflación, que no deja de ser un impuesto camuflado. Todos los tenedores de la nueva moneda sufrirían una quita del 40%. Este nuevo control de la política monetaria significaría un saqueo al patrimonio de ahorradores, trabajadores (por la caída de los salarios reales) y acreedores. Todo ello sin efectuar las reformas estructurales necesarias, por lo que otra ronda de devaluaciones no tardaría en llegar.
Recortes.
Además de la comentada pérdida generalizada del 40% del valor de la moneda, hay que sumarle el impacto sobre los "derechos sociales" y el Estado del Bienestar. Es curioso cómo algunos intelectuales y políticos animan a impagar "la deuda odiosa" para proteger la sanidad y las pensiones. Están muy alejados de la realidad, ya que el día después de impagar la deuda y ser expulsados del euro la Seguridad Social y la hucha de las Pensiones quebrarían inmediatamente. Sobre todo teniendo en cuenta que el Fondo de Reserva ya está invertido en más de un 90% en deuda soberana.
Pérdida de valor.
Un país con una economía muerta como sería la española ahuyentaría en estampida a los creadores de valor, que son el verdadero motor de la economía y las sociedades prósperas. Cualquier agente, ya sea particular o empresa que fuese capaz de aportar valor se acabaría yendo. O lo que es lo mismo, otro país lo acabaría captando. Los países líderes y desarrollados compiten por cualquier factor que genere valor. De esta manera España sería menos competitiva, menos productiva y menos innovadora.
Aumento del intervencionismo político.
La sociedad, inmersa en dificultades económicas y sociales, se volvería más dependiente del Estado, esperando que éste encauzase sus vidas, solucionase sus problemas y erradicase la inevitable incertidumbre del futuro. Esto es el caldo de cultivo del auge y la posible llegada al poder de partidos más extremistas y populistas, tanto de izquierdas como de derechas, que prometen un futuro mejor a base de políticas más intervencionistas, reguladoras y proteccionistas. Esto convertiría al país en un entorno institucional muy poco atractivo para la inversión nacional y extranjera.
Por estas razones considero que España debe hacer lo posible para no ser expulsada del euro. Posiblemente no debimos de haber entrado y quizás debamos abandonar en el futuro la moneda única. Pero al menos de momento, mientras existan otros países que sean notablemente más rigurosos y prudentes presupuestariamente y con más criterio en política económica, conviene quedarse adentro.
@jmorillobentue
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