El dinero es una institución abstracta que puede concretarse de diferentes maneras. Cada sociedad o sistema económico utiliza un bien específico como dinero y lo produce de algún modo. La determinación de qué bien concreto se utiliza para cumplir las funciones abstractas del dinero no necesita ningún mandato centralizado ni ningún implausible contrato o consenso social.
El dinero es una institución, un patrón repetitivo de conducta que emerge de forma evolutiva mediante la generación de alternativas, selección y generalización de lo exitoso, y rechazo y desaparición de lo fracasado: múltiples agentes participan imitándose unos a otros y ocasionalmente probando algo nuevo. El uso generalizado de un mismo bien concreto como dinero se origina por difusión espontánea sin necesidad de coordinación central: múltiples acoplamientos parciales y locales generan un orden global.
El dinero permite la coordinación social: cada agente utiliza un dinero concreto y lo acepta como medio de pago porque sabe o cree que los demás individuos con quienes se relaciona habitualmente lo han hecho, lo hacen y continuarán haciéndolo. A cada usuario de un dinero concreto le interesa que los demás agentes económicos con quienes realiza o podría realizar intercambios usen el mismo dinero. La institución del dinero se mantiene por los intereses comunes y entrelazados de todos los participantes.
El dinero es un bien red: cuantos más agentes lo empleen, más útil resulta para cada usuario (realimentación positiva reforzadora). La existencia prolongada de competencia entre dineros alternativos en un mismo grupo o zona geográfica es anómala, ya que cuanto más popular es una variante más puede incrementar su popularidad y desplazar a las demás. Dineros diferentes pueden coexistir si son complementarios (oro para mucho valor, plata para poco valor) o en regiones limítrofes.
Otras instituciones como el lenguaje o el derecho constan de múltiples elementos que pueden tener variedad geográfica y evolucionar de forma relativamente independiente: vocabulario y sintaxis de diversos idiomas o dialectos (símbolos y reglas parcialmente arbitrarias), normas concretas de diferentes tradiciones o sistemas legales. El dinero en contraste es básicamente un solo bien (o unos pocos bienes) que no se elige de forma caprichosa: las características objetivas de los bienes materiales los diferencian claramente respecto a su funcionalidad monetaria.
La existencia de un único dinero concreto completamente universal es en principio posible pero no está garantizada. El camino histórico de una institución es determinante para su desarrollo futuro. Una variante institucional (una forma concreta de dinero) tiene un alcance espacial determinado por su lugar de origen y sus posibilidades de expansión. Es posible que grupos suficientemente separados tengan dineros o monedas diferentes por su evolución histórica independiente, la debilidad de las relaciones de acoplamiento y los costes de transición entre variantes institucionales.
Un determinado bien (como un metal precioso) puede ser técnicamente el mejor dinero posible (almacenamiento, transporte, manipulación, reconocimiento), pero su implantación exitosa es problemática y depende de la resistencia de las tradiciones culturales relativas a otros dineros preexistentes y de los intereses y las fuerzas relativas de los productores y poseedores de las diferentes variantes monetarias.
Los seres humanos han convivido históricamente en diversos grupos más o menos aislados entre sí: las relaciones son más frecuentes e intensas entre individuos más próximos pertenecientes al mismo grupo. Las fronteras o límites entre grupos pueden ser más o menos difusas (zonas de transición con influencias mixtas o pertenencia a varios conjuntos) y permeables (grupos abiertos o cerrados, aislados). Algunos individuos se especializan en relaciones entre grupos alejados (aventureros, exploradores, comerciantes importadores y exportadores).
La evolución institucional es histórica y gradual: cada situación se construye mediante cambios marginales a partir de la situación anterior. Pero la velocidad de cambio no es necesariamente constante: en algunas circunstancias un sistema complejo es muy sensible a ciertos cambios internos o ambientales, mientras que en otras circunstancias un sistema puede ser muy resistente al cambio. Algunos cambios institucionales suceden en momentos críticos, transiciones, cruces de umbrales o cambios de fase: influencia cultural o invasión e imposición exógena, aislamiento de un grupo pequeño con menos resistencia al cambio, cambios tecnológicos importantes (metalurgia, imprenta).
Durante la formación inicial de una institución pueden competir alternativas sin que ninguna tenga la ventaja de ya estar implantada. Una vez afianzadas, las implementaciones concretas de las instituciones sociales tienen una fuerte inercia, que por un lado las hace útiles (las expectativas de los agentes tienden a cumplirse) pero por otro dificulta los cambios adaptativos.
La estabilidad de las instituciones es fuerte pero no absoluta: una forma concreta relativamente peor puede ser sustituida por otra mejor si los costes de transición entre ambas no son demasiado elevados (o mantenerse en caso contrario). La adopción de una alternativa potencialmente mejor debe enfrentarse al gran coste que supone su promoción y el abandono generalizado de la anterior, considerando además el posible riesgo de fracaso de lo novedoso en comparación con la funcionalidad de lo ya conocido.
Los miembros de diferentes grupos, aunque utilicen los mismos metales preciosos (oro y plata) como dinero, pueden utilizar diferentes acuñaciones o monedas: la confianza en la certificación de la pureza y la cantidad declarada de la moneda por algún agente con buena reputación puede estar limitada a un área en la cual el prestigio del certificador es conocido; los imperativos legales tienen jurisdicción limitada (el curso legal forzoso sólo se extiende al ámbito de soberanía del gobernante).
La determinación de qué bien concreto se usa como dinero puede verse influida o distorsionada por algunos agentes especialmente poderosos que pueden imponer coactivamente su criterio o dificultar la competencia en su propio beneficio y a costa de los demás: monopolio de la producción, certificación o acuñación; exigencia del pago de impuestos en una determinada moneda; protección privilegiada de ciertos aliados productores de dinero o complementos monetarios (billetes y depósitos de bancos prestamistas del gobierno); imposición legal de algún dinero fiat con bajos costes de producción, sin valor intrínseco ni convertibilidad ni adecuado respaldo.
En una sociedad libre nadie está obligado a aceptar ningún bien concreto como dinero. En cada intercambio una parte propone y la otra acepta o no unas condiciones, entre las cuales puede figurar el medio de pago. Cada agente económico refuerza una institución mediante su uso voluntario.
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