Resulta vergonzoso, cuando no menos hipócrita, el hecho de que un partido que se define a sí mismo como liberal adopte y defienda tesis propias del ideario socialista, tal y como viene demostrando últimamente la elite del PP. Los líderes políticos de este partido conservador y de centro, que no liberal, adolecen de una enfermedad ideológica de difícil solución, a la vista de lo que demuestran a diario con sus declaraciones y propuestas electorales. El mal en cuestión es propio de los acomplejados, cuyas causas radican en la existencia de cobardía y, peor aún, ignorancia o carencia de ideas propias.
No nos engañemos, y mucho menos permitamos que nos engañen. España carece de un partido que, ni siquiera remotamente, se aproxime a lo que correctamente, tanto desde un punto de vista teórico como histórico, debe entenderse por liberalismo. Por ello, resulta humillante escuchar por boca de Rajoy la defensa del citado ideario, pues, en sus manos, sufre una deformación tal que apenas logran diferenciarse tenues matices de color respecto al pensamiento que propugna el PSOE.
La dinámica mantenida por el PP acaricia sin rubor los presupuestos socialistas. El giro al centro iniciado por Aznar se ha transformado, en realidad, en un giro a la izquierda que, sin duda, resultará contraproducente para los intereses electorales de la citada formación. Y es que por esa senda poco pueden hacer, puesto que sus medidas económicas y sociales casi siempre se verán superadas y mejoradas, en la práctica, por sus auténticos y verdaderos detentadores, los socialistas, quienes, al menos, conservan una cierta coherencia programática en base a sus presupuestos dogmáticos.
Tan sólo es necesario observar las principales líneas de actuación que, recientemente, han anunciado de cara a las próximas elecciones generales. De los doce ejes programáticos diseñados tan inteligentemente por la cúpula popular, tan sólo una medida podría adscribirse a algo someramente cercano al liberalismo. Me refiero a la rebaja fiscal en el IRPF destinada a los mileuristas. Según Rajoy, "la economía será una prioridad básica" para el PP y, sin embargo, se contenta con ofrecer tenues reducciones tributarias para las rentas bajas o las pequeñas empresas. De hecho, no se arruga a la hora de defender un tratamiento fiscal diferenciado en función del sexo de los individuos, mediante el uso de la controvertida (y del todo socialista) discriminación positiva a favor del colectivo femenino.
Además, se vanagloria de que fueron ellos los que aprobaron la subvención de 100 euros a las madres que trabajan fuera de casa. ¡Toda una alternativa, sí señor! ¡Qué valentía liberal, qué osadía la del señor Rajoy! En esta misma línea, aboga por la conciliación familiar y, para ello, apuesta por prolongar el permiso de maternidad y paternidad, ni más ni menos, en aras de una "sociedad más igualitaria". ¿No les suena de algo? Con ello, pretende convertir a España en una de las cinco economías más avanzadas del mundo.
¿Cómo? Reformando la Ley General Presupuestaria y la Ley de Estabilidad Presupuestaria (las limitaciones macroeconómicas ya nos vienen impuestas desde Bruselas); invirtiendo en capital humano y tecnológico (mediante más gasto público, ¿me equivoco?); impulsando una nueva política energética, pero cuidándose mucho de referirse a la tan denostada energía nuclear; aprobando una Ley de Unidad de Mercado, sin citar la necesaria reducción de la burocracia; y, por supuesto, desarrollando planes para sectores como la agricultura, la ganadería o la pesca, pero sin reducción alguna de las ingentes ayudas públicas que reciben tales colectivos.
Llegados a este punto, poco cabe decir del resto de propuestas populares o, más bien, populistas, como la pretensión de alcanzar el pleno empleo, aunque sin citar cómo. Esto mismo también lo persigue el PSOE, y hasta IU y ERC si me apura señor Rajoy. Temas como la inmigración, la política exterior, el terrorismo o la unidad de España ya son conocidos por todos, y reiterados hasta la saciedad por la elite popular.
Mención especial merece, sin embargo, la intención de "aumentar el bienestar social" mediante la subida de las pensiones (públicas) y una nueva Ley Integral de Apoyo a la Familia, sustentada a cargo del erario público, como no puede ser de otra manera. Y por último, sin duda, el colofón del ideario popular: la defensa de Medio Ambiente, a través de una Ley Integral de Lucha contra el Cambio Climático y un Plan de Ahorro y Eficiencia Energética. A liberales, desde luego, no les gana nadie, no señor…
Tras esta retahíla de voluntarismo y buenas intenciones, sostenido mediante un discurso plagado de corrección política y progresismo económico, y una vez comprobada la veracidad de la tesis expuesta al inicio de este artículo, tan sólo me cabe decirle, señor Rajoy, que respeto, pero no comparto su ideario, al igual que me ocurre con el PSOE, y que, por coherencia ideológica y discursiva, deje al menos de vilipendiar y menospreciar el término liberalismo.
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