Cuando decía Zapatero que bajar impuestos era de izquierdas, hubo hasta quien se lo creyó. El tiempo suele dar la razón a los escépticos que no creen en conversiones paulinas. Al fin y al cabo, la izquierda tiene como fin redistribuir la renta porque considera que el capitalismo es injusto y hace que unos sean más ricos y otros más pobres. Por eso, los impuestos son el medio para el objetivo que se proponen.
Así pues, que vayan a incrementar los tipos de los impuestos especiales sobre el alcohol y el tabaco en un 10% y un 5,% respectivamente debería ser motivo de regocijo para los votantes de todos los partidos que aprecian muy mucho que el Estado esquilme a los ciudadanos para promover el bien común. También deberían estar contentos los inquisidores que pretenden obligarnos por la fuerza a ser más sanos y menos dependientes de vicios burgueses como el alcohol y el tabaco.
Con la subida de impuestos, el Gobierno estará tranquilo. Cada cerveza será más cara. Cada cigarro, un objeto de lujo. Entretanto, la gente dejará de enviciarse y se dedicará a trabajar más y a salir menos. Si todos somos más productivos y más sanos, el gasto sanitario se reducirá notablemente y claro está, habrá posibilidades de acabar con el déficit de las comunidades autónomas.
Por todo ello, tenemos que agradecer al Gobierno que se preocupe tanto por nuestro interior y por aligerar nuestros bolsillos. Al fin y al cabo, la virtud es sólo del Estado, los vicios de los ciudadanos. Sin la preocupación constante de la izquierda por utilizar al Estado para hacernos mejores personas, seríamos unos individualistas desenfrenados y nos perjudicaríamos a nosotros mismos…¿o no? Oremos juntos: “El Gobierno es nuestro pastor. Nada nos falta”. Amén.
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