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El entrelazamiento de la creación de la clase obrera con la formación del pilar obrero

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El proceso de creación de la clase obrera, tal y como lo concibió Marx, pretendía crear una conciencia obrera basada en el antagonismo y la lucha de clases. Marx, así mismo, era laico; con una ideología profundamente antirreligiosa y cosmopolita. Pretendía movilizar a los trabajadores para destruir el orden capitalista y construir una nueva sociedad racional y secular socialista.

La hipotética clase obrera de la teoría marxista es el proletariado, oprimido y pobre, falto de cualificación y sin ninguna vía de integración en la nueva sociedad industrial del capitalismo. Los marxistas, en teoría, ignoraban e incluso odiaban a los trabajadores artesanos y cualificados, la «aristocracia obrera», los miembros del pilar obrero. Sin embargo, la clave del éxito del marxismo fue la conquista del pilar obrero en las últimas décadas del siglo XIX.

El éxito clave del marxismo fue la conquista del pilar obrero y de su institución clave, los sindicatos, en la segunda mitad del siglo XIX. Este ocurrió en Alemania, afectando el desarrollo político en todo en Europa.

Sociedades de ayuda mutua

En Alemania, la avalancha de sociedades de ayuda mutua y sindicatos surgió en la década de 1850. Muchos trabajadores cualificados eran artesanos bien pagados en industrias artesanales y tenían una mentalidad pequeñoburguesa. Si se politizaban, lo hacían en el seno de los partidos liberales progresistas. La idea del socialismo fue un asunto más bien intelectual, en el que participaban Rodbertus, Lassalle, Engels y Marx, hijos de familias pudientes y cultas.

El primer partido socialista que pretendía representar a los trabajadores se creó en 1863 en Leipzig. El Allgemeiner Deutscher Arbeiter-Verein fue fundado por el carismático Ferdinand Lassalle, el competidor de Marx en el movimiento socialista alemán. Lassalle desarrolló un programa reformista. Exigía la democratización del Estado alemán y una expansión progresiva de las reformas del Estado del bienestar. El objetivo era establecer cooperativas de trabajadores subvencionadas por el Estado que sustituyeran a la propiedad individual.

Esta política reformista se expresaba en el título del periódico del partido, que se llamaba Der Sozial-Demokrat. Ferdinand Lassalle trató de buscar un compromiso con el Estado prusiano y con Otto von Bismarck, arquetipo del latifundista (Junker) prusiano conservador-modernizador estatista.

Lassalle y Bismarck

Ferdinand Lassalle y Otto von Bismarck se reunieron en secreto varias veces y Bismarck recordaba con cariño el poder intelectual de Lassalle. La inesperada muerte de Lasalle en un duelo en 1864 acabó la posibilidad de cooperación entre ambos. No obstante, esta cooperación era un faro para el futuro del desarrollo europeo: la cooperación entre el Estado y las organizaciones obreras reformistas apuntalando la unidad nacional para un objetivo nacional común.

Marx era revolucionario. Se opuso completamente al enfoque Lassalle-Bismarck y a la línea política acomodaticia de Lassalle. Irónicamente, «socialdemócrata» se convirtió en el nombre elegido para los partidos socialistas marxistas de todo el continente, emulando esencialmente el precedente lassalleano en Alemania. Esto es así porque dos miembros radicales del partido lassalleano, Wilhelm Liebknecht y August Bebel, se pasaron al marxismo revolucionario. Crearon un nuevo partido, el Partido Obrero Socialdemócrata de Alemania, de orientación marxista en 1869.

Reforma o revolución

Los partidos marxista y lassalleano se fusionaron en el Congreso de Gotha de 1875. El programa del partido era una mezcla de ideas marxistas y lassalleanas, por lo que fue muy criticado por Marx. La Ley Antisocialista de Bismarck de 1878 radicalizó aún más el partido. Tras el levantamiento de la prohibición en 1890, el partido pasó a llamarse Partido Socialdemócrata de Alemania y adoptó un programa marxista en el congreso de 1891 celebrado en Erfurt.

A pesar de la adopción de un lenguaje y un programa marxistas revolucionarios, el partido estaba profundamente dividido internamente. Sus principales ideólogos eran intelectuales, como Karl Kautsky y Franz Mehring, defensores del marxismo ortodoxo. Los intelectuales marxistas depuraron con éxito la herencia ideológica lassalliana pro-prusiana y pro-estatal y hicieron que el partido sonara como un partido marxista revolucionario radical. El simbolismo de las consignas del partido lo convirtió en un partido extremista dentro del orden político alemán, a pesar de la creciente fuerza electoral del partido.

Eduard Bernstein

Sin embargo, la fachada revolucionaria desmentía en gran medida las prácticas reales del partido. La práctica real del partido era reformista y sus reivindicaciones concretas inmediatas contenían reformas democráticas y del bienestar que debía promulgar el Estado. Esta práctica recordaba a su herencia lassalliana. Los líderes sindicales eran especialmente fuertes entre las fuerzas de compromisos dentro del partido. Y arremetían contra los «literatos» por amenazar sus políticas de integración en el Estado alemán.

Esta diferencia entre los marxistas ortodoxos y los moderados prácticos se hizo aún más clara con la aparición del reformismo. Los reformistas surgieron como una ruptura ideológica en la década de 1890. Entonces, Eduard Bernstein rompió públicamente con el aspecto revolucionario del marxismo y adoptó las críticas de Carl Menger y Eugen von Böhm-Bawerk al Marxismo.

Bernstein dio un nuevo significado práctico posmarxista a la socialdemocracia. Propuso reformas del Estado del bienestar para reducir la desigualdad, así como medidas estatales para reformar el capitalismo. La idea era utilizar el poder democrático a través de medios electorales, al tiempo que aceptaba el capitalismo en forma de economía mixta. A pesar de los cambios prácticos, incluso Bernstein conservó en gran medida las consignas marxistas.

La oposición entre la práctica real y los principios retóricos fomentó la consolidación de un pequeño grupo de radicales dentro del partido, como Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, que creían sinceramente en el marxismo revolucionario.

Un partido roto en tres

Así surgió un partido dividido en tres partes. Los reformistas, que sólo defendían el marxismo como objetivo final, pero en la práctica eran una oposición leal del káiser, un pequeño núcleo de revolucionarios radicales y entre ellos los marxistas nominalmente ortodoxos, que hablaban como revolucionarios, pero aborrecían la revolución en sí. Estas divergencias no tenían mucha importancia en tiempos normales, pero en tiempos de crisis siempre daban lugar a fuertes luchas internas, que debilitaban al partido o incluso llevaban a escisiones.

Además, el tono revolucionario del partido bloqueó su aceptación en los círculos políticos más centristas y fue utilizado por los radicales de derechas para presentar al partido como una organización revolucionaria radical, bloqueando así la perspectiva de compromiso en la sociedad alemana.

Como hemos demostrado, la formación inicial de los sindicatos había precedido al establecimiento de los movimientos políticos socialistas. Una joven generación de activistas sindicales trabajó incansablemente para convertir el movimiento sindical de una comunidad parroquial en un movimiento de orientación socialista. Gracias a sus esfuerzos, los sindicatos se convirtieron en organizaciones socialdemócratas. El llamamiento marxista a ampliar la base de los sindicatos contribuyó al desarrollo de grandes sindicatos sectoriales y nacionales con objetivos políticos.

Integración en el partido

Aunque el partido y los sindicatos eran entidades jurídicas distintas, los sindicatos servían de base social del partido. Afiliarse a un sindicato equivalía a afiliarse al partido socialista. Los activistas y dirigentes sindicales tenían gran influencia en el partido debido en parte a su papel en la financiación de las actividades del partido. Esto era especialmente cierto en el caso de los sindicatos artesanales, ricos y bien arraigados. Los sindicatos apoyaban mayoritariamente las políticas reformistas y se resistían a la línea política marxista revolucionaria de los socialistas radicales. Por su parte, los socialistas radicales criticaron la dependencia del partido respecto a los sindicatos y fueron ardientes críticos del conservadurismo sindical.

Aún era más importante para el futuro, que la socialdemocracia se aliara con las jóvenes generaciones educadas de clase media social-liberal de izquierdas para luchar contra los restos semi-feudales, nacionalistas y tradicional-religiosos de la sociedad alemana con el fin de convertirla en una sociedad modernizada, racional, laica y verdaderamente “burguesa” o capitalista. Así, el partido tuvo un éxito de atraer la simpatía de la joven generación de la clase media burguesa intelectual progresista urbana. Se sintieron atraídos, por un lado, por el atractivo mensaje de la ideología socialista y, por otro, por los mensajes fuertemente anti feudales y reformistas, pro-modernización y pro-democráticos del partido.

El éxito de la socialdemocracia

Así, la clave del éxito de la socialdemocracia tuvo dos factores clave. En primer lugar, conquistó el pilar de los trabajadores, el movimiento sindical. En segundo lugar, la socialdemocracia tuvo bastante éxito en la construcción de una amplia coalición socialista amplia, interclasista. Ésta aseguró una base social más amplia para la socialdemocracia de lo que era el pilar obrero. La coalición socialista interclasista estaba compuesta por intelectuales socialistas radicales, clases medias progresistas, cultas, laicas y anti feudalistas y el pilar obrero de trabajadores urbanos institucionalizados a través de sindicatos y mutuas y asociaciones culturales relacionadas con los sindicatos.

Como toda gran coalición, tenía muchas facetas y objetivos políticos contradictorios. Hasta la tragedia de la Primera Guerra Mundial, el ala reformista, debido sobre todo a la influencia de los sindicatos, tuvo la influencia dominante. Los moderados y los reformistas bernsteinianos pudieron mantener el poder y marginaban a los intelectuales radicales revolucionarios.

Destrucción y radicalización

La Primera Guerra Mundial y la muerte y sufrimiento de millones de soldados, la miseria de la población civil ha cambiado todo. Los eventos desencadenaron la radicalización de una parte del movimiento socialista, así como de trabajadores e intelectuales, al tiempo que las élites dirigentes tradicionales y su liberalismo conservador ha perdido mucha legitimación, especialmente en los países que perdieron la guerra. Además, el éxito de los comunistas en Rusia tuvo importantes repercusiones. Creó tanta esperanza como miedo, a un nivel desconocido en Europa desde los tiempos de la revolución francesa en 1789.

Consecuencia de este miedo, era que la asociación de la socialdemocracia a las consignas marxistas bloqueó en muchos países la consolidación de la democracia política. Ya que el reformismo era visto como el trampolín hacia el comunismo, mientras los socialdemócratas también albergaban tendencias revolucionarias, que minaba sus pretensiones demócratas.

Socialdemocracia y Estado del Bienestar

Sólo aquellos países consiguieron mantener su sistema democrático en los que los moderados dominaban plenamente la socialdemocracia y rechazaban el marxismo, como en Suecia.

Sólo después de la Segunda Guerra Mundial se impuso el dominio reformista dentro de la socialdemocracia, lo que finalmente condujo al rechazo total del marxismo por parte de los partidos socialdemócratas.

Con el rechazo del marxismo, la socialdemocracia abrazó la integración de los trabajadores en el orden democrático liberal mediante la construcción de una economía de mercado controlada por el Estado del bienestar. Este rechazo les abrió el camino para ser partidos de gobierno y actores legítimos en un sistema democrático.

La disolución del pilar obrero

La consecuencia del desarrollo del Estado del bienestar fue la dilución del pilar obrero comunitario en la Europa occidental posterior a 1945. De hecho, una de las razones por las que Bismarck creó el primer Estado del bienestar, el alemán, fue para diluir las organizaciones obreras y hacer que los trabajadores alemanes fueran leales al Estado alemán.

La extensión del Estado del bienestar hizo redundantes a los sindicatos, la institución clave del pilar obrero: los servicios sociales de la cuna a la tumba fueron asumidos por el Estado. Este cambio trajo consigo una nueva ola de individualización. Todo el mundo se convirtió en cliente del Estado del bienestar universal, y los sindicatos perdieron su columna vertebral comunitaria. Siguen teniendo cierto papel en algunos lugares de trabajo como órganos de representación de intereses en las reivindicaciones locales, pero su alma comunitaria desapareció en su mayor parte. También se convirtieron en agentes del Estado del bienestar, legitimándose a sí mismos con exigencias cada vez mayores de ampliación del Estado del bienestar.

Las consecuencias más amplias de esta historia sobre el liberalismo pro-mercado y sobre los aspectos sociales de la teoría económica austriaca se analizarán en el próximo artículo.

Serie sobre el pilar obrero

I La formación del ‘pilar obrero’ y la creación de la clase obrera

II Integración del pilar obrero en el nuevo mundo del capitalismo industrial

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