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El fantasma de Kim Jong-il recorre América Latina

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Ya podemos tachar de nuestra particular lista de tiranos en activo a Kim Jong-il, y esperar a que la sucesión traiga vientos de cambio en Corea del Norte. El Amado Líder ha sido llorado por sus súbditos, en uno de esos actos públicos que rezuman espontaneidad y libertad, tan característicos del país.

En las circunstancias en las que operan los miembros y miembras del gran proyecto comunitario norcoreano, no es fácil saber dónde está la realidad y dónde la ficción; dónde las acciones inducidas por el miedo atroz y dónde las acciones libres, si es que éstas existen.

Seguramente los norcoreanos, mientras lamentaban –o fingían que lamentaban– la muerte de su planificador, no pensaban en el devastador impacto de éste sobre la economía (una palabra muy fría para referirse a las vidas materiales y el potencial creativo de los norcoreanos). No se percataron en ese momento de que en 1975 las dos Coreas disfrutaban de un nivel de renta per cápita idéntico, y ahora una acabado con las hambrunas y se puede permitir el lujo de encender la luz por la noche, mientras que la otra se complace de ser el país más autárquico del planeta, pero no puede presumir de los dos éxitos anteriores.

Pero ahora que se va Kim Jong-il, otros líderes –con más o menos tintes totalitarios que el norcoreano– siguen haciendo de las suyas. No es de extrañar que Hugo Chávez haya lamentado el fallecimiento de su camarada.

En parte de Latinoamérica un fantasma lleva tiempo recorriendo la región: el del socialismo del siglo XXI. Dicen luchar contra el pensamiento único y las políticas neoliberales de los años 90, que a su juicio agravaron la ya difícil situación del continente.

Pero no se dan cuenta de que, en realidad, lo que se hizo fue engordar todavía más a unas determinadas elites: mismo perro con distinto collar. No se introdujeron de forma real y efectiva las dos patas sobre las que se asienta toda economía liberal –que pueda llevar este nombre-: la propiedad privada y la libertad contractual, con todas las instituciones que ambas requieren.

En absoluto desmontaron los «cinco principios de la opresión» en América Latina, como los llama Álvaro Vargas Llosa: corporativismo, mercantilismo de Estado, privilegio, transferencia de riqueza y ley política.

A pesar de ello, luchan contra el enemigo neoliberal con la fuerza que tienen: la de la coacción del socialismo (del siglo XXI). Esa coacción que en Ecuador, por no hablar de la paradigmática Venezuela, utiliza todos los resortes del poder político para publicitar las bondades de su gestión y, al mismo tiempo, eliminar a los disidentes; que camina hacia el proyecto biosocialista de la desmercantilización de la economía mediante la inflación de leyes e intervencionismo y la deflación de la iniciativa privada.

Kim Jong-il muere, pero otros muchos líderes aspirantes a totalitarios siguen vivitos y fastidiando.

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